sábado, 11 de octubre de 2014

La dictadura, el ejemplo que usa el massiclarinismo para echar a vecinos de las villas

Con la dictadura -y sobre todo con el fallecido Antonio Bussi- como ejemplo y el refrán "ojos que no ven, corazón que no siente" como bandera, el massiclarinista de San Isidro, Gustavo Posse, intenta expulsar a vecinos de asentamientos. Sus argumentos.

Al fallecido Antonio Bussi se lo recuerda por sus crímenes pero también por sus disparates. El militar fue el que "resolvió" el crecimiento de las villas miseria en Tucumán levantando un muro perimetral, acaso subyugado por el refrán "ojos que no ven, corazón que no siente". Tiempo después, cansado de tanta mendicidad, este feroz represor fue más allá y expulsó a los indigentes a las provincias vecinas, no sea cosa que reclamen por sus derechos.

Aunque su estrategia pudo ser considerada "original" tuvo en su ADN toda la impronta castrense, ya que construyó un enemigo -el pobre-, lo presentó como un peligro y así justificó su combate. Claro, al igual que los otros referentes de la última dictadura, no reparaba en metodologías. 

Es curioso que semejante aberración se haya tornado en el modelo de un dirigente de cuña radical como Gustavo Posse, quien supo enarbolar la bandera alfonsinista del '83 recitando el preámbulo de la Constitución Nacional, que compromete, entre otras cosas, a "promover el bienestar general".

¿A qué nos referimos? El intendente de San Isidro propuso entregar subsidios de hasta 350 mil pesos a los habitantes del asentamiento Uspallata, en Beccar, con la condición de que se radiquen en otros distritos. El proyecto que llegó al Concejo Deliberante tiene envoltorio de solución habitacional pero no es más que eso, apenas un envoltorio de política inclusiva cuyo verdadero objetivo es la expulsión de los pobres.

El jefe comunal concluye implícitamente que aquellos que viven en pésimas condiciones en términos de infraestructura y salubridad son, como aquel título de la película de Ettore Scola, "feos, sucios y malos". Con esa lógica perversa, no busca mayor equidad sino la eliminación del distinto. En vez de establecer desde su lugar de liderazgo político incentivos para integrarlos, de implementar obras para urbanizar barrios, los estigmatiza y, ahora, como si fuera poco, los condena al destierro. 

Aun si la superficie no fuera lo suficientemente extensa como para construir casas "con dimensiones mínimas necesarias", como fundamenta el proyecto, ¿por qué condiciona el subsidio a emigrar de San Isidro? ¿Por qué no facilita la compra de terrenos o el acceso a un plan de viviendas en el distrito?

Lejos de ser un tema de interpretación, la ordenanza es taxativa respecto al espíritu expulsivo, toda vez que sostiene que se ejecutará el otorgamiento de un subsidio "de un monto que no supera la suma de 350 mil pesos por vivienda para la compra o construcción de la solución habitacional elegida por cada familia, en otros municipios o provincias".

Ricardo Rivas, el secretario general de San Isidro, buscó aclarar este punto pero lo oscureció más. "No se trata de un acto de discriminación porque habilita a los vecinos a que compren en otro municipio porque con ese monto no les alcanzaría para invertir en la zona", explicó.

O sea, la solución que les da es que se vayan del distrito porque el distrito no tiene solución para un problema que generó el propio distrito. El asentamiento antecede a Posse y eso no es una excusa. Todos los gobiernos comunales son víctimas de una pesada herencia. Su obligación es afrontarla, no esquivarla. Más aún sabiendo que la voluntad de las 62 familias es quedarse en el lugar. Los Derechos Humanos en el asentamiento son permanentemente vulnerados, a tal punto que, según la denuncia del Defensor del Pueblo bonaerense, Carlos Bonicatto, sus habitantes "ni siquiera logran la atención del Hospital de San Isidro por no tener la tarjeta de ciudadano o porque el domicilio que figura en el DNI no existe".

Posse es un ubicuo dirigente que viró de radical a radical K, de radical K a denarcovaísta, de denarvaísta a aspirante macrista, y de aspirante macrista a massiclarinista, último refugio para competir por la gobernación.

Está a la vista su abrazo a la política de mano dura, acomodándose a los tiempos que corren y en concordancia con el discurso del líder del Frente Renovador. No obstante ello, su proyecto de expulsión no encontró eco ni siquiera en la familia de Sergio Massa. De todos, el que mayor reparo puso fue Sebastián Galmarini, cuñado del candidato presidencial. "Es ofensivo hacia los vecinos", consideró. El joven senador provincial nunca se llevó bien con Posse y esa interna quedó en evidencia con la sorprendente respuesta del intendente. "Él es villerista", le endilgó.

Pero no se quedó allí. Extendió ese neologismo hacia todos sus críticos. "Siempre va a rondar la misma gente. En el caso del cuñado de Massa, es villerista. Trabajamos sobre la base de reducción de villas de emergencia porque creemos que se dignifica a alguien que vive en una villa si tiene la posibilidad de salir de ese gueto. Hay posiciones villeristas para ir a molestarlos durante la campaña y cooptarlos", denunció.

Lo cierto es que referentes del propio massismo y de la oposición sanisidrense sospechan que detrás de la movida de Posse hay un negocio inmobiliario. Por eso, antes de que esos terrenos abonen a un barrio privado, apuran una iniciativa alternativa para asignárselos a los actuales ocupantes. Claro que para que sea viable deberán sortear otro obstáculo. El dueño original de las parcelas, Alberto O'Connor, las reclamó judicialmente ya que nunca recibió de la municipalidad el pago correspondiente por la expropiación dispuesta en 1997.

Massa no se quiso meter en el barro que involucra a Posse y Galmarini, a la sazón, dos de los máximos exponentes locales del Frente Rejuntador. "Tengo que hablar con ambos. Estará en la madurez de ellos encontrar un punto de síntesis", esquivó. Pero su cuñado no pudo detener su furia y recordó que el intendente ya había aplicado una política similar en el barrio La Horquillita al producir la salida de vecinos insolventes a cambio de dinero. Al parecer, la expulsión resulta la principal herramienta para erradicar las necesidades que pululan en el distrito.

Cuando Bussi ostentaba todo el poder en Tucumán convocaba al turismo asegurando que había liquidado la pobreza. Semejante cinismo de un represor despiadado nunca puede ser un ejemplo a seguir.

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