domingo, 15 de diciembre de 2013

Mandela llegó a su última morada entre vítores, lágrimas y danzas

Acunado por danzas, lágrimas y vítores, el cuerpo de Nelson Mandela llegó ayer a Qunu, la pequeña aldea del sureste sudafricano que lo vió nacer y que desde mañana será la última morada del hombre que pagó con 27 años de cárcel su lucha por la dignidad humana.
 
Amontonados en las poblaciones vecinas y a lo largo de la ruta que va desde el aeropuerto de Mthatha, cercana a Qunu, miles de personas saludaron la caravana que transportaba a Madiba, como le llaman sus seguidores a Mandela.

Vestidas con los atuendos tradicionales xhosa, la etnia mayoritaria de la zona, grupos de mujeres danzaban y cantaban en su lengua en homenaje al hombre que logró liberar a los sudafricanos del apartheid.

Junto a ellas, hombres jóvenes y viejos, pero todos con el rostro sombrío, lucían camisetas multicolores con la cara estampada de Mandela y levantaban sus brazos a medida que avanzaba la motorizada procesión.

Pero la triste algarabía de los saludos y las danzas se transformó en vítores cuando el cortejo fúnebre llegó, a media tarde, a Qunu escoltado por un fuerte convoy de las fuerzas de seguridad, entre los que había policías militares, tanquetas del ejército y helicópteros.

Cantos y bailes fueron reemplazados por vivas al líder y a su partido, el gobernante Congreso Nacional Africano (CNA), mientras la furgoneta que llevaba el féretro de Mandela, envuelto en una bandera negra, dorada y verde de Sudáfrica, se dirigía hasta la antigua casa del ex presidente.

El féretro fue transportado hasta Mthatha por un avión Hércules C-130 desde Pretoria, donde otra multitud -en su mayoría negra, pero en la que también había blancos- desfiló durante tres días ante la capilla ardiente del viejo luchador que murió el 5 de diciembre, a los 95 años.

Previo a ello, Mandela fue despedido en una emotiva ceremonia organizada por CNA, en la base aérea de Waterkloof, cerca de Pretoria, a la que asistieron familiares y funcionarios.

Las lágrimas brotaron cuando Graça Machel, la viuda de Mandela, recibió de manos del presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma, la enseña nacional que cubría el ataúd de su marido.

Hasta ese momento, Machel, vestida de estricto luto, se había mantenido incólume escuchando con atención los discursos junto a Zuma y a la ex esposa del líder sudafricano, Winnie Madikizela Mandela.

Mientras tanto, en Johannesburgo, la ciudad más rica y poblada del país, dolientes ciudadanos y turistas recorrían los lugares donde Mandela hizo historia en su batalla contra el aparheid, el brutal régimen de segregación racial que finalmente fue erradicado en 1992.

El Museo de la Casa de Mandela, en el antiguo gueto negro de Soweto, escenario de las más sangrientas represiones por parte de la minoría blanca, fue uno de los sitios emblemáticos más visitado.

El avión, en el que Machel acompañó a su marido, fue recibido en el aeropuerto de Mthatha por miles de personas que gritaron y lloraron cuando vieron que la nave se posaba en la pista y luego comenzaron a movilizarse para tratar de acercarse a Qunu.

En esa pequeña aldea, el clan Thembu del ex presidente oficiará mañana una ceremonia tradicional como parte del funeral de Estado al que está previsto que asistan unas cuatro mil personas, entre ellas una veintena de mandatarios y dirigentes de todo el mundo.

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