La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, asumió ayer su segundo mandato -cuarto consecutivo del Partido de los Trabajadores (PT)- y al jurar ante el pleno de la Cámara de Diputados prometió "mantener, defender y cumplir la Constitución; observar las leyes; promover el bien general del pueblo brasileño, sustentar la unidad, la integridad y la independencia de Brasil".
El nuevo gobierno comienza con un horizonte ensombrecido por una economía al borde de la recesión y un escándalo de corrupción que tiene como blanco a la estatal Petrobras y pudiera salpicar a decenas de políticos de la base oficialista y de la oposición, así como a grandes empresas.
Los primeros días del nuevo mandato de Rousseff también traerán precisiones sobre el tamaño del ajuste fiscal que ella misma ya ha anunciado que tiene entre sus planes para recuperar el camino del crecimiento, que este año será casi nulo, y combatir una inflación que se sitúa en torno al 6,5 por ciento.
Según fuentes oficiales, el marco de los planes económicos del nuevo gobierno será delineado este jueves mismo por Rousseff, durante el discurso que pronunciará en el Congreso inmediatamente después del juramento de rigor.
Los actos comenzaron a las 14.30 hora local (13.30 de Argentina), con la llegada de Rousseff a la Catedral de Brasilia, situada en el inicio de la Explanada de los Ministerios, una avenida en la que se sitúan todos los edificios del poder público y en cuyo extremo opuesto están la sede del Congreso y el Palacio presidencial de Planalto.
Luego puso en funciones a los 39 ministros de su nuevo gabinete y se dirigirá al cercano Palacio de Itamaraty, sede del Ministerio de Relaciones Exteriores, donde fue ofrecido un cóctel para las autoridades extranjeras y otros cientos de invitados, con el que se puso fin a las ceremonias.
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