Editorial - Por Soledad Sganga
EN LA MARCHA DEL VIERNES 3 DE JUNIO DE NI UNA MENOS, SE ACERCA UNA ESTUDIANTE DE LA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES CON UNA ENCUESTA ANÓNIMA. UNA DE LAS PREGUNTAS ERA ¿QUIÉN ES EL ACTOR RESPONSABLE PARA SOLUCIONAR ÉSTA TEMÁTICA? Y FUE EN ESE MOMENTO DONDE LA ODO EL ANDAMIAJE TEÓRICO Y TODO EL CONOCIMIENTO SE PUSO EN DUDA. ¿EL ESTADO O LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN?

Entonces, si ese Estado es el que se le ríe en la cara a la víctima, no tomando una denuncia o simplemente desde la justicia dando un botón antipánico para que la víctima lo utilice cuando el victimario viola la orden de restricción que la misma justicia dictó, el Estado se transforma también en victimario. Porque justicia que llega tarde no es justicia. Cuando el Estado se retira de esta forma, lo segundo que se viene a la mente son los medios de comunicación, que no solo ocultan sino que dan una noticia cuando hay una muerte o cuando alguna mujer famosa es víctima.
Cuando desde las publicidades imponen culturalmente que la mujer sólo puede y debe agarrar un artículo de limpieza o simplemente no puede enfermarse. Cuando una mujer debe utilizar cremas que retrasan el natural paso de los años, con pieles de durazno. Hasta las publicidades para niños son las mujeres las que están encargadas de cuidarlos. El hombre no aparece en ninguna de ellas. El hombre aparece en publicidades de deportes, de bebidas alcohólicas donde se juntan con sus amigos también varones a disfrutar momentos de esparcimiento. Las mujeres no. Los programas de televisión, novelas, donde se muestra a las mujeres “impecables” con poca ropa, voluptuosas y sin un gramo de grasa, en las novelas donde te muestran que la única posibilidad de ascender socialmente es cuando la mucama logra enamorarse del patrón y así "poder ser”.
Es el hombre el que hace los negocios y es la mujer la “mosquita muerta” que lo quiere utilizar para sacarle plata. Entonces vuelvo a la pregunta inicial… ¿Quién es el responsable? Porque por más medidas y políticas públicas que se implementen si no existe un cambio cultural, esas políticas no son 100% efectivas. Pero si tampoco hay un control sobre lo que se muestra en los medios es inviable un cambio cultural, que haga que éste tipo de mandatos sociales cambien. Y a su vez, los destinatarios de todo, políticas públicas, campañas de prevención y el mensaje de los medios somos todos nosotros. La sociedad en su conjunto. Entonces, ¿que viene primero... el huevo o la gallina? ¿Desde que lugar se da esa batalla cultural que todavía brilla por su ausencia por más que hayamos sido miles de personas quienes participamos de la marcha?

Más allá de esta duda que llama a reflexionar y repensar muchas cosas, el 3 de junio asistieron a la marcha más personas que la primera, muchos niños y niñas, hombres, jóvenes, sindicatos, organizaciones políticas y también algunos dirigentes. Eso no es poco pero tampoco es suficiente en tanto no tengamos claro a quien estamos reclamando. Entonces, ¿qué viene primero? Para mi vienen las dos cosas juntas y al mismo tiempo el huevo y la gallina.
Porque el Estado somos todos y los medios de comunicación a lo largo de los años han ocupado también un lugar tácito dentro del estado como si fuera un cuarto poder. Entonces los responsables somos todos y debemos reclamarnos a todos la conciencia y la responsabilidad que amerita ésta problemática. Porque ya no queremos más decir NI UNA MENOS. Queremos que el sistema patriarcal cambie. Si lo que queremos realmente es llegar a ser una sociedad más igualitaria y equitativa, éstas son cuestiones que debemos pensar y comenzar a implementar. A exigir y a no prestarnos al juego de esa mentira que encubre la violencia de “viven de eso” o “pero ella era brava, lo volvía loco”.
Desnaturalizar las cuestiones sexistas y retrógradas de la condena social por el paso de los años, por los kilos demás o de menos, por el 90-60-90 y los artículos de limpieza en manos de la mujer. Ni inferioridad ni superioridad a nadie, todos somos iguales y todos somos capaces de desempeñar los mismos roles dentro de una sociedad. Si seguimos naturalizando determinados mandatos, ni nuestra mente ni nuestra cultura va a cambiar nada. Va a ser un gatopardismo; hacer que cambie para que todo siga igual.
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