sábado, 15 de agosto de 2015

John Kerry izó la bandera de EEUU en la embajada en La Habana tras más de 54 años

El secretario de Estado de EEUU encabezó ayer la reapertura oficial de la embajada norteamericana en Cuba y la ceremonia que puso a flamear la bandera de las barras y las estrellas sobre el malecón habanero, 54 años después de que ambos países rompieran sus relaciones.



Bajo un cielo diáfano y un calor que a medida que avanzaba la jornada se hacía más intenso, la embajada de Estados Unidos en Cuba recibió en el gran patio de entrada a cerca de 350 invitados, entre empresarios cubano-americanos, legisladores y senadores estadounidenses y miembros religiosos.

Combatiendo el sol isleño con abanicos con la bandera estadounidense y botellas de agua dispuesto todo junto a cada una de las sillas, los asistentes aguardaron el momento histórico sentados en hileras ubicadas con vista al mar y frente al mástil que poco después sería el centro de la ceremonia.

Pasadas las 10 (11 en Argentina), ingresaron entre aplausos la directora general para Estados Unidos de la Cancillería cubana, Josefina Vidal, junto a su delegación, y luego fue el turno de John Kerry y su comitiva, encabezada por la encargada para la región del Departamento de Estado y quien estuvo a cargo de las negociaciones entre los dos gobiernos, Roberta Jacobson.

Después de que el poeta estadounidense e hijo de cubano Richard Blanco recitara su poema “Cosas del Mar”, comenzó a escucharse el himno local, que fue también entonado por las más de 600 personas que seguían el evento entre banderas con los colores cubanos, detrás de las vallas apostadas a los costados de la sede diplomática, a más de cien metros de distancia.

“¡Viva Cuba. Viva!”, gritaron al unísono cuando concluyó la canción patria, generando un momento conmovedor que logró acaparar la atención y se coló entre lo que sucedía dentro de la explanada, detrás de las fuertes y altas rejas negras del edificio diplomático construido en la década del 50.

Encargado de encabezar un nuevo hito en las relaciones exteriores estadounidense, Kerry señaló en un claro español que el camino a la normalización plena entre ambos países será “largo”, pero llamó a “no temer, ya que serán muchos los beneficios de los que gozaremos cuando permitamos a nuestros ciudadanos conocerse mejor, visitarse con más frecuencia, realizar negocios de forma habitual, intercambiar ideas y aprender los unos de los otros”.

El primer secretario de Estado en pisar territorio cubano en 70 años, volvió luego a utilizar su español para afirmar que “este es el momento de acercarnos: dos pueblos ya no enemigos ni rivales, sino vecinos”

Por ello, “es el momento de desplegar nuestras banderas, enarbolarlas y hacerle saber al resto del mundo que nos deseamos lo mejor los unos a los otros”, aseguró.

Kerry dio entonces paso a los tres marines que en enero de 1961 fueron los encargados de bajar la bandera, cuando el entonces presidente Dwight Eisenhower ordenó cortar el diálogo y cerrar las relaciones bilaterales.

Larry Morris, Jim Tracey y Mile East fueron los encargados de entregar la bandera estadounidense a otros tres jóvenes marines vestidos con sus trajes protocolares, quienes con todos los invitados de pie y en silencio, izaron la bandera que al llegar a la punta del mástil despertó los aplausos y marcó el inicio del himno norteamericano a cargo de una banda del Ejército de Estados Unidos.

“No pude parar de llorar porque es una emoción tremenda. Hemos oído de Cuba, de todo lo que ha pasado por más de 40 años y estar aquí este día y ver que estamos entrando en una nueva relación, un nuevo período, ojalá de paz y de amistad”, dijo a la prensa momentos después Bibi Hidalgo, una estadounidense de 43 años descendiente de padres cubanos invitada al evento.

“Mi madre estuvo presa. Ella estaba en casa y la llevaron a ella y a sus dos hermanas, solamente por 38 días, pero para una niña de 17 años eso fue un trauma”, reseñó Hidalgo, quien, a pesar del episodio ocurrido durante la invasión de la Bahía de Cochinos, en abril de 1961, hoy trabaja desde Miami por “tener una amistad” con Cuba.

Más allá, entre los cubanos que se agruparon en a los costados de la plaza Tribuna Anti-Imperialista, construida en el 2000 frente a la embajada, Yolanda, de 71 años, no quiso perderse el “hecho histórico” que consideró como “un avance para Cuba, para los dos países y para el mundo entero”.

Poco más lejos, debajo de una gran bandera nacional que colgaba de un edificio, Analía, de 5 años, asomaba entre las vallas con una gran sonrisa y una cuidada secuencia de trenzas atadas con detalles coloridos. “Vine a ver la bandera americana”, dijo sin saber que más de medio siglo después estaría en el mismo lugar y tendría la misma edad de tantos otros cubanos que tampoco imaginaron que algún día volverían a ver una bandera estadounidense flamear en su país.

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