lunes, 22 de abril de 2013

Laberinto sindical

Por Pablo Galand, para revista Veintrés
 
Disputas políticas, fractura en cinco centrales y desconfianza son elementos que complican las negociaciones salariales. La estrategia del Gobierno y de los sindicatos. El dilema de Moyano.

La fractura del movimiento obrero en cinco centrales, la desconfianza que genera entre los dirigentes sindicales la perdurabilidad del congelamiento de precios y las disputas políticas que se dan en el marco de un año electoral, son elementos que se conjugan para que las negociaciones colectivas de este año muestren una complejidad mayor que en ediciones anteriores.

Atrás quedaron los tiempos en que el camionero Hugo Moyano sellaba con anticipación el acuerdo salarial de su gremio, convirtiéndose en el marco de referencia para el resto de los sindicatos. Ahora el Gobierno trata de establecer estrategias, como la de alargar los plazos de acuerdo, para de esa forma acercarse a los porcentajes reclamados por los sindicatos y brindar cierto marco de previsibilidad que exigen las patronales. Sin embargo, los acuerdos alcanzados son escasos. El 60 por ciento de los convenios colectivos vencen en mayo de este año, pero gremios poderosos como metalúrgicos y los vinculados al transporte todavía no los renovaron.

Con todo, la atomización que sufre el movimiento obrero atenta contra la posibilidad de llevar adelante acciones de alto impacto. Mientras la CGT de Antonio Caló y la CTA de Hugo Yasky siguen apostando a la vía del diálogo para lograr avances, entre Moyano y Pablo Micheli volvieron a instalarse las diferencias ideológicas y metodológicas que históricamente los separaron. A esto se agrega que en el seno de la CGT Azopardo empiezan a hacerse escuchar las voces de aquellos que no están dispuestos a acompañar al camionero en su aventura política, al lado de figuras como José Manuel de la Sota o Roberto Lavagna.

Cuando a fines de febrero Oscar Lescano, de Luz y Fuerza, cerró un acuerdo de 31 por ciento por espacio de 18 meses, en el Ministerio de Trabajo se entusiasmaron con que esa fuese la referencia para el resto de las negociaciones. Pero las esperanzas se esfumaron rápidamente ante la resistencia de los cuatro sindicatos ferroviarios y de los conductores de transporte de la UTA de estirar los plazos por más de un año. En el caso de estos últimos, la semana pasada venció la conciliación obligatoria y si en los próximos días no llegan a un acuerdo, su titular, Roberto Fernández, anunció que habrá paros progresivos en los servicios de corta, media y larga distancia. Reclama un aumento del 23 por ciento y la inclusión de una cláusula gatillo que permita una suba en caso de que se produzca una aceleración de la inflación. Las negociaciones las vienen llevando adelante funcionarios de la propia cartera que encabeza Carlos Tomada, teniendo en cuenta que gran parte de los salarios de los colectiveros se financia con los subsidios.

En el caso de la UOM, tampoco se llegó a un acuerdo, pero la situación no se presenta tan complicada. El martes pasado, las cámaras patronales ofrecieron un 18 por ciento de aumento, escalonado en tres cuotas, lo que fue rechazado por el sindicato que conduce Caló, que reclama un alza del 25 por ciento. A pesar de la diferencia, los actores involucrados creen que es posible llegar a un acuerdo en la próxima reunión, que se celebrará el lunes que viene. “Desde la UOM nos habían pedido que les elevemos una contraoferta antes del congreso que tienen en Mar del Plata (el jueves 17 y el viernes 18). Por lo tanto, tuvimos escaso margen de tiempo para elaborar entre todas las cámaras una propuesta bien estudiada. Creo que de acá al lunes vamos a poder mejorar la oferta y consensuar una serie de variables que puedan resultarle atractivas a la UOM”, le confió a Veintitrés el titular de una de las entidades empresarias.

Antes de que las negociaciones salariales ingresen en un terreno más farragoso, en la CGT que comanda Antonio Caló entienden que es imprescindible una reunión con Cristina Fernández. “Hace falta juntarnos para tratar cuestiones que exceden la agenda sindical”, afirma un dirigente del sector de los “Gordos” que mantiene buenos lazos con la Rosada. “Acá hay que encontrar un marco de acuerdo, para que el congelamiento de precios no se decida por teléfono. Con el aumento de las naftas quedó demostrado que así no se consigue. Nosotros queremos jugar a favor, darle al rumbo económico la mayor previsibilidad. Pero para eso hace falta tener claro hacia dónde vamos. Y para eso queremos juntarnos con la Presidenta”, completa la fuente. Los dirigentes guardaban la esperanza de que el encuentro se produjera antes del viaje de Cristina a Venezuela para presenciar la asunción de Nicolás Maduro. Por ahora, tendrán que seguir esperando.

Lejos de todo canal de diálogo, Moyano parece estar cada vez más decidido a dar la pelea en el terreno político antes que en el gremial. En la reunión del martes en la sede de Azopardo, ni siquiera se incluyó en el temario la posibilidad de participar en el paro nacional que convocó la CTA de Pablo Micheli para el próximo 15 de mayo. Para el dirigente de ATE resultaba fundamental contar con el respaldo del camionero para que la medida de fuerza tenga un verdadero impacto. Pero la reticencia de Moyano obedece a dos motivos. Por un lado, entiende que como novel dirigente político puede resultar “piantavotos” convocar a un paro ante un electorado que se opone al Gobierno pero que no apoya las medidas de fuerza y los cortes de tránsito como método de protesta.

Pero a su vez, Moyano trata de hacer equilibrio en el frente interno. Algunos de los dirigentes que siempre lo acompañaron en la CGT siguen creyendo que no es lo más acertado romper definitivamente con el Gobierno. Son los denominados “jesuitas”, encabezados por Omar Plaini, de Canillitas; Juan Carlos Schmid, de Dragado y Balizamiento, y su hijo Facundo, quienes respiraron aliviados al saber que no formarán parte del paro nacional.

Las diferencias con otros dirigentes decididos a romper lanzas con el Gobierno quedaron expuestas en una de las últimas reuniones de la mesa chica de la CGT. Allí, en medio de una acalorada discusión, el dirigente judicial Julio Piumato calificó de “tibio” a Facundo Moyano. La respuesta del joven diputado fue contundente: “Yo no hago oposición estúpida”, dijo e inmediatamente se levantó de la mesa.

Las discrepancias pasaron de lo discursivo a los hechos. La mañana del miércoles y con la presencia de Moyano, Piumato iniciaba con un acto en Tribunales el paro de 72 horas de los trabajadores judiciales en contra de las leyes de reforma judicial. “Impulsan leyes que van a seguir afectando los derechos de los trabajadores judiciales y de todos los trabajadores”, afirmaba. En el mismo momento, Plaini y Facundo Moyano ocupaban sus bancas en la Cámara de Diputados para apoyar las tres leyes sobre la reforma judicial, impulsadas por el Frente para la Victoria. Minutos antes, los memoriosos en el Congreso recordaban que hacía más de un año que los dos diputados sindicales no formaban parte de una reunión del bloque. 

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