En su última aparición pública antes de anunciar su renuncia a la Corte Suprema, el jurista habló de la integración de los inmigrantes a la Ciudad y pidió no hacer política con la seguridad.
“Cada vez que me preguntan, sobre todo en las provincias: '¿usted es porteño?', respondo 'Sí, no tengo la culpa pero soy porteño'”. Así empezó su discurso Raúl Zaffaroni en la que fue su última aparición pública antes de anunciar formalmente su renuncia a la Corte Suprema de Justicia, que se producirá el 31 de diciembre de este año.
En la presentación del libro “Vivir bien en la ciudad”, de la legisladora porteña Gabriela Cerruti, el jurista repasó el miércoles pasado las corrientes inmigratorias que llegaron a la Ciudad de Buenos Aires y la particular manera en que se fueron integrando al tejido social. En un contexto en el que se debate la participación de extranjeros en el delito, a partir de las declaraciones del secretario de seguridad Sergio Berni y los cambios propuestos en el Código Procesal Penal, Zaffaroni advirtió sobre los peligros de hacer política con la seguridad y usar chivos expiatorios para desviar la atención sobre los verdaderos problemas.
“Es una ciudad rara Buenos Aires, una ciudad extraña. Una ciudad que hace cien años tenía mayoría de extranjeros, ciudad a la que llegamos -y digo llegamos en primera persona del plural- todos los marginados del mundo en distintas épocas, en distintas circunstancias.Somos un mosaico étnico, casi un laboratorio étnico mundial”, evaluó el vicepresidente de la Asociación Internacional de Derecho Penal.
Asimismo, explicó que “Buenos Aires es una ciudad que protagonizó cosas feas. Protagonizó la Semana Trágica de 1919, el primer pogrom en el continente y sin embargo es una ciudad que incorpora. Incorpora y al mismo tiempo genera nuevos prejuicios. Primero había que traernos a los desplazados del resto del mundo para desplazar a los mestizos nuestros. Después los hijos de los desplazados del resto del mundo discriminaron a los del interior que venían, los cabecitas negras. Ahora son los nietos de los desplazados del mundo y los hijos de los cabecitas negras que discriminan a los de los países limítrofes. Pero bueno, siempre que esta dinámica se mantenga los incorporaremos. Espero que los hijos de los que llegan de países limítrofes el día de mañana no discriminen a otros. Tenemos ese defecto y esa virtud: no somos como esos países donde las minorías discriminadas permanecen indefinidamente discriminadas. No, nosotros vamos incorporando con la bronca del que se sintió marginado en el momento que le tocó”.
En otro tramo de su discurso, Zaffaroni consideró que para vivir bien en la ciudad hay que abrirse al espacio público y a las relaciones sociales con los vecinos. “El problema de Buenos Aires es que todos los autoritarismos, y fundamentalmente la última dictadura, todos sus resabios y todos los nuevos miedos que va creando de alguna manera la construcción de realidad, abre el espacio para adentro. Eso es lo que tenemos que cerrar: para vivir bien tenemos que tener relaciones sociales, de conflicto y de cooperación. Si fuera todo relaciones de cooperación, creo que en algún momento llegaríamos a ser un panal de abejas o un hormiguero”, planteó.
Al referirse a la problemática de la inseguridad, el jurista sostuvo que “una cosa es la realidad de lo que pasa y otra cosa es tomar el tema como bandera política y decir cualquier cosa y construir una realidad sobre el tema. Ocultar riesgos, ocultar peligros. Cuidado, cuando se nos entrena para tenerle miedo a algo y ese algo es lo único que nos amenaza, al mismo tiempo que se nos vuelve paranoicos mirando eso, se nos está entrenando para no ver el resto”.
La mesa de debate entre Cerruti y Zaffaroni fue coordinada por el periodista Gerardo Rozin y contó con la presencia del titular de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual, Martín Sabbatella; el filósofo José Pablo Feinmann; el dramaturgo Claudio Tolcachir; el actor Gustavo Garzón y la periodista María O´Donnell, entre otros.
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