Por Enrique Masllorens, para Tiempo Argentino
¿Pueden mirar a los ojos de sus afectos y repetir que existe censura, que hay persecuciones?
La primera idea que se me apareció para esta columna fue la de hacer una suerte de carta abierta a mis colegas de los medios ultra opositores. La deseché para no pecar de soberbio, por no erigirme en un juez de las calidades profesionales de otros trabajadores, a muchos de los cuales respeto por sus capacidades técnicas. No quiero hacer lo que ellos hacen con los que pensamos distinto, pero fundamentalmente con los que actuamos de acuerdo a nuestras propias convicciones. Con muchos de ellos compartí redacciones y estudios de radio y televisión. También alguna lista en pasadas elecciones de nuestro gremio a finales de los '80. Y aunque en diferentes ámbitos, con otros hemos estado unidos en el fragor de las luchas de los años '70, del Perón Vuelve, de los sueños y acciones que se cobijaban en el amplio espacio de la Tendencia Revolucionaria del peronismo.
Más acá en el tiempo, nos hemos reunido en la risa desdeñosa que nos provocaban las ínfulas y la poca profundidad de Jorgito Fontevecchia, ahora miembro de número de la Academia Nacional de Periodismo. ¡País generoso! Cambia, todo cambia, canta Víctor Heredia. Y está muy bien que así sea siempre y cuando uno siga escuchando obstinadamente su propia voz, su conciencia profunda y no la traicione por 30 denarios. Hay que reconocer que algunos de ellos siempre estuvieron del mismo lado del mostrador y siguen siendo coherentes con su ideología. Tal el caso de la autoridad máxima de noticias de Canal 13 y TN, Carlos de Elía que siempre fue un liberal orgulloso y confeso adherente de la Ucedé y de Álvaro Alsogaray. Tampoco me hago preguntas sobre los móviles de ese que recibe instrucciones de dos embajadas, o del otro que promovió y promueve golpes y hasta les escribió los comunicados, o las del mínimo fascista compadrito o las de los mercenarios de siempre. Pero los otros...¡ay! los otros...
Y es a esos otros que no logro comprender y que quiero creer que sufren por el bastardeo a esta noble profesión a la que están obligados a responder, a ponerle el cuerpo, la honra, el crédito –aunque algunos ya se resisten a firmar– y que se saben eslabones de una cadena de mentiras, ocultamientos, tergiversaciones y operaciones para defender los ilegales privilegios de sus patrones. ¡Por qué poco entregan tanto! Es a ellos, a los que van dirigidas algunas preguntas que me hago y les hago.
¿Qué sienten cuando el que denunció al monopolio y que fundió un diario dejando en la calle a compañeros, es erigido en figura del mundo del espectáculo y súper estrella del monopolio? ¿Cómo conjugan todo lo que los motivó a elegir nuestra profesión y les dicen que el modelo a seguir es esa suerte de Narciso Bello, el personaje charlatán y soberbio de Pepe Biondi? ¿Cómo aguantan la risa o no se indignan públicamente cuando tienen que comentar o entrevistar a Jorge Lanada luego de la payasada autorreferencial en Venezuela? ¿Cómo resisten la necesidad de averiguar todo lo que hizo para provocar un escándalo que dejara de lado la paliza que Hugo Chávez le había propinado a los agoreros de un cambio de época que ya resulta inexorable?
¿Qué sienten cuando son obligados a entrevistar serialmente a un individuo petardista como Julio Bárbaro, despreciado y cuestionado por propios y extraños, de antecedentes oscuros, sólo porque es funcional a las necesidades económicas de sus empleadores?
¿Qué les pasa cuando ven las maniobras anticonstitucionales en el manejo de la designación de jueces para que consoliden la burla a la ley votada democráticamente y no les permiten que se escuchen las otras voces? ¿Cómo concilian sus principios cuando son testigos privilegiados de la desfiguración malévola de cada palabra de la presidenta y de sus funcionarios?
¿Cómo se bancan entrevistar a Elisa Carrió sin repreguntar o exponer las contradicciones y el historial de presagios catastróficos que jamás se cumplen? ¿Cómo se atreven a diagnosticar arteramente a sus enemigos –porque así nos sienten– ignorando ese compendio de patologías psiquiátricas que es la diputada chaqueña? ¿O presentar como intelectual a un pavote como el ex diputado Fernando Iglesias? ¿O consultar como constitucionalista a Félix Loñ que fue asesor de la Junta de Comandantes en 1976? ¿O defender y proteger a un inútil como Mugrizio Macri?
¿Son conscientes de que Magnetto & Cía. quieren incendiar el país sólo para defender su posición dominante y los intereses de esa porción de argentinos poderosos que no quieren ceder posiciones y buscan impedir el definitivo surgimiento de una Argentina equitativa, soberana e inclusiva? ¿Y del orgullo que exhiben por haber cubierto –e incentivado hasta el paroxismo– la movilización de los caceroleros, ocultando hipócritamente las expresiones, insultos, amenazas de muerte y reclamos de señoras gordas? ¿Eso es cubrir? ¿Eso es periodismo independiente? ¿Pueden mirar a los ojos de sus afectos y repetir que existe censura, que hay persecuciones, que informan honestamente? ¿Cómo alivian el alma? ¿Qué imaginan que podría pasar con las grandes mayorías si sus patrones consiguieran doblegar la voluntad popular?
Claramente no está en riesgo la libertad de expresión. Los intereses que por acción u omisión están defendiendo son los que impiden el derecho a la información. Juegan con trampa, confunden, engañan.
Finalmente, se me ocurrió una metáfora futbolera para definir la situación actual, previa al 7 de diciembre. La Ley 26.522 permite un máximo de 24 licencias por grupo y Clarín tiene 250, un poco más de diez veces más. Es como si jugáramos una final y el monopolio designara a los árbitros y contra nuestros once jugadores, ustedes opusieran 110. ¡Un verdadero robo! Y no lo vamos a permitir.
NdR: la deformación del apellido de algunos personajes es responsabilidad de la redacción de Currín On Line y no del autor de la columna.
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