miércoles, 24 de julio de 2013

Gabriela Cerruti: "Carrió y Michetti militan en contra de los avances sociales"

Por Gabriela Cerruti
 
La legisladora porteña escribió un duro editorial contra las candidatas en la Ciudad. "Ellas no votaron o votaron en contra de leyes que son sin duda la mayor expresión de un avance social hacia una comunidad más justa, más igualitaria, más humana", afirmó.
 
Ellas están en contra de la regulación del trabajo doméstico en casas de familia, de la posibilidad de elegir una muerte digna, del derecho a elegir la identidad sexual y a casarse con personas del mismo sexo, de la regulación del trabajo de los peones de campo, de la protección nacional de las tierras, del acceso a la fertilización asistida.
 
Ellas no votaron o votaron en contra de este núcleo de leyes que son sin duda la mayor expresión de un avance social hacia una comunidad más justa, más igualitaria, más humana. Ellas son Gabriela Michetti y Elisa Carrió, las mujeres con mayor lugar de exposición en la campaña electoral que se da en la Ciudad de Buenos Aires.
 
Mujeres que lejos de representar a tantas otras luchadoras de estos temas se opusieron, militaron en contra, privilegiaron sus posturas personales antes que el bien común y en la mayoría de los casos lo hicieron sencillamente para diferenciarse políticamente.
 
Este núcleo de leyes no es obra de un gobierno ni de una fuerza política. Fueron impulsadas al debate por el bloque oficialista en el Congreso pero son sin duda el resultado de la lucha de años de organizaciones sociales: hombres y mujeres comprometidos con esos valores.
 
Son parte de la marea civilizatoria que nos obliga a ser mejores, más compasivos, más comprensivos. A buscar una sociedad que garantice la emancipación de todos y la emancipación de cada uno. Donde cada uno pueda buscar su felicidad de acuerdo con sus capacidades y el Estado sea garante al acceso de todas las oportunidades con igualdad y justicia.
 
Estas leyes son parte del andamiaje jurídico sobre el que se comienza a construir una sociedad más justa y más igualitaria. Podemos sumar muchas otras de sentido económico, a las que sus fuerzas políticas también se opusieron, como la regulación de las fábricas recuperadas, la estatización del sistema de jubilaciones, del sistema energético y de aerolíneas. Sin olvidarnos de las leyes que hacen al sentido de la democratización de la palabra, como la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. 
 
Michetti y Carrió, las dos mujeres que hoy aparecen en el primer lugar en las listas de candidatos en la Capital Federal se ocuparon de desacreditar cada una de esas leyes, y por lo tanto cada una de esas luchas sociales. En muchos casos votaron en contra con encendidos discursos. En otros ni siquiera eso: trajinaron los medios de comunicación con sus discursos belicosos para terminar faltando a las sesiones en que se votaban temas trascendentes. Michetti, que no presidió una sola de las sesiones de la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires cuando era presidenta de ese cuerpo, faltó a casi el 75 % de las sesiones del Congreso durante su mandato. Claro que nunca logrará igualar el record de su jefe político, Mugrizio Macri, que directamente no se presentó nunca y que llegó a decir que se aburría y que no entendía para qué estaba.
 
La falta de compromiso con su trabajo como legisladora nacional fue compensada con su intervención activa en los temas porteños: logró que el gobierno de Macri vetara el protocolo de actuación en casos de aborto no punible y la ley que prohíbe la venta libre de medicamentos y que afectaba los intereses de un familiar de la diputada dueño de empresas farmacéuticas.
 
En una sociedad moderna, laica y progresista como se precia de ser Buenos Aires, Michetti se opone, en nombre de su religión, a la educación sexual en las escuelas, al matrimonio igualitario, la identidad de género, la despenalización del aborto, el respaldo a la escuela pública por sobre la privada, y a garantizar y promover la libertad y la igualdad de todos los credos, las creencias y las convicciones, sean o no parte de una religión determinada.
 
También desde ese lugar, pero imbuido además de un discurso místico medieval que convoca a cruzadas y guerras santas y anuncia apocalipsis, Elisa Carrió se interna en los laberintos de la sinrazón para fomentar odios y agitar las formas más oscuras del resentimiento y la violencia verbal.
 
Buenos Aires fue fundada como una Ciudad Abierta, sin fosos ni murallas. Ese momento simbólico iba a ser el signo de su originalidad. También de su complejidad y sus conflictos, claro.
 
Una ciudad alejada del concepto medieval de fortalezas, donde inevitablemente el intercambio en las orillas la volvía más plural y más inasible; donde las diferencias fueron y son parte de su valor y no de sus pecados.
 
Buenos Aires creció orgullosa de sí misma, de haber sido de avanzada en cuestiones sociales y símbolo de modernidad cosmopolita en su convivencia desde que la Asamblea del año XIII abolió la esclavitud, o cuando la generación del '80 impuso sus principios liberales para garantizar la separación de la Iglesia y el Estado, y la educación libre y pública. Buenos Aires se fortaleció en sus diferencias con la llegada de los inmigrantes, con los procesos revolucionarios de radicales y peronistas, con el ingreso de los trabajadores y las mujeres a la vida social y política. Buenos Aires estalló de diversidad en los setenta cuando se convirtió en la capital cultural de Latinoamérica. Y vio nacer la resistencia a la dictadura en la Plaza de Mayo primero y al proyecto neoliberal dos décadas después.
 
Esa Buenos Aires moderna y progresista festejó en esta década el primer casamiento entre hombres y entre mujeres, el acceso a la fertilización asistida, la igualdad de género, la protección al trabajo de las empleadas domésticas y los peones rurales, el cuidado de una muerte digna.
 
Hoy hay que elegir. Entre una Buenos Aires libre, laica, moderna, progresista, con respeto a las decisiones individuales y el derecho a la diferencia. O una ciudad medieval, oscura y rígida, donde disfrazados de valores religiosos, reinen los prejuicios, las antinomias, la persecución al diferente y donde el gobierno porteño se crea con derecho a decidir cómo podemos amar, concebir, trabajar y hasta morir.
 
NdR: LA DEFORMACIÓN DEL NOMBRE DE PILA DEL PROCESADO JEFE DE GOBIERNO PORTEÑO ES RESPONSABILIDAD DE LA REDACCIÓN DE CURRÍN Y NO DE LA AUTORA DE LA NOTA.

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