sábado, 4 de agosto de 2012

La vergüenza oculta: la verdad de la campaña contra Víctor Hugo

Por Rubén Pereyra, para revista Veintetrés

Los que acusan al periodista tienen un pasado vergonzoso que ocultar. El rol de Danilo Arbilla, funcionario de la dictadura uruguaya que cerró medios y llevó a la cárcel a varios trabajadores de prensa. Los motivos, los cómplices y los objetivos en esta nota de la revista Veintitrés.

"La vergüenza oculta” es un trabajo de Melvin Lansky, médico del Instituto Psicoanalítico de Los Angeles, que sin conocer nada de la política latinoamericana ni de las dictaduras uruguaya y argentina, definió en pocas líneas el comportamiento de los acusadores del periodista y locutor Víctor Hugo Morales: “Sentimos vergüenza (la emoción) cuando nos exponemos ante nosotros mismos o ante terceros como deficientes, indignos de ser queridos o decepcionantes, en relación a algo que ya ha ocurrido”. La ignorancia del autor de esta nota, tanto en este campo como en tantos otros, impedirá avanzar en un análisis más detallado del comportamiento (ahora sí) vergonzante del Grupo Clarín, de la Editorial Perfil, del diario La Nazión y del periodista Jorge Lanada. Exceptuando a este último, quien reconoció que en esa época trabajaba de mozo (lástima no habernos cruzado, yo era lavacopas en la pizzería de Las Flores y Mitre, en Wilde), tanto Héctor Magnetto como Bartolomé Mitre y Jorge Fontevecchia tienen pergaminos dignos de ocultar por su posición ante los dictadores. Intentar vincular políticamente a Víctor Hugo Morales con quienes fueron sus perseguidores no resiste el menor análisis si no se apela a Lansky. Sólo ocultan su propia vergüenza.

Vamos a recordar el comportamiento de estos medios durante la larga noche que va de 1976 a 1983, para luego analizar qué hicieron esos mismos medios ante la dictadura uruguaya. También la vinculación con funcionarios uruguayos que participaron de ese gobierno con cargos jerárquicos y que, desde ese lugar, censuraron y cerraron medios. Claro, la vergüenza oculta hace que sólo se ocupen de dos picaditos de fútbol y una grabación para vincular al popular relator uruguayo con un gobierno que en realidad lo persiguió y hostigó incansablemente hasta que debió venirse a trabajar a la Argentina, en 1980.

Conocida es la tapa del diario Clarín del 24 de marzo de 1976: “Nuevo gobierno” y, más abajo, “Comunicados de la junta militar”. Nunca una palabra de condena, ni siquiera la mención a la interrupción del orden democrático, ni a la detención ilegal de quien era hasta ese momento la presidenta constitucional, María Estela Martínez de Perón.

Quizás hasta fue más jugada la tapa del conservador diario La Nazión: “Las Fuerzas Armadas asumen el poder; detúvose a la Presidente”. Más abajo, el diario de los Mitre publica una artículo cuyo título reza “En La Plata la acción terrorista fue dominada”. No se refiere, por supuesto, a los terroristas que usurparon el poder ese mismo día.

¿Y Perfil? Si bien Jorge Fontevecchia era muy joven, su escasa comprensión de los hechos le daba para escribir como director de La Semana, que apoyó desde un primer momento a la dictadura de Jorge Rafael Videla. En 1977 Fontevecchia escribió: “Cambio 16 es una revista semanal que se publica en Madrid. Su tendencia puede calificarse de izquierdista y su material orilla en algunas ocasiones la apología de la violencia (…) Como es obvio sus notas se ocupan prolijamente de hostilizar al actual gobierno y la prédica se centra en un tema de gran consumo en Europa: el de los derechos humanos”.

Para justificar su postura, Fontevecchia publicó hace muy poco, el 21 de agosto de 2010 (hace apenas dos años), lo siguiente: “En 1976 no se podía saber que la última dictadura sería infinitamente más cruel y macabra que las anteriores…” Huelgan los comentarios.

Pero crucemos el Río de la Plata, que une la Argentina con Uruguay, para enterarnos si los que hoy acusan a Víctor Hugo Morales tuvieron una actitud diferente ante el golpe que tres años antes había interrumpido el orden democrático en el vecino país.

El personaje de la vergüenza oculta tiene nombre y apellido: Danilo Arbilla, director de Difusión e Información de la Presidencia durante la dictadura en Uruguay. Para más datos, periodista, presidente de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) en el 2000 y, además, columnista de La Nazión y de Editorial Perfil. Además, en 1999 visitó la redacción del diario Clarín como parte de la SIP. Nunca se dice, en ninguna de esas publicaciones, que Arbilla fue funcionario de la dictadura uruguaya y que censuró medios.

Tampoco se dice, en la aclaración de firma de esos artículos, que por su actuación en la dictadura, cuando Arbilla fue designado al frente de la SIP, La República y otros medios uruguayos cuestionaron el nombramiento y se fueron del organismo. En su país, Arbilla era conocido por clausurar y cerrar medios, además de perseguir periodistas. La Nazión y Clarín callaron esta discusión, nada informaron en sus publicaciones y de este modo protegieron a este cómplice de los dictadores.

En su paso por la función pública, Danilo Arbilla, como se dijo, ocupaba el cargo de director de Difusión e Información desde 1972. El 27 de junio de 1973, cuando los militares terminaron de derrocar al gobierno títere de Bordaberry, Arbilla permaneció en el cargo no obstante reconocer que el golpe significó un “quebranto institucional”. Reconocería en una entrevista posterior, en 1993, con el diario El Día: “Tuve la disyuntiva y me quedé”.

En ese mismo reportaje, aseguró que en eso que él llamó “período de gobierno” y no dictadura militar “no todo fue tan malo”. Pero la historia que cuenta el diario La Republica, de Uruguay, dice que durante el tiempo en que Arbilla permaneció en el cargo hubo 14 clausuras definitivas de medios, 159 clausuras transitorias, se requisaron tres diarios extranjeros, un libro y una revista de la Unesco. Fueron presos dos directores de periódicos y un dirigente de la Asociación de Periodistas Uruguayos, organismo al que se le confiscó la colonia de vacaciones. Además, decenas de periodistas fueron encarcelados y tres periodistas murieron en la cárcel, años después, debido a las torturas.

Según consta en el archivo de ese diario “desde el golpe de Estado de 1973 hasta fines de 1975, período en que Arbilla se reconoce como director de Difusión e Información de la Presidencia (dictadura), cayeron presos y posteriormente fueron al exilio -entre otros- Carlos Quijano, director de Marcha, y Eduardo Viera, director de El Popular. Héctor Rodríguez, periodista de Marcha y de Respuesta, fue detenido, salvajemente torturado y condenado a prisión por más de ocho años”.

Agrega el artículo publicado por La República en octubre de 2000, cuando Danilo Arbilla estaba a cargo de la presidencia de la SIP: “Los dirigentes de APU Carlos Borche -reconocido nacional e internacionalmente por su lucha en defensa de presos políticos paraguayos y por su papel en la erradicación de la enfermedad de Chagas en nuestro país- y Santiago Puchet, junto al fotógrafo ‘El Gallego’ González, fueron de los primeros exiliados en 1975 en la embajada mexicana. Decenas de periodistas de El Popular fueron detenidos en ese período que va entre 1973 y fines de 1975 y condenados a prisión en el Penal de Libertad, luego de pasar por ‘El Infierno’. Entre la larga lista se encuentran José Jorge Martínez, Rodolfo Porley, José Luis Piccardo, Rubén Acasuso e Ismael Weismberger”.

Para ilustrar un poco más acerca de este personaje, vayan dos párrafos de sus colaboraciones en Perfil y La Nazión. El 30/12/2010 escribió para la editorial de Fontevecchia un análisis de las elecciones brasileñas y el cambio de gobierno: “La cuestión es que Dilma deberá encarar su gobierno con algunos ‘temitas’ de arrastre, y alguna recomendación especial. Uno de aquellos es el que tiene que ver con la actuación de las Fuerzas Armadas durante la era militar, el cual Lula siempre ‘pateó’ para el costado o ‘para adelante’. No enfrentó a los militares y logró ocho años de equilibrio. Pero este es un tema que puede estar mucho tiempo aletargado o postergado y transformarse en un momento dado en punto candente de la agenda política y social. Ha ocurrido en la región y fuera, por ejemplo en España. Para la presidenta brasileña, por ser una guerrillera amnistiada, el tema, además, se le hace más complejo y delicado”.

En La Nazión, el 29 de noviembre de 2009, escribió un artículo sobre las elecciones en Uruguay, especial para ese diario, que tituló: “De la guerrilla a la antesala del poder”. Allí afirma: “Si el ex guerrillero tupamaro José “Pepe” Mujica gana hoy la segunda vuelta y es electo presidente uruguayo, se habrá cumplido un proceso dialéctico casi impecable desde que los tupamaros iniciaron sus acciones a principios de los ’60, cuando el Uruguay vivía en democracia, y hasta el propio Ernesto ‘Che’ Guevara desestimaba la violencia o la revolución como vías válidas o necesarias para llegar al poder en este país. En aquellos tiempos, tras la guerrilla vino el ejército y cayó la democracia -los militares derrotaron a los tupamaros y tomaron el poder-. Luego volvió la democracia, y en el marco de este régimen es que ahora el ex guerrillero accede a la primera magistratura”.

Nótese que para el autor los tupamaros fueron quienes interrumpieron la democracia en el vecino país y después “vino el ejército”.

Queda claro entonces, una vez más, quién es quién en la política argentina y cómo se posicionó cada cual respecto del golpe de Estado en Uruguay. Las tapas neutras de Clarín en esos días de junio de 1973, coincidentes con la “neutralidad” de marzo de 1976, muestran una conducta que deben ocultar para poder operar con algo de sentido contra un periodista creíble y que sí fue perseguido por la dictadura de su país.

Su defensa política la hace el mismo Víctor Hugo Morales en su sitio de Internet y en su programa La Mañana, por Radio Continental. También lo hace en una pequeña entrevista que acompaña este artículo y que tuvo la deferencia de contestar desde Londres.

Por qué eligen al uruguayo como destinatario de sus operaciones mentirosas resulta evidente: es hoy uno de los periodistas de mayor prestigio del país y uno de los más creíbles. Pero tiene un defecto: sin dejar de ser crítico, apoya muchas de las medidas del Gobierno y mantiene un enfrentamiento histórico con el Grupo Clarín. Una posición poco digerible para quienes desde 2008 mantienen una actitud destituyente. Basta mencionar el apoyo incondicional de referentes de los derechos humanos como Estela de Carlotto, Hebe de Bonafini y Taty Almeyda para darnos cuenta de que algo huele a podrido en la información publicada el fin de semana pasado en la revista Noticias y en el programa Periodismo para Todos, que conduce Jorge Lanata. Y algo que huele a podrido mejor ocultarlo, como la vergüenza.

Informe: Graciela Moreno y Lucas Cremades


El uruguayo se defiente: "Fui, sin darme cuenta, muy persistente en la denuncia".

Estuvo en boca de algunos periodistas que salieron a pegarle debido a cuestiones vinculadas con su pasado. Aparecieron un par de fotos junto a un coronel de su país, en la década del ’70. Lo relacionaron con un sector militar de la dictadura uruguaya. Víctor Hugo Morales, en tanto, se defendió. Mostró en su página web las carpetas que tenía la Junta de Comandantes del Servicio de Inteligencia de Defensa, donde la dictadura lo cataloga de comunista y algo peligroso para su nación. Más allá de esto y frente a una consulta de Veintitrés, el relator habló de esta situación.

–¿Por qué cree que lo atacan en este momento?

–En los grandes temas el lado Magnetto de esta historia está sin argumentos. Papel Prensa, la grilla, la libertad de expresión, Cablevisión, el Fútbol para Todos, la Ley de Medios, etcétera. En todos estos temas he dado pelea. Si pudieran decir algo respetable para la inteligencia no estarían tan enojados. Nos sobrarían, tendrían más humor. No hay forma, están flojos. Entonces tienen que matar como sea al que los expone. Yo he sido, sin darme cuenta, muy persistente en la denuncia. Lo que digo desde hace quince años sobre el grupo no les dolía. Pero ahora, el contexto es mucho más favorable para quienes los visualizan como un verdadero cáncer moral.

–¿Qué pasó en aquel momento?

–Los archivos de la propia dictadura podés verlos en mi página, dicen que fui un hombre de la contra con la dictadura militar. Está bien visualizado como tal. Un militar que fue un buen tipo que nos advirtió y aconsejó sobre ciertos riesgos de la época, tonterías si se quiere, pero mostrando afecto por nosotros, fue contactado a partir de lo que yo mismo había contado muchas veces (hay en mi página una nota del diario El País de 2006). Estará grande, se habrá enojado al cabo de 35 años de no verme. Naturalmente es un hombre de derecha, quizás agudizada la posición de los años y de dos partidos de fútbol, jugados con 20 compañeros periodistas, armó una historia de que yo me la pasaba en el cuartel. Con eso construyeron una historia que como ejercicio de “estilo” cualquiera puede hacer sobre cualquier persona. Una historia producida desde aquí, contratando un tipo que detectaron como muy contrario a mí, por una nota en un blog. Lo armó un periodista de acá, lo pagó la gente del grupo, vieron un gran negocio después. Y en eso están.

–¿Usted podía no saber lo que pasaba en aquel momento en Uruguay?

–Lo de Uruguay estaba bajo control y hasta hace pocos meses nada se dijo nunca de desaparecidos. No hubo un plan así. Tenían la situación controlada y la vida continuaba. Los que estábamos en contra, igual mostrábamos la hilacha, demasiado expuestos, pero lo hacíamos. Fui llevado no menos de cuatro veces a dar explicaciones. Respaldé públicamente a gente que se oponía al régimen, di la voz del estadio a exiliados, hice campaña para ir a los Juegos Olímpicos de Moscú. Fui prohibido con anuencia de la dictadura que luego debió dar marcha atrás. Caí preso casi un mes por una pelea en un partido de fútbol, les cambié la canción del Mundialito. Me fui del país. Qué más.

–Los que lo acusan dicen que algo debía saber.

–No hay acusación de nada. La síntesis de los militares de ese cuartel es que yo iba y charlaba de fútbol con los cadetes, sólo de fútbol. Que fui más veces que las dos que estuve allí con todos mis amigos y con eso armaron la historia. Me estás preguntando desde un lugar en el que debo dar explicaciones por lo que ellos han instalado. Di por lo menos una charla en Campo de Mayo en 1982 u ’83 y participe de un cóctel, recuerdo a un coronel Conde como un anfitrión bien dispuesto. Pero hablaba de mi ideal izquierdista en los medios, peleábamos desde Cada loco con su tema en Sport 80 diciendo cosas increíbles del régimen, sugeridas, pero claritas. Se dan relaciones inevitables para quienes están más expuestos. El militar uruguayo que hace las declaraciones era quizás un cholulo o un tipo bien inspirado .Y para que quede claro, lo sabían mis amigos tupas de Colonia, los que ya estaban fuera de la cárcel. Eran, claro, los únicos que conocía. Uno de ellos llegó a trabajar conmigo como relator aquí en Buenos Aires.

–¿Hará alguna presentación judicial?

–Lo haré, creo que ya está en marcha. Claramente es una campaña. En Uruguay y aquí.

–¿Estima que es una operación mediática o lo atacan por sus posiciones políticas?

–Una cosa es la otra también. Me quieren eyectar del mundo. Es una mafia que aún no mató a balazos. Te quiere asesinar de otra manera. Y me han dejado malherido, pero vivo.

NdR: la deformación del nombre del órgano de prensa de la derecha reaccionaria argentina (La Nazión por La Nación) y del apellido del periodista estrella del Grupo Clarín (Lanada por Lanata), son responsabilidad de la redacción de Currín On Line y no del autor de la nota.

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