CINCO DE LAS CINCUENTA Y SIETE TROLEBUSERAS DESPEDIDAS DE LA CIUDAD DE CÓRDOBA ESTÁN EN HUELGA DE HAMBRE FRENTE A LA MUNICIPALIDAD. ESPERAN QUE EL INTENDENTE DE LA ALIANZA DE DERECHA CAMBIEMOS, RAMÓN JAVIER MESTRE, LAS RECIBA PARA NEGOCIAR LA REINCORPORACIÓN TRAS EL PARO DE 9 DÍAS QUE LAS DEJÓ EN LA CALLE. EL 84 POR CIENTO DE LAS DESPEDIDAS SON MUJERES Y JEFAS DE HOGAR, ALGUNAS ACUMULAN VEINTE AÑOS DE ANTIGÜEDAD.

En la carpa son cinco las trolebuseras que esperan que Mestre las reciba, para abrir una instancia de negociación que termine en la reincorporación de las despedidas, muchas de ellas jefas de hogar, con hijos pequeños a cargo, que se han quedado no solo sin trabajo, también sin cobertura integral de la obra social. “Somos cinco mujeres que tenemos historias de guerreras de la vida, que hemos sufrido violencia de género, discriminación, hambre y frío y que le estamos haciendo frente a esta situación. Es muy duro lo que está pasando. Este Gobierno busca llevar a todo un pueblo a la esclavitud. Nos despidieron por defender nuestros derechos”, señaló Graciela. Para hoy está previsto un festival artístico para apoyarlas.

Los trolebuses llegaron a la ciudad de Córdoba en 1989 de la mano de otro intendente radical, Ramón Bautista Mestre, padre del actual, que sorprendió al incorporar al sistema de pasajeros local -siempre desbordado-, una flota de enormes vehículos eléctricos importados de Rusia, y anunciar que serían operados por mujeres. Toda una innovación, en un gremio -la UTA- donde los varones son mayoría y a ellas les cuesta tanto acceder a un puesto de trabajo. Un caso testigo es el de Mirtha Sisnero, en Salta: fue la primera mujer que peleó, desde el 2008, por lograr ser colectivera en el transporte público de esa capital provincial, concesionado por el municipio a siete empresas, donde el personal femenino estaba excluido al frente del volante. Su demanda llegó a la Corte Suprema, que le dio la razón y confirmó que efectivamente la discriminaban laboralmente por ser mujer, pero a pesar del fallo supremo y que su batalla le abrió la puerta a otras choferes, ella sigue sin conseguir un empleo como conductora de colectivo. A Mirta también la sancionaron -impidiéndole trabajar- y la aleccionaron por patear el tablero para reclamar trabajo en un coto masculino.
Cuando llegaron los trolebuses a Córdoba, una de las condiciones para tomar a mujeres fue que no se afiliaran al sindicato, recordó Viviana. Ella llegó a la empresa en 1992, tres años después de la inauguración del servicio, con 22 años: se acababa de morir su primera hija, recién nacida por causas médicas, y el nuevo empleo la ayudó a transitar mejor el duelo. “Me enamoré desde el primer momento que salieron los trolebuses y quise trabajar ahí. Presenté mi CV y me llamaron”, contó. Hoy es madre de dos hijas de 16 y 22 años y tiene 2 nietos, de 6 y 2 años, que ayuda a criar. Las operadoras del trolebús, finalmente, se fueron incorporando a la UTA, a pesar de aquella ilusión originaria.

Graciela aprendió a manejar con el camión de su ex marido. Manejó camión y colectivo antes de llegar al trolebús. “Me encanta mi trabajo”, dice. Hacía el turno mañana de la Línea B. Está divorciada. “No solo quedé sin trabajo. También me quedé en la calle. Se me acabó el contrato del alquiler el mismo día que me echaron. Es muy inhumano el intendente. No le importan nuestras familias. Atrás de cada compañera hay niños que tienen hambre, que quieren el pan de cada día, hay chicos con discapacidad en algunas familias, las madres están desesperadas”, describe y los ojos se le humedecen. Lleva 12 días de ayuno. Por tres meses tienen obra social, el plan básico pero después de ese plazo se la cortan. A una de las trolebuseras, que tiene un hijo con síndrome de Down, le cortaron la maestra integradora. “Humanidad”, le piden a Mestre.
El conflicto que derivó en el despido de un total de 182 empleados de las tres empresas privadas de transporte y la municipal TAMSE comenzó a principios de junio, cuando se conoció la paritaria acordada a nivel nacional por el sindicato: 21 por ciento, fraccionado en 3 partes. Pero hasta el 31 de diciembre solo cobrarán el 8 por ciento, apuntó a este diario el técnico electromecánico Luis Almada, delegado de trolebuses de la UTA. Almada también acompaña el acampe de las cinco guerreras. “Rechazamos la forma en que se aplicaba la paritaria. Decidimos el paro en asamblea, con las bases. Fueron 9 días en total y terminó con 182 despidos, con causa y hasta con el descuento de los días de huelga. El 9 de junio se firmó un acta acuerdo con las empresas: como representante del gremio la suscribió el secretario de Interior de UTA nacional, Jorge Kiener. El lunes 12 nos llaman para que levantáramos el paro y todos los trabajadores quedaban adentro. Al día siguiente se levantó. La UTA nacional juntó firmas para desaforar a los delegados, utilizó a los despedidos para sacarnos los fueros”, relató Almada, la secuencia del conflicto. Por entonces, Mestre estaba sacando a la calle el servicio de transporte con gendarmes, inspectores y choferes nuevos con carnets express. Y ninguno de los cesanteados -entre ellos las 57 trolebuseras- fue reincorporado.
Fuente: nota de Mariana Carbajal para Página/12
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