Por Adrián Murano, para Revista Veintitrés
El multimedios exhibió números y la verdadera motivación de su pelea contra la Ley de Medios. Ganancias fabulosas y campaña hipócrita.

Clarín vive, crece y se alimenta gracias al monopolio de la televisión por cable. El propio Grupo lo confiesa en su balance: al cierre de septiembre, el multimedios obtuvo utilidades por 2.039 millones de pesos. De ese monto, televisión por cable e Internet (Cablevisión) aportó 1.833 millones, o sea, el 90 por ciento del total. Ese crucial aporte es producto de su envidiable rentabilidad. En el período relevado, las ventas de Cablevisión ascendieron a 5.510 millones de pesos. La rentabilidad por ventas en ese negocio fue del 33%, tres veces la renta promedio de la Argentina.
Estos números sólo se explican por la posición dominante del Grupo en el mercado de cable, situación que cambiaría drásticamente con la aplicación de la ley. En su balance, Clarín reconoce que posee el 48 por ciento del mercado; la AFSCA, por su parte, le adjudica el 52 por ciento. En ambos casos, el Grupo supera el límite del 33 por ciento que impone la ley, con el agravante de que en la mayoría de las jurisdicciones opera en soledad gracias a una agresiva estrategia predatoria que terminó con la competencia en buena parte del país.
La presencia monopólica de Cablevisión permite que el Grupo gane dinero y, a la vez, financie al resto de sus actividades, los “fierros mediáticos” que utiliza para desplegar su influencia política, económica, cultural y social. Dicho de manera sencilla: Canal 13, TN o Radio Mitre, por caso, no podrían pagar los salarios que les pagan a sus estrellas ni cubrir su costo operativo si no fuera por las fabulosa rentabilidad del cable que, vía reinversión de utilidades, nutre al resto de los negocios del Grupo.

El balance presentado por el Grupo frente a la CNV exhibe el resultado de estas tres décadas de competencia desleal, posiciones dominantes y depredación: los accionistas del Grupo Clarín embolsan millones encubiertos en el discurso del “periodismo independiente” y la libre expresión.
En eso no son los únicos, claro. Pero sí son los únicos que se niegan a cumplir con la ley que pretende ponerle límites a este largo festival de hipocresías.
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