lunes, 31 de marzo de 2014

Instan a adaptar las ciudades para una vejez activa

Veredas rotas, falta de rampas, la vía pública ocupada por carteles, las unidades de transporte con escalones y pasamanos elevados, y la falta de adaptación de las viviendas son algunos de los problemas.

Las ciudades no se han ido adecuando a la existencia cada vez más creciente de personas adultas mayores y a las particularidades que éstas requieren, consideró el arquitecto y gerontólogo Eduardo Schmunis, para quien "mejorar la accesibilidad del medio físico es inclusión".

Veredas rotas y con desniveles; falta de rampas en esquinas, o las existentes no cuentan con el ancho adecuado; la vía pública ocupada por carteles y mostradores que sobresalen de los negocios; las unidades del transporte público con escalones altos y pasamanos elevados son algunos de las principales dificultades con que se encuentran diariamente las personas adultas mayores en las ciudadesA esto se suma la falta de adaptación de las viviendas para evitar posibles caídas y accidentes domésticos.

"No es lo mismo hablar de arquitectura para discapacidad que para adultos mayores porque no todos los mayores tienen discapacidad. Pero todo lo que hagamos para mejorar la accesibilidad sirve para todas las personas", indicó Schmunis.

El arquitecto, que desde hace 25 años trabaja en la temática, aseguró que "las ciudades, como fenómeno centenario, no se han ido adecuando" al aumento de la expectativa de vida y a las cuestiones particulares que necesitan los mayores.

"Si bien no toda discapacidad es inhabilitante para las actividades cotidianas o funcionales, se estima que un 30 por ciento de las personas mayores de 80 años tiene alguna discapacidad. De hecho a partir de los 60 comienzan a aparecer algunos signos comoartrosis en las rodillas, necesidad de uso de anteojos o disminución auditiva", sostuvo.

En este contexto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció "la necesidad de propender a tener entornos favorables en ciudades amigables para las personas mayores".

"Dicho de otra manera, esto implica que las ciudades tienen que ser accesibles y la 'accesibilidad del medio físico', como se denomina técnicamente, significa la eliminación de las barreras arquitectónicas, urbanísticas, del transporte y de la comunicación, ya sea verbal o no verbal", señaló Schmunis .

Las barreras arquitectónicas refieren a las que se dan en los edificios de cualquier índole. "La existencia exclusiva de escaleras sin otro medio de elevación, de pisos resbaladizos o rotos, o de desniveles superiores a dos centímetros que dificultan no sólo la circulación de una persona en silla de ruedas, sino de una persona con un andador o con marcha vacilante, son ejemplos de esas barreras", explicó.

Pero el especialista, autor de los libros "Arquitectura y envejecimiento, hacia un hábitat inclusivo" y "Accesibilidad al medio físico para los adultos mayores", reconoce detalles aún más sencillos de eliminar: "las alfombras o los patines al pie de la cama sobre pisos generalmente encerados son sumamente peligrosos".

"También el calzado de taco alto o sin sujeción del tobillo puede producir una luxación del tobillo. Por eso lo que recomendamos son los calzados abotinados, con velcro y suela antideslizante", dijo.

Asimismo, añadió que "otra barrera es la gran cantidad de muebles que dificultan el andar, no sólo de los que tienen problemas motrices, sino también para personas con disminución en la visión".

Para los baños también hay indicaciones: "lo ideal sería que la puerta abriera hacia afuera o que sea corrediza, que tuviera alguna superficie libre donde pueda girar una silla de ruedas (por ejemplo sacar el bidet) y reemplazar la bañera por la ducha".

En tanto, las barreras urbanísticas refieren al espacio público y aquí, entre los ejemplos más típicos, figura la falta de rampas en el ascenso a las veredas o la instalación de elementos como heladeras o mostradores por sobre la línea de referencia municipal que en ocasiones no es detectado por las personas no videntes.

"El transporte es directamente el eslabón roto en la cadena de accesibilidad. A pesar de que la ley 24.314, del año 1994, y el decreto reglamentario 914 de 1997 obligaba a las empresas a la renovación total de los micros de corta, media y larga distancia, esto no sucedió", detalló Schmunis.

"Pero -continuó- esto no sólo afecta para el ingreso de personas en sillas de ruedas, sino por ejemplo, la altura en la que se encuentran los pasamanos que hacen imposible sujetarse".

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