Editorial - Por Soledad Sganga
A los que se quejan por la inflación, por la AUH, por el Progresar, que apenas llegan a fin de mes, gracias a éste modelo, por la inseguridad… Sigan quejándose porque todavía hay cosas que acomodar después de más de 30 años del modelo neoliberal. Modelo neoliberal que no sólo desapareció, mató, torturó y robó personas, sino que tuvo otra forma de desaparición forzada, cuyas consecuencias se verían años después.
Una vez llegada la democracia, con el fantasma muy presente de las botas, y un contexto económico tanto nacional como internacional, Alfonsín no pudo, no supo o no lo dejaron. Y si bien tiene a favor el juico a las juntas, no me olvido de las leyes de la impunidad.
Luego del Pacto de Olivos, llegó el menemato. Recien en la década de los noventa vimos las consecuencias de ese plan “alternativo” de desaparición forzada. ¿Por qué desaparición forzada? Porque cuando una industria cerraba, cuando se privatizaron los servicios y los medios, cuando se cerraron los ramales, se rompía el tejido social.
Al romperse el tejido social, familias enteras fueron arrojadas fuera del sistema, fueron destruidas, la clase media dejó casi de existir. Muchos murieron de frío en la calle, muchos vieron como sus padres caían en depresiones y suicidios. Muchos niños que hoy son ya mayores, no vieron lo que es que el pan entre a la casa todos los días, veían en sus padres la mismísima desolación. Muchos salieron a robar, otros cayeron en la droga, y muchos pibitos dejaron de ir a la escuela por no tener calzado, ropa y debían Salir a apechugarla a la par de sus padres. A esos pibes, que muchos la vida los golpeó tan duro que hoy no conocen otra forma de vida que el paco y robar, se les robó la niñez, la salud, la educación.
Quizás se piensen que siempre fueron bobos e incapaces y que por eso no podían desarrollar sus actividades, hasta que por un golpe de suerte se volvieron vivos y capaces. Una curiosidad que te comience a ir bien en medio de una crisis financiera mundial que casi se lleva puesto al mundo ¿no?.
Entonces, a los que se quejan y que seguramente tendrán sus soluciones mágicas para revertir en 12 años las consecuencias de más de 30 años de destrucción y muerte, propongan. Los que hoy se quejan muchos de ellos si la pasaron mal, y se ve que tan mal la han pasado que han perdido algunos detalles de vista y un poco de memoria.
Entonces si no van a dejar de quejarse, no se olviden de esto: ahora se quejan con la cecerola llena, la boca llena, la panza llena y con unos cuantos fines de semana largos en la Costa.
En este caso no es mala educación quejarse con la boca llena; es de mala educación quejarse con el cerebro vacío.
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