Dos semanas atrás, uno de los principales de editores periodísticos de Clarín, Diego Heller, quien últimamente se hallaba a cargo de la revista Viva, renunció al Grupo haciendo una fuerte crítica al diario que está “deslizándose por un tobogán sin fin”.
Para explicar su renuncia, Heller envió una carta de despedida a todos sus compañeros y a la cúpula de redacción en la que también ponderó su carrera dentro del diario: “Dejo un lugar en el que pasé quince años, un lugar que me dio mucho. Alegrías, varios amigos, una familia -una carambola relacionada con el diario me hizo conocer a la madre de mis tres hijos-, la certeza de que hay algo que sé hacer bien”.
No obstante, en la carta advierte que "desde un par de años, antes de la pelea por la 125, a Clarín le había empezado a pasar lo peor que le puede suceder a un medio popular: estaba dejando de ser un reflejo de la gente, de los tipos que la yugan en serio cada día, de esos don nadie que lo eligieron y de a poco lo hicieron grande”.
Para el ahora ex editor, luego de eso llegó “la montaña rusa del tole tole con el planeta K y el horror: el prestigio de una marca tan querible como las tostadas en la mesa del desayuno familiar deslizándose por un tobogán sin fin”.
Y aseguró: “muchos editores y periodistas del diario parecíamos estatuas de sal, o un ejército de terracota de esos monitos que no oyen, no ven, no hablan. Escudados en la idea de que era una pelea ajena, los que no somos cruzados de una guerra lejana que ni entendíamos hicimos la más fácil. Esperar. Amparados en el NS/NC, muchos incluso aprovecharon para pasarse a gas”.
Podríamos discutir un rato largo algunos términos de la carta de despedida de Heller. Pero preferimos felicitarlo por haber antepuesto su dignididad personal y profesional a la comodidad del "sueldito a fin de mes".
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