domingo, 22 de julio de 2012

Ruralismo explícito: persecución y discriminación laboral.

Por Jorge Repiso, para revista Veintítrés

Marta Trípodi trabajó 29 años en la Sociedad Rural. Por defender sus ideas y su dignidad fue perseguida, se enfermó y deprimió hasta darse por despedida. Los valores morales de una institución que defiende a represores de la dictadura.

Marta Trípodi escuchó la misma pregunta burlona muchas veces, en boca de sucesivos directivos y personal jerárquico: “¿No serás zurdita vos?”.

Sus tareas en la Sociedad Rural Argentina transcurrieron con normalidad hasta que se recibió de psicóloga. Había ingresado con motivo de la muestra anual de la edición 1982 en el comisariato y, por su desempeño en aquella exposición, fue inmediatamente promovida a la secretaría de la presidencia.

Tuvo como jefes, entre otros, a Horacio Gutiérrez, Enrique Crotto, Guillermo Alchourón, Luciano Miguens y Hugo Biolcati.

Trípodi siempre dijo lo que pensaba. Se enfrentó con sus jefes y discutió sobre las condiciones de trabajo, las órdenes arbitrarias, la altanería y el abismo ideológico que la separaba cada vez más de todos ellos.

“Yo les contestaba que si tener sensibilidad social significaba ser zurda, bueno, era la abanderada de los zurdos”, cuenta. Bajo la presidencia de Miguens pidió el traslado a otra oficina. Le concedieron un espacio en la Gerencia de Administración y Finanzas, lugar donde trabajó hasta que la persecución ideológica y un “enfriamiento laboral” de años se le hicieron insoportables. Discriminada y ante la falta de respuestas se consideró despedida en agosto del 2011. La demanda contra la centenaria institución se inició en marzo pasado bajo el patrocinio de los doctores Luis Bonomi y Myriam Bregman.

“Tengo que aclarar que no soy el perfil de empleada que ellos quieren, no me callo nada, soy absolutamente respetuosa y comprometida pero no genuflexa. Sé que trabajando se bancan cosas, pero yo denuncio en función de que no le pase a más gente”.

–¿Sabe si otros están padeciendo la misma situación que usted vivió?

–Claro que sí, pero voy a hablar puntualmente de la institución. Trabajé allí durante 29 años y puse lo mejor de mí, con mucho cariño y ganas. Aguanté lo más que pude, hablé, pedí, busqué la vuelta para hacer mi trabajo de forma más sana y nunca tuve una respuesta.

–¿Qué pedía?

–Trabajar. Llegó un momento en el que no hacía nada en todo el día, a lo sumo atendía y hacía unos pocos llamados telefónicos. Estaba a la vista del público y compañeros de trabajo y me parecía una falta de respeto. Como eso no va conmigo, casi me volví loca. Busqué a Biolcati, con quien tuve conversaciones para ver qué se podía hacer.

–¿Cuál fue la respuesta?

–Me preguntó qué me gustaría hacer y me quedé esperando. La segunda vez le pedí tareas y me contestó: no te digo sí y tampoco no, pero dejámelo pensar. Nunca hubo una explicación concreta.
 
Un día le pidieron que se comunicara con el general Videla. “Usted no lo quiere al general, ¿no? Porque es muy buena persona”, la presionaron. En otra ocasión presenció comentarios sobre el juicio contra el capitán Juan Carlos De Marchi, ex miembro de la Sociedad Rural en Corrientes, acusado de delitos de lesa humanidad y diestro en el uso de la picana. “Pobre, le tocó al electricista”, tuvo que escuchar de sus jefes.
 
Durante los meses de verano, la atmósfera interna de las oficinas de Florida 460 se hacía irrespirable. Trípodi debía estar hasta más allá de las 19 horas. El aire acondicionado se desconectaba una hora antes y hasta llegó a ser vigilada cuando salía a fumar. Cuando hubo aumentos de sueldos, Marta Trípodi fue excluida del beneficio. “Biolcati me respondió que no me aumentaban porque no trabajaba”. El premio anual también le fue negado. La mente y el cuerpo comenzaron a dar señales de agobio y estrés.

“Creo que el hecho de no callarme tuvo un peso muy grande en todo. No les gusta la denuncia y conmigo no va lo deshonesto, si no puedo trabajar me voy. Esa es la herencia que me dejó mi padre”.

–¿Qué implicancias tuvo en su salud?

–Hipertensión, gastritis, no podía dormir y tuve que tomar medicación psiquiátrica por primera vez en mi vida. Tuve trastorno depresivo mayor con concomitancia de trastorno de ansiedad, comprobado con certificados médicos e informes psicológicos y psiquiátricos. Poco antes de irme llegué a rebajar unos diez kilos.

–¿Cómo es su vida hoy?

–La demanda está en curso y los de la Sociedad Rural niegan todo; mientras tanto vivo de algunos ahorros. No pensaba jubilarme tan pronto ni tampoco imaginé hablar con periodistas. Pero la decepción duele en el alma.

Hugo Biolcati prometió ser duro para cuando tome la palabra en la próxima edición de la exposición ganadera. Será en ocasión de su último discurso antes de dejar la presidencia. “El país no cambió; por qué voy a cambiar yo”, dijo el dirigente ruralista hace pocos días.
 
Marta Trípodi, en tanto, continuará su pelea solitaria en la Justicia. Durante la entrevista se mostró afectada, pero con fuerza. Salió a la calle, dispuesta a caminar cincuenta cuadras hasta su casa, para despejarse.

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