martes, 29 de enero de 2013

Insólita disputa en el PRO por el destino final de los viejos coches de la línea A

El jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larrata, habló de hacer un asado. Las ideas de Dietrich, Santilli y Lombardi para corregirlo. 

Hacer un asado con madera barnizada puede intoxicar gravemente a los comensales. Ese fue el secreto de la gastronomía criolla que omitió el jefe de Gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larrata, cuando propuso hacer un asado con los vagones belgas “Le Brugeoise”, los coches que recorrieron las vías de la línea A entre el 1 de diciembre de 1913 y el 12 de enero pasado. 

Las formaciones, construidas por el taller Brugeoise, Nicaise et Delcuve, fueron calurosamente despedidas por usuarios, trabajadores, especialistas, y hasta por el embajador de Bélgica Thomas Antoine. Estuvieron casi todos, salvo la empresa pública Subterráneos de Buenos de Aires (SBASE), el propietario estatal de los coches y, desde el 2 de enero, el administrador del subte porteño.

El silencio de la empresa SBASE sobre los vagones fue ocupado por las palabras de Rodríguez Larrata. Sus pasiones asadoras, confesadas en una entrevista radial al periodista Samuel Gelblung, cosecharon una tormenta de críticas de vecinos, opositores y organizaciones protectoras del  patrimonio histórico. 

La polémica sumó un nuevo obstáculo para el estreno macrista del subte porteño y resultó la antesala de una curiosa interna que se desató cuando tres funcionarios porteños buscaron remplazar el error comunicacional del ministro coordinador por una “tormenta de ideas”.

Las iniciativas buscaron resolver la incertidumbre del gobierno porteño sobre el destino de los vagones, pero en su lugar, dejaron en evidencia que la comuna, por ahora, no tiene más interés que dejar los vagones en el depósito que tiene SBASE en el barrio de Parque Avellaneda. 

El primero en deslizar un posible futuro para los coches fue el subsecretario de Transporte porteño, Guillermo Dietrich, que propuso transformarlos en "bicicleteros", o puntos de distribución de bicicletas para conectar la red de bicisendas con algunas cabeceras del subte. 

La idea de Dietrich sumó al ministro de Ambiente y Espacio Público, Diego Santilli, como competidor que propuso destinar a los coches  como "centros verdes de formación ambiental" al servicio de la Agencia de Protección Ambiental. 

Pero el debate de llenarlos de bicicletas o transformarlos en "stands ambientales móviles", sumó al ministro de Cultura, Hernán Lombardi, como tercer oferente. El ex funcionario del presidente Fernando de la Rúa, aseguró que "se pondrán dos vagones en diez plazas", dentro de un plan previsto para crear diez bibliotecas con los coches. "tendrán un sistema impermeabilizante para evitar el deterioro",  prometió Lombardi, tras asegurar que "los libros serán aportados por la Ciudad, con un mecanismo de intercambio entre los vecinos con las bibliotecas".

Ninguna de las tres propuestas, que los funcionarios ventilaron a la prensa, ha sido adoptada definitivamente por el procesado Mugrizio Macri, pero quedaron como parte de una discreta puja al interior de su gestión para encontrarles destino a los coches. El problema, admiten dentro del gobierno, es que el apuro de los tres funcionarios por venderles esas ideas a los medios, dejó en evidencia la ausencia de un plan concreto para los viejos coches que, según la Asociación de Amigos del Tranvía (AAT), pueden tener un valor de mercado superior a los cien mil dólares por pieza.

Pero los propietarios estatales de esas piezas de museo recién están sacando los coches de los túneles que transitaron durante 99 años. Cuando comenzaron los traslados hacia el taller Mariano Acosta, hace tres días, la empresa SBASE informó que había finalizado "el exhaustivo relevamiento" de los vagones, "ante escribano público" y había concluido que hay "104 coches existentes en la flota". El organismo no detalló cómo se compone ese total, pero sostuvo que están pintados con graffitis, rayados, con agujeros, pisos deteriorados, tienen faltantes de piezas y materiales, sus carrocerías están picadas, hay "coches desmantelados" e "incendiados y chocados fuera de servicio".

El texto no aporta detalles y difiere ampliamente del último inventario realizado por SBASE el 7 de noviembre pasado, concluido dos meses antes de la salida final de servicio de los vagones. El documento, titulado "Estado de la flota en servicio en la Línea A", fue difundido por el medio especializado en el subte.com y revela que el "39 % de la flota está detenida por averías muy fácilmente subsanables". Ese porcentaje habla de 33 vagones deteriorados, 58 en servicio y cuatro en mantenimiento, es decir, un total de 95 coches. Dos meses después, la misma empresa dice que posee 104, pero en ningún momento recordó que la flota activa ronda los 70 vagones, la misma cifra de coches activos que habían anunciado los metrodelegados. 

Esas zonas grises, dejan interrogantes sobre la urgencia que le imprimió la gestión PRO a la salida de los vagones, cuyo estado les habría permitido evitar el cierre total de la línea A por dos meses. Desde la empresa conducida por Piccardo no quisieron explicar las curiosas diferencias de inventario que aparecieron en 60 días, aunque se limitaron a asegurar que "SBASE está realizando gestiones para donar parte de los materiales de los coches a entidades de bien público, tanto nacionales como internacionales, que estén consustanciadas con la preservación del patrimonio ferroviario" para "crear el Museo de Transporte Eléctrico de la Ciudad de Buenos Aires, en los términos descriptos por la Ley 2796"

El anuncio no mencionó una palabra sobre las tres opciones que barajaron Dietrich, Santilli y Lombardi, que se llamaron a silencio, luego de un discreto reto comunicacional por quedar off side.

Son impresentables. Del primero al último.

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