Por Ariel Bargach, enviado especial de Télam
Cerca de 19 millones de venezolanos tendrán mañana una responsabilidad que parte del mundo mira con atención y Latinoamérica con especial interés: la de decidir si Hugo Chávez y la Revolución Bolivariana se quedan seis años más al mando del país, o si a la tierra de Simón Bolívar le llegó la hora de un cambio.
Semejante definición le tocará a los venezolanos habilitados para votar en las más difíciles elecciones que le tocó atravesar a Chávez desde que asumió el gobierno, en 1999, en buena medida por la campaña y el discurso de su adversario, Henrique Capriles Radonski, para quien ya son suficientes los 14 años de gestión del mandatario.
Lo que pase en las urnas mañana será clave porque Chávez hace rato que dejó de ser un protagonista únicamente de la realidad venezolana y extiende su influencia en Sudamérica y el Caribe, pero también porque se juega la chance de un proyecto de izquierda, avalado una y otra vez en las urnas, que modificó la historia del país.
Y el reto es especialmente atrapante para la región porque varios mandatarios comparten, con matices, el visión del socialismo del siglo XXI que Chávez encarna.
Apenas asumido, Chávez puso en marcha un proyecto de liderazgo regional que se concretó en la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), una iniciativa que agrupa a nueve países y que fue hecha casi a su medida, pero también, aunque con otro peso y otro rol, en la Unión de Naciones Suramericana de Naciones (Unasur).
Fronteras adentro y ayudado por la excelente renta petrolera, Chávez, de 58 años, mantuvo una tarea de indiscutible corte social con una serie de planes (misiones) que apuntaron a sectores históricamente ignorados por quienes mandaban en el Palacio Miraflores: los jóvenes, los adultos de la tercera edad, las franjas más postergadas y los trabajadores.
Decisiones como esas le valieron la adhesión incondicional de vastos sectores que estaban ya no fuera de las políticas públicas, sino del sistema mismo, y la reprobación total de las capas más acomodadas, éstas con la influencia de los medios tradicionales, lo que llevó a Venezuela a un inédito nivel de politización y, consecuencia directa, de polarización.
Ese doble rasgo politización-polarización se hacía fuertemente visible hoy en las discusiones nada disimuladas de los puestos de venta callejera de Caracas, en los carros de comidas y en los puntos de encuentro de las moto-taxis, el medio de transporte por excelencia en la capital si se quiere demorar menos de 40 minutos para ir a cualquier lugar.
Le jugó en contra al presidente cierta burocratización en algunas de las puestas en marcha de esos planes sociales, una tasa de inseguridad que no paró de crecer, casos de corrupción en capas medias de la administración, una alta inflación y, claro, el desgaste lógico que suponen 14 años al mando del Ejecutivo.
Pero, además, en estas elecciones juega un papel destacado la existencia de una oposición que entendió que no había forma de derrotar al mandatario sin aliarse y que se encolumnó fervientemente detrás de un candidato, en lo que constituye la carta más seria de triunfo desde que Chávez entró por primera vez a Miraflores.
Chávez llega a la pulseada de mañana como candidato del oficlaista Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), al que se sumaron 10 organizaciones, integrantes del Polo Patriótico.
Ello son los partidos Comunista, Movimiento Electoral del Pueblo, Tupamaro, Unidad Popular, por la Democracia Social, Nuevo Camino Revolucionario, Independientes por la Comunidad Nacional, Revolucionarios Organizados por Venezuela, Revolucionario del Trabajo y Redes.
A Capriles Radonski lo respaldan Un Nuevo Tiempo Contigo, Primero Justicia, Movimiento de Integridda Nacional, Unidos para Venezuela, Vanguardia Popular, Fuerza Liberal, Democracia Renovadora, Nosotros Organizados Elegimos, Claridad Ciudadana, Avanzada Progresista, Movimiento Ecológico por Venezuela, Unidad Visión Venezuela y Voluntad Popular Activista, entre otras fuerzas.
Chávez llega a la compulsa tras haber logrado, en febrero del 2009, una enmienda constitucional que habilitó la reelección ilimitada, y si bien no debió afrontar ningún proceso interno, jugó una pulseada más compleja: a mediados del año pasado se le detectó un cáncer, por el que fue intervenido y tratado en La Habana.
En parte por eso tuvo una campaña más calma de lo que habitualmente tenía, apareció más en los medios y reservó fuerzas para el último tramo, en el que volvió a ganar la calle. Su salud, eso sí, no fue tema de la campaña.
Capriles Radonski ganó el derecho a ser candidato al imponerse en febrero a otros cuatro aspirantes de la MUD, en elecciones internas. Desde entonces, se propuso visitar varias veces cada estado, e inició una intensa campaña que lo llevó, en algunos casos, a tener tres actos por día.
También se presentan, sin ninguna chance, Orlando Chirino, por Socialismo y Libertad; María Bolívar, por el Partido Democrático Unidos por la Paz; Reina Sequera, por Poder Laboral; Luis Reyes, por la Organización Renovadora Auténtica.
Los comicios marcarán también el debut del Consejo Electoral de la Unasur en la tarea de acompañamiento, con un grupo técnico encabezado por Carlos "Chacho" Alvarez, que lleva varios días en Caracas y el interior auditando el sistema electoral.
El grupo ya dijo varias veces que no existe ninguna chance de irregularidades y hasta consideró que el sistema debe ser "referencia para los países de la región".
Las definiciones sobre la limpieza del sistema se volvieron clave a la luz la reticencia de los dirigentes de la MUD a hacer pública su decisión de aceptar los resultados, un anuncio que sí le hicieron en privado a los delegados de la Unasur.
La cuestión ocupó un lugar central, por el temor de algunos sectores de que los resultados disparen actitudes violentas de grupos minoritarios, pese a los reiterados llamados a la tranquilidad y al fuerte operativo de seguridad que se enmarca en el Plan República.
NdR: el apoyo al Presidente Chávez, expresado en la foto precedente, es responsabilidad de la Dirección de Currín On Line y no del envíado especial de Télam, autor de la nota.
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