sábado, 8 de agosto de 2015

La lluvia no fue impedimento para que miles de fieles concurran al templo de Liniers para venerar a San Cayetano

Los fieles, algunos de ellos soportando las intensas lluvias de la madrugada, ingresaron a la Iglesia de San Cayetano, en el barrio porteño de Liniers, para agradecer y cumplir sus promesas al patrono del pan y el trabajo en su día.


A las 0 fuegos artificiales iluminaron el cielo y frente a la iglesia formaron la frase "San Cayetano 2015", mientras la banda de música de la Policía Federal interpretó el Himno Nacional, Aurora y un repertorio de canciones populares.

La primera en entrar al templo fue, como todos los años, Nory Lencina, seguida de los feligreses que desde hace días acamparon sobre la calle Bynon para ser los primeros en ingresar a la iglesia ubicada en Cuzco 150 y bendecir distintos objetos y confesarse quienes lo deseaban.

En las primeras horas de la mañana de ayer las carpas en las que días anteriores dormían los fieles fueron reemplazadas por puestos de imágenes religiosas y un vallado policial organizó una fila de varias cuadras aunque relativamente corta si se la compara con las de años anteriores.

“La lluvia de la madrugada debe haber asustado a algunas personas, porque hay muy poca gente, pero creo que más tarde se van a ir acercando”, dijo Isabel que vive en Rafael Castillo, partido de La Matanza, y partícipe de la celebración a pesar de las intensas precipitaciones que se registraron por la madrugada.

“La fe es más fuerte que la lluvia, que el frío, siempre que lo necesité el santo me acompañó por eso hoy que tengo que agradecer también estoy con él. Siempre venía con mi mamá pero ya no está y cada vez que vengo siento que estoy con ella”, aseguró la mujer que hace más de 20 años asiste todos los 7 de agosto a Liniers. 

“Vengo a celebrar San Cayetano desde que tengo 20 años”, señaló por su parte Rosa, que hoy tiene 76. “Cuando venía no estaba la iglesia ni era tan conocido, pero siempre me guió en mi camino, siempre que lo necesité estuvo conmigo y ahora que tengo la suerte de tener una jubilación, buena salud y mis nietos tienen trabajo, me siento en la obligación de venir y agradecer", agregó.

“Toda la vida le pedí cosas y siempre cumplió, es hora de venir y agradecer y de ayudar y rezar por aquellos que necesitan”, sostuvo la mujer que vive en San Miguel.

“También pido por la salud de nuestro papa Francisco, que años atrás venia a dar la misa y hablaba con la gente mientras hacíamos la cola para entrar, nunca me voy a olvidar de lo buena persona que es, como se ponía a hablar y a darnos ánimo, escuchaba a todos incluso debajo de la lluvia”, manifestó.

Mientras la cola sobre la calle Bynon siguió creciendo con el correr de las horas, cientos de jóvenes voluntarios de escuelas religiosas repartieron mate cocido y galletitas para “hacer mas amena la espera”, apuntó Bianca de quinto año del colegio San Rafael de Villa Devoto.

“Todos los años participamos, no es ningún sacrificio nos gusta mucho poder ayudar y en este caso brindarle algo caliente a los fieles mientras esperan para entrar, o repartir estampitas de San Cayetano”, explicó.

“Vengo todos los años, espero que me dé salud para seguir viniendo siempre porque venir acá es algo único, entrás a la iglesia y salís distinto, a mí me llena de paz”, aseguró Graciela una vez que salió del templo junto a su hija Mabel y su nieta de 7 años.

“Poder agradecerle todo lo que San Cayetano me dio, me deja la sensación de estar en paz, tranquila conmigo misma, vine a agradecer y a pedir que no le falte el trabajo a nadie”, señaló la mujer que viajó desde Hurlingham.

“Me pone contenta ver tanta gente que viene a agradecer porque no está bueno solamente acordarse de Dios cuando las papas queman o se necesita algo, acá hay mucha gente que viene a agradecer y a pedir por los que no tienen, es así como debe ser”, agregó otra fiel, Susana, de San Antonio de Padua. “Ayudar a organizar esta celebración también es una forma de agradecer y de colaborar de decir acá estoy”, aseguró la mujer y señaló que “me llena de alegría ver tantos jóvenes presentes y ayudando”.

El arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Poli, presidió la misa central, mientras que organismos como la Cruz Roja, Defensa Civil y el Ministerio de Desarrollo Social de la Ciudad montaron puestos de asistencia.

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