viernes, 15 de abril de 2011

Llamativos silencios en torno a Paka Paka

Por Mara Brawer‏ para Diariogistrado.com
 
 
Zamba es formoseño y cursa los primeros años de la primaria. Le dicen Zamba, pero su verdadero nombre es José.

Como todos los chicos de su edad es un poco travieso y le gusta ver la tele. Está emocionado porque va a viajar a Buenos Aires con la escuela para conocer el Cabildo.

Y eso que todavía no sabe que durante su visita le va a pasar algo muy extraño. Una vez en el Cabildo, su curiosidad lo hace escabullirse por un lugar no permitido. Se sienta en un sillón, tira de una palanca, y un engranaje oculto comienza a ponerse en marcha. Es una máquina del tiempo que lo lleva a 1810 para ser testigo de la Revolución de Mayo.

Así comienza “La asombrosa excursión de Zamba en el Cabildo”, una de las más originales series de animación preparada por el Canal Paka Paka del Ministerio de Educación. La señal fue lanzada por la Presidenta en septiembre de 2010 y se propone llevar a todos los chicos del país una programación educativa y de entretenimiento de calidad. Como es sabido, este objetivo se encuentra obstaculizado por la negativa del principal operador de televisión por cable de incluirlo en su grilla. Son más de 3,5 millones de abonados lo que no pueden verlo.

Por este motivo, el Estado ya ha realizado acciones, a través de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA). A su vez, la Asociación Civil “Tendiendo Lazos” presentó un recurso de amparo ante la Justicia para que Cablevisión cumpla con la ley e incorpore a Paka Paka entre las señales que emite. Y, a la par de la vía judicial, se ha puesto en marcha una campaña pública en la que personalidades de la cultura reclaman por la situación del canal. A estas acciones se le sumará un festival frente al Ministerio de Educación, el sábado 16 de abril a las 14 horas bajo el lema “Paka Paka es nuestro derecho”.

Es llamativo que un amplio sector de intelectuales, pedagogos y periodistas  que se han pasado años despotricando contra los defectos de la televisión infantil, hayan guardado silencio ante la virtual censura que sufre Paka Paka. Las sólidas posturas críticas de quienes, desde todo el espectro político, clamaban para que hubiera programas infantiles de calidad se han disuelto repentinamente en el aire. El temor a ser tildados de oficialistas y a despertar la ira de un gigante mediático ha demostrado ser más fuerte que las antiguas convicciones.

Ese silencio no es inocuo. Si crece el mutismo, gana terreno el discurso que apunta a sabotear al canal, acusándolo de ser parte de “un multimedio ultrakirchnerista”. Cuando no se refieren en estos términos, prefieren difamar usando el humor. Como el chiste de un dibujante que afirma que como hay corrupción debería haber también un canal llamado “Taka-Taka”.

La crítica a la televisión infantil ha sido un lugar común de periodistas, intelectuales, y pedagogos. Tradicionalmente, se dijo que los programas les hablaban a los chicos como si fueran idiotas, que naturalizaban los roles asignados socialmente para hombres y mujeres, o que no daban cuenta de la diversas infancias posibles.

Las cosas han evolucionado desde entonces. Los programas ya no les hablan a los chicos como si fueran idiotas, los interpelan como si fueran consumidores. Algunos estudios señalan que los niños definen hasta el 40% de los consumos de un hogar. Como comenta un especialista en marketing infantil: “los chicos no tienen dinero como los adultos o los adolescentes, pero ellos tienen más potencial como mercado que cualquiera de esos, y otros, grupos demográficos” (James McNeal, The kids market: Myths and realities).

Con esta cifra a la vista, los grandes grupos económicos se han lanzado a la colonización de la infancia. Utilizan como ariete de esta conquista a la TV para chicos. Como resultado, los programas se han convertido en los principales pedagogos del consumo. En medio de este panorama, Pakapaka presenta una programación diferente a los modelos hegemónicos con la intención de dialogar con los chicos desde un lugar distinto. Al buscar “estimular la participación infantil en convivencia democrática”, ya no ve en ellos un consumidor potencial, sino a futuros ciudadanos que deben conocer la complejidad de la cultura de su nación.

Uno de los precursores de las teorías de la comunicación social en América Latina, Antonio Pasquali, solía decir que, en relación con la cultura, la televisión actuaba como Penélope con su célebre tejido.

Con su baja calidad, desbarataba por la noche los esfuerzos que los maestros pacientemente hacían durante el día para que sus alumnos tuvieran una mejor educación. Pedir que todos los chicos puedan ver Paka Paka, reclamar que Cablevisión cumpla con la ley, no significa necesariamente convertirse en oficialista. Es tener conciencia de que la escuela sola no puede, que necesita de todos. Significa, en definitiva, dejar de lado las mezquindades políticas y estar a favor del derecho de una mejor educación.

Sería muy valioso que las voces que permanecen acalladas se sumen a la de los que ya han empezado a expresarse públicamente sobre el tema. De esta manera, podrían aportar su grano de arena para que la tele deje de desactivar la labor constructiva de la escuela. Si ellos dicen presente, Zamba y miles de chicos de nuestra Patria se lo agradecerán.

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