lunes, 11 de agosto de 2014

Investigan el rol de un empresario rural en la apropiación de Guido Carlotto

Las hipótesis que surgen tras la recuperación de Guido. Una denuncia radicada en Abuelas constituye el puntapié inicial de la investigación en torno al robo y apropiación del nieto 114. Un ruralista aparece como el último eslabón de una cadena que podría llegar a Ramón Camps. Indicios e interrogantes.

Carlos Francisco "Pancho" Aguilar, en una foto de los años '70
Una denuncia radicada en Abuelas de Plaza de Mayo marca el pulso de la incipiente investigación en torno a la apropiación de Guido Montoya Carlotto, nieto de la emblemática Estela Carlotto, nacido en cautiverio en junio de 1978, cuya identidad fue restituida el martes pasado.

Los indicios, que la justicia deberá corroborar, conducen al empresario agropecuario oriundo de Olavarría, Carlos Francisco "Pancho" Aguilar, sindicado como "el último eslabón de la cadena" en la entrega del bebé robado y a sus vínculos con las Fuerzas Armadas y de seguridad. Su muerte, ocurrida en marzo de este año, parece haber liberado un secreto guardado por casi cuatro décadas, porque, dos meses después, Guido llegaba a Abuelas para despejar las dudas sobre su identidad.

"Era una persona con mucho dinero, dirigente de la Suciedad Rural local, estaba muy vinculado a los militares de esa época y a la jerarquía de la Iglesia", precisaron Guido y Remo Carlotto a este diario.

Según las líneas investigativas, la familia Aguilar, dueña de la estancia en la que fue criado Montoya Carlotto, estaría unida por vínculos familiares con un militar fallecido que fuera asesor de Ramón Camps mientras este se desempeñó como jefe de las Policía Bonaerense durante la última dictadura cívico-militar. Se trataría de un ex coronel de caballería mencionado en el informe confeccionado por la Comisión Especial por la Memoria de Olavarría. La esposa de esta figura clave despide a Aguilar, en la necrológica publicada en el diario local El Popular el 27 de marzo pasado, como su prima política. 

En aquell ciudad bonaerense aseguran que el mundo equino fue un terreno fértil para que "Pancho" Aguilar nutriera sus relaciones castrenses. Los vecinos aseguran que el empresario agropecuario, que fue presidente del Centro de Equitación de Olavarría, no sólo le entregaba caballos de equitación a los militares sino que guardaba los de su propiedad en el regimiento local. 

Esta relación se refleja en una entrevista que Jerónimo Aguilar, hijo de "Pancho" y figura de la equitación local le brindó al diario olavarriense El Popular, en abril de 2011. Jerónimo contó allí que tenía 13 años cuando comenzó equitación en "una escuelita en el Club Hípico viejo, a cargo del suboficial Santiago Ponce"

Otro dato que mencionan en el pueblo es que la partida de nacimiento de Guido, cuyo nombre de crianza es Ignacio Hurban, nombre de pila que el nieto recuperado desea mantener, habría sido falseada por un médico local actualmente en actividad. Sobrevivientes de la represión -que pidieron reserva de su nombre (sabido es aquello de pueblo chico, infierno grande)-, sostuvieron que vieron al sospechado en Monte Peloni, centro clandestino de detención que funcionó a pocos kilómetros de la ciudad de Olavarría.

No es casualidad que Remo Carlotto, hijo de Estela y presidente de la Comisión de Derechos Humanos en la Cámara Baja, haya pedido que se "investiguen las conexiones de Aguilar" con el mundo castrense. Se trata de un hombre poderoso: fue integrante de la sociedad de la cantera Cerro del Águila, vicepresidente del Club Atlético Estudiantes, titular del Consejo de Promoción Agropecuaria del INTA de Balcarce, dirigente de la Sociedad Rural de Olavarría, además de ex presidente del Centro de Equitación de Olavarría (CEDO). En un periódico local lo definieron como "un reconocido y apreciado vecino olavarriense", cuyo "espíritu inquieto lo llevo a incursionar en política en la década de los noventa".

La pista  La Plata - Olavarría 

Aún es un gran interrogante dónde dio a luz Laura Carlotto, madre de Guido e hija de Estela, secuestrada en el C.C.D La Cacha, ubicado en La Plata. Las opciones que barajan los investigadores son el Hospital Militar Central o el Penal de Olmos. 

El sitio donde el terrorismo de Estado le arrancó a su hijo no es menor, ya que daría una pista de la ruta que transitó el bebé hasta llegar a Olavarría. Por lo pronto, el informe realizado por la Comisión Especial por la Memoria local, en 2001, da cuenta que el vínculo La Plata-Olavarría era muy estrecho. 

La jurisdicción de Olavarría, así como la de otras ciudades bonaerenses como Azul y General Alvear, entre otras, estaba bajo la órbita del Comando de Sub-zona 12, a cargo de del general Alfredo Oscar Saint Jean, hermano menor del militar retirado Ibérico Saint Jean, quien gobernó la provincia de Buenos Aires entre 1976 y 1981. Aquel comando castrense estaba instalado en la 1ª Brigada de Caballería Blindada de Tandil y tenía a cargo al menos cinco centros clandestinos como el mentado Monte Peloni. 

Los órganos de Inteligencia con incidencia en esos CCD fueron el Destacamento de Inteligencia 101, justamente con asiento en La Plata, y el 102. Durante la apropiación de Guido, la primera dependencia estuvo conducida por el entonces coronel Alejandro Agustín Arias Duval (entre 1976 y 1979). No es casual la gran cantidad de olavarrienses secuestrados o asesinados en La Plata.

Las jefaturas de área eran las dependencias que tenían el control directo de las operaciones dentro de la estructura militar que impartió la represión ilegal. El Informe por la Memoria local precisa que Olavarría fue controlada por la Jefatura de Área 124, comandada desde octubre de 1975 por el teniente coronel Aníbal Ignacio Verdura, que permaneció en el puesto hasta fines de 1977, cuando fue ascendido. 

En diciembre de ese año fue remplazado por el teniente coronel Héctor Alberto González Cremer. Los últimos momentos de la vida de Laura Carlotto transcurrieron en esas fechas: fue secuestrada a fines de 1977 y estuvo cautiva nueve meses, dando a luz a fines de junio de 1978. Tan sólo tuvo a su bebé en brazos entre tres y cinco horas. Desde entonces, la suerte de Guido fue una incógnita. Hasta el 5 de agosto pasado, cuando comenzó a desenredarse un ovillo que encierra 36 años de secretos.

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