miércoles, 24 de abril de 2013

La Alegoría de la Caverna

Editorial. Por Soledad Sganga

Platón en su libro República, capítulo VII, da cuenta de la Alegoría de la Caverna. En ella explica como podemos captar el conocimiento a través de dos mundos: un mundo sensible (conocido a través de los sentidos) y un mundo inteligible (conocido sólo a través de la razón).

En la Caverna se encuentra un grupo de hombres, prisioneros desde su nacimiento, que sólo pueden ver la pared sin girar la cabeza. Se ve un pasillo, una hoguera y la salida de la Caverna. En ese pasillo, gracias a la luz del fuego se ven las sombras, que son tomadas por ésos hombres como la verdad. 

Hasta que uno de ellos logra salir y se encuentra con otra realidad diferente. La alegoría finaliza cuando éste hombre regresa a la caverna para liberar al resto de los hombres y éstos se burlan, y dice Platón que estarían dispuestos a matarlo cuando tengan la oportunidad.

La marcha del pasado 18 de abril, trajo a mi memoria esa alegoría estudiada en los primeros años de la carrera. Los dos mundos, el de la razón y el de los sentidos, el hombre que salió y los hombres que quedaron dentro. 

Luego de la larga noche neoliberal, donde sólo existía un mundo: el del engaño, a partir del 2003, a través de la política se expulsó a la sociedad de esa caverna. La sociedad se vio cara a cara con otra realidad, y con la política en el centro de sus vidas. Y ahí entraron en conflicto ambos mundos, sentidos y razón, enterrando supuestamente al del engaño.

El neoliberalismo hizo que a través de los sentidos la sociedad capte la realidad que se mostraba, anulando la razón. El uso de la razón les pertenecía a ellos y el resto sólo tomaba como única realidad lo que ellos decían. ¿Cómo? A través de los medios de comunicación. Tomándolos como los portadores únicos de la verdad más absoluta, sin cuestionamientos.

La verdad se redujo a los zócalos de los canales de noticias. Para luego ser tomada en las diferentes consignas que sustentan la manifestación o cacerolazo último.

La corrupción, el INDEC, la inflación, la AFIP, la dictadura K, la falta de libertad de expresión, la presión a la justicia, la presión hacia los poderes del Estado.

Es más que conocido que las mediciones del INDEC están fuertemente cuestionadas, pero nadie puede explicar porque en los 90 nadie lo cuestionaba, cunado dentro delas mediciones se encontraban productos como rosas importadas, producto que no es de primera necesidad. Se está trabajando y de hecho en octubre se implementará un nuevo IPC. Se habla de la inflación, sin reparar en quiénes realmente la provocan, sin reparar en los acuerdos de precios implementados para poder controlarla. 

Aún con esas medidas, falta mejorar, pero no se puede decir que no se están tomando medidas para combatirla y desconociendo que el crecimiento de los salarios gracias a las paritarias fue superior al crecimiento de la inflación. Las medidas tomadas desde la AFIP, en cuanto a las divisas extranjeras, haciendo que se declare la procedencia y el destino de la compra de dólares, preservando las reservas del Banco Central y evitando la fuga de capitales, son tomadas como una violación a los derechos individuales, llegando a calificar al organismo como “La Gestafip”, en referencia a la Gestapo.

Las muestras de odio, los deseos de muerte, frases destituyentes pronunciadas por los miembros de la oposición llamando a evitar una votación en el congreso paradójicamente en defensa de las instituciones. La falta de libertad de expresión gracias a la cual podemos escuchar y ver esas expresiones de odio,insultos y violencia, todo enmarcado en un contexto que dicen que es peor que la última dictadura militar.

El derecho a la protesta es un derecho constitucional, que de hecho fue libremente ejercido en todos y cada uno de los cacerolazos realizados, contradiciendo una de las principales consignas, la dictadura.

Más aún, fue Néstor Kirchner quien decretó la no represión de las protestas sociales. No han existido incidentes entre los manifestantes y los miembros de las fuerzas.

Todo lo contrario, los incidentes de violencia se han dado gracias y entre “los hombres de la caverna” ante una loca realidad, la cual resisten y condenan.

La violencia física y verbal a periodistas de distintos medios que quedaron atrincherados en sus móviles, la utilización de gas pimienta, hasta llegar al extremo de intentar linchar a un militante del PRO, que estaba participando activamente de la marcha, pero que al ver el intento de entrar al Congreso, se opuso y trató de evitarlo. Por ese hecho dicen haberlo confundido con un infiltrado, lo que le mereció el repudio, golpes, insultos y corridas por parte de los manifestantes hasta quedar también atrincherado en un kiosco para preservar su integridad física. Y con éste hecho volvemos al final de la alegoría. El intento de matar al que intenta mostrarles otra realidad.

De la misma forma que no se pueda estar un 100% de acuerdo con un modelo o proyecto político, tampoco se puede estar 100 % en contra todo.

En lo personal, me incluyo dentro de éste proyecto, el cual defiendo, con sus aciertos y sus errores. Tomando las cosas desde los dos mundos, a través de los sentidos y a través de la razón. Con pensamiento crítico y poca o mucha capacidad de análisis.

Ni la razón ni los sentidos me permiten entender, el odio y la violencia instalada en cierta parte de la sociedad, que tiene exacerbado al extremo el mundo sensible, anulando totalmente el raciocinio.

La prueba de esto ya no está siquiera en los insultos, ni en las consignas de la protesta. La prueba está en la agresión a ese militante del PRO que se opuso a una acción violenta.

El odio no los deja ver y tan ciegos están que no pueden ya distinguir entre un infiltrado o un manifestante propio que lo único que hizo fue intentar evitar que entraran al Congreso.

Ya lo decía Platón: “lo intentarán matar en cuanto se les presente la oportunidad”.


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