En La Nazión y Perfil abordaron desde idénticos ángulos una presunta anomalía emocional u hormonal que, según se atreven a señalar, afectaría a la presidenta argentina. pero ahora con un nuevo eje.

Como quien pretende hacer pasar a la madre viuda por loca para adelantarse la herencia, dos escribas multimediáticos primero se preguntan retóricamente y luego, claro, se responden bajo los propios preceptos para arriesgar, quién sabe, la posibilidad de que a alguien se le ocurra recurrir a algún estamento de poder, supongamos, para agitar la bandera absurda: “Cristina está loca…”
Si no, veamos a Pepe Eliaschev en Perfil, quien habla de las “cada vez más habituales alusiones a desórdenes, excesos y peripecias emocionales atribuidos a la Presidenta”, para luego preguntarse si “será cierto que Cristina está mal medicada y reacciona desde arranques puramente emocionales”. Da por hecho, entonces, lo uno y lo otro: los “desórdenes, excesos y peripecias emocionales” y los “arranques puramente emocionales”.

Sin embargo, al final de su artículo el hombre deja abierta otras preguntas: "¿Cristina está enferma? ¿Es o se hace? ¿Finge, tal vez, cuando pone emoción femenina y de estadista en sus anuncios y discursos?" Porque concluye: “lo de Cristina como ‘víctima’ de tormentas emocionales privadas o supuesta elegida por el infortunio es una pésima humorada argentina. Debe ser ponderada y examinada sin indulgencias ni subestimaciones, machistas o de las otras. Con o sin muñequitas, es lo que es. Y lo que es se ve con toda claridad”.
Por su parte, Fernando Laborda en La Nazión del día siguiente, repite el tópico al preguntarse apenas iniciada su columna: “¿Padece Cristina Fernández de Kirchner severos desbordes emocionales o todo es parte de una gran simulación? ¿Sigue gravemente afectada por la muerte de su esposo o teatraliza un dolor de viuda que la ayudó a obtener pingües resultados electorales? ¿Sufre ataques paranoicos cuando denuncia intentos ‘destituyentes’ por todos lados o bien forma parte todo eso de una estudiada sobreactuación con un fin político?”

Y en su furia psicologista, Laborda va más allá: “Claro que detrás de estos rasgos bastante evidentes, como la teatralidad y la histeria, pueden ocultarse trastornos narcisistas, cuyas características suelen ser una preocupación constante por definir la propia identidad y por el saldo que, en términos de identidad y estima de sí, pueda resultar de la interacción con los otros; un sentimiento desproporcionado de la propia importancia; la carencia de empatía; la soberbia; la envidia, y la creencia en que se sufre la envidia de los demás”.
Ya queda poco por decir; salvo aplicar a las características propias de Cristina Fernández de Kirchner todos y cada uno de los supuestos que hasta ahí parecían hablar en general.
Les falta poco, muy poco a algunos medios y personajes para reclamar a voz en cuello un juicio exprés, como el que terminó con la presidencia de Lugo en Paraguay, que acabe de una vez y para siempre con la histérica, narcisista, soberbia y simuladora que nos gobierna.
Son patéticos como periodistas. Pero son mucho más patéticos como hombres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario