Son grupos que emplean técnicas coercitivas para atraer seguidores. Les quitan recursos económicos y en no pocos casos también los someten a abusos que incluso pueden derivar en homicidios.
El viernes pasado, dos hermanas de siete y ocho años fueron rescatadas por efectivos policiales del interior de una casa en la localidad misionera de Garuhapé, donde funcionaba un templo umbanda. Las niñas eran maltratadas de manera brutal, incluso les clavaban agujas en la lengua. No es todo, porque mediante amenazas estaban obligadas a adorar la imagen de San La Muerte.
El caso, que terminó con una mujer detenida y las pequeñas a resguardo, desnuda nuevamente la problemática de las sectas en el país, donde se calcula que funcionan más de 10.000 grupos que manejan técnicas coercitivas para atraer seguidores, con el doble objetivo de quitarles recursos económicos y en muchos casos abusarlos, hasta llegar al extremo del homicidio.
"En apariencia, no es lo mismo una secta o grupo coercitivo que funciona en la localidad deGregorio de Laferrere que otro instalado en San Isidro. La realidad es que se mueven con técnicas de captación distintas, seduciendo de acuerdo al estrato social al que apuntan. Pero, a pesar de esas diferencias, lo que buscan siempre es lo mismo, porque mediante el control del individuo logran apoderarse de sus bienes y en muchísimos casos con abusos físicos", sostuvo el sacerdote Manuel Acuña, especializado en el tema.
La historia de las niñas misioneras se resolvió por la valiente denuncia de la directora de la escuela a la que asisten las víctimas, quienes contaron que en el templo umbanda las sometían a crueles castigos, como arrodillarse desnudas en días fríos en la lluvia, recibir baldazos de agua helada y ser golpeadas con un arreador. Una de las chiquitas contó que le clavaron agujas en la lengua, mientras se las obligaba a que adoren a San La Muerte y les enseñaban invocaciones.
"Las consecuencias del funcionamiento de estos grupos son complicadas. Es muy difícil de cuantificar, pero se calcula que en todo el país funcionan más de 10.000 células de grupos con características de sectas, que logran captar a seguidores con diferentes técnicas coercitivas, para someterlos de acuerdo a los estratos sociales en los que se mueven. En sectores medios y altos las técnicas son muy sofisticadas", sostuvo Acuña.
De acuerdo al religioso, "estas bandas operan con el formato de células, que se meten en las barriadas populares y con otros formatos en zonas de buen poder económico", precisando que "en cada grupo intervienen entre 25 y 70 personas, y muchas veces tienen relaciones entre ellas, aunque presentan una individualidad que las mantiene alejadas de los controles".
"En los grupos que apuntan a sectores medios y altos, las técnicas de captación están basadas en la superación espiritual, con desarrollo de herramientas para evitar el estrés y la armonización, incluso con libros de divulgación masiva. Todo esto esconde la parte más oscura, porque se trata de grupos cerrados. Hacen sentir especial al individuo, único, al punto que deja su vida, y se somete a intereses y objetivos propios del grupo. Luego llega la entrega de los bienes personales, o familiares, y también los abusos", explicó Acuña.
El otro escenario de los grupos sectario apunta a la clase trabajadora, donde sobresalen las células que se mueven en torno a figuras paganas como San La Muerte y aquellas que tienen relación con prácticas umbandas.
"Son muy peligrosas también, porque se relacionan con creencias donde lo sangriento y lo satánico se naturaliza. Se apoyan en la vulnerabilidad cultural de los seguidores, en sus problemas personales y carencias colectivas. La justicia y el Estado en general tienen que abrir los ojos, para enfrentar esta problemática", cerró Acuña.
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