martes, 23 de agosto de 2011

La crisis del radicalismo le quita sentido a su fraseología

Por Gerardo Fernández

Reproducimos la nota de Gerardo Fernández, publicada en DiarioRegistrado.com

Cada tanto las sociedades agotan el significado de algunas palabras, es lo que pasa con el diccionario del radicalismo que ha caído en desuso porque en verdad lo que ha caído es la fuerza que en alguna etapa histórica les dio sentido. Los radicales quieren convencer a la sociedad de la necesidad del "equilibrio" y es como si quisieran convencerla de la necesidad de tomar vino clarete, ponele. La sociedad no está preocupada en los "contrapesos" porque sabe que ellos se dan solos, que surgen cuando la historia lo ordena. No fue el radicalismo la fuerza que abortó la 125 sino las fisuras al interior del FPV traducidas en fugas de senadores lo que posibilitó esa derrota.

La sociedad no se preocupa por el “hegemonismo” porque olfatea que hay etapas históricas donde la fuerza que debe conducir al país debe contar con herramientas para hacerlo, le confía esos instrumentos porque la ve capaz de llevar adelante la empresa de todos.

El radicalismo, habiendo surgido con el 35 % de los votos en 2009 merced al ACyS quedó en primera fila para pelear 2011, pero le faltaron recursos para, primero mantener ese armado que se probó exitoso en la refriega electoral y ,segundo, para gestar una nueva forma de diálogo democrático con el oficialismo en el parlamento. En la democracia se debe conversar, negociar, acordar. Nada de esto hizo el partido centenario. No tuvo la estatura suficiente para negociar con el oficialismo y asumir los costos que esta actitud pudiera generarle, se dejó arrastrar por esa unión por el espanto que es el Grupo A, donde en un horizontalismo de estudiantina valía tanto la palabra del presidente de bloque de la UCR como la de un pequeño bloque de cuatro o cinco bancas. Y cuando intentó jugar como en las grandes ligas, acordando con el oficialismo para   aprobar el presupuesto nacional a fin del año pasado, en una demostración de que estaba a la altura de los acontecimientos como rpincipal partido de la oposición y como fuerza de gobierno en algunas provincias, fue boicoteado por una dirigente como Carrió que ya a esa altura se sabía que era poco representativa y el grupo Clarín.

La UCR dilapidó en esas escaramuzas y en esa indecisión para ponerse al frente de la oposición la posibilidad de mostrarse como una fuerza responsable, madura, como la estructura apta para mostrarle a la sociedad que se había repuesto del desastre delaruísta y que estaba en condiciones de liderar un proceso de recambio. Pero demostró no estar recompuesta como fuerza política, carecer de autonomía y hasta de la mínima identidad como para ordenar la tropa opositora. Inevitablemente todo esto tiene que haber sido observado en silencio por la sociedad, lo mismo que el perdón al tránsfuga de Cobos porque en algún momento "midió bien" y la unción posterior de un candidato presidencial que el único mérito que ostenta es el de ser hijo de Raúl Alfonsín y tener un parecido físico con su difunto padre. Si a todo esto le sumamos armado un electoral desopilante, arreglando con De Narváez y eligiendo como candidato a vicepresidente a un cuadro de la más rancia ortodoxia neoliberal  y vemos que se llegó al extremo de que en la campaña fueron borradas hasta las siglas de la UCR, surge con mucha claridad que del viejo partido de Alem e Yrigoyen sólo queda el escudo.

Por ello luego, esas alusiones de Ernesto Sanz a los contrapesos el equilibrio, esas imágenes tan caras al ser radical parecen esfumarse sin pena ni gloria en la nada más absoluta y no son escuchadas por la sociedad pues no hay una fuerza política que les de carnadura y sentido. No puede venir el radicalismo a mostrarse preocupado por los equilibrios en la representación democrática toda vez que no fue capaz de gestionarlos cuando tuvo la ocasión histórica de hacerlo, a partir de diciembre de 2009, donde la historia lo puso ante la posibilidad de gobernar y conducir al entramado opositor. Ahí tuvo la oportunidad de practicar aquello de "Una oposición constructiva" que por otra parte es lo primero que piden cuando asumen el gobierno. Ahí tuvo al alcance de su mano todas la herramientas para mostrarse como algo distinto, pero en lugar de posicionarse como un partido responsable que dialoga con el oficialismo, que negocia y busca consensos, el  radicalismo se confundió como un miembro más de un elenco estable de políticos que una y otra vez hizo y dijo lo que le imponía desde AEA, la Mesa de Enlace al dispositivo mediático. Demostró carencia de autonomía y  de autoridad para alinear tras de sí a los bloques menores, por eso luego sobreviene la paliza del 14 de agosto, porque la mitad de la sociedad entiende que el gobierno nacional es algo demasiado importante como para dejarlo en manos de una fuerza que ha demostrado no tener sabiduría ni oficio en la gestión y ni siquiera logró recomponerse como una opción opositora seria.

Por eso el 12 % de las primarias, por eso el bochorno y también por eso el desplante que ahora le hacen los propios medios ante la evidencia de que el viejo partido ya  no les sirve para casi nada.

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