Por Ignacio Fidanza
LA CONSTRUCCIÓN MEDIÁTICA Y EN REDES SOCIALES CONTRA LA POLÍTICA TRADICIONAL. LAS TENSIONES EN EL MACRIFASCISMO.
Era inevitable que ocurriera, porque no hay estrategia que pueda eludir la fuerza de las cosas. La ambición es el motor de la política y en un organismo tan político como puede ser un gobierno, esa voluntad se traduce en la pelea por la presidencia, en este caso por la sucesión.
Macri ya tiene dos gallos dando vueltas en la jaula. El jefe de Gabinete, Marcos Peña y el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, dejaron trascender sus ganas de competir por el premio mayor. Es natural, son las dos posiciones de mayor juego político del gabinete. Ocurrió antes y ocurre ahora.
Lo interesante no es aventurar quien puede ganar, si es que alguno va a ganar, ya que se sabe que el poder es una aceitada máquina que destruye las mismas ambiciones que alimenta. Lo atractivo es observar como en ese forcejeo empiezan a desplegarse de manera nítida los dos modelos de entender la política del macrismo. Una dialéctica que, por otro lado, no habría que subestimar si se atiende a los resultados recientes de esa experiencia.
Marcos Peña es el gran mandarín de esa nueva religión que entendió a las redes sociales como el territorio a conquistar. Una política que desprecia a los dirigentes tradicionales, que ensaya el bypass digital para construir el simulacro del cara a cara, que se vuelve realidad en muy contadas ocasiones donde el candidato, ministro, hombre de poder, desciende de su Nirvana virtual para tomar mate con “Claudio”, “José” o “María”, representación mágica del ciudadano “despolitizado”, o sea, buena gente.
El jefe de Gabinete construye así con coroneles como Julián Gallo, Guillermo Riera y Ernesto Skidelsky, sus adelantados que se sumergen en la esfera digital para traerle el último Snapchat, la última herramienta mágica para seducir a las nuevas generaciones de votantes. Sin descuidar, por supuesto, su obsesión por influir en el recorte, la visión y hasta los detalles, que los medios tradicionales hacen del régimen y en especial de su propia proyección como líder nacional.
Se trata de una construcción pensada para un mundo de imágenes y frases cortas; por eso se reduce la política a lo mínimo indispensable y se suben fotos y videos con el tercer sector, la sociedad civil, líderes de movimientos homosexuales, científicos, ecologistas, ONG que luchan por causas nobles; todo mechado con alta diplomacia, pero siempre desde el lugar del turista asombrado; lo que se busca, claro, es generar la ilusión de cercanía, yo soy tus ojos, yo soy vos en el poder; un artilugio tan antiguo como eficaz, sólo que ahora el camuflaje del desinterés altruista es digital.
Hernán Iglesias Illa, amigo del jefe de Gabinete, no pudo expresarlo mejor en ese manifiesto del marcospeñismo que es el libro Cambiamos: "Ellos no son los 'machos alfa' de la política, es más se burlan de esas ovejas con piel de lobo; ellos son los menospreciados nerd que inventaron Google y se quedaron con todo. Son la esquina azul, la avant garde del soft power".
Frigerio, en tanto, es la esquina roja. La política tradicional, la construcción cara a cara, de vieja escuela, con senadores, diputados, gobernadores, intendentes y legisladores; es el que les habla de lo que ellos quieren hablar, porque en todo gobierno alguien tiene que hacer ese trabajo.
El ministro del Interior es el que se queda comiendo el asado después que Marcos pasó cinco minutos para sacarse la foto, siempre en la cabecera. Frigerio es el que promete y no cumple, hace chistes, habla de política, es casi un compañero más.
Nada es esto es blanco o negro, por supuesto, pero las tendencias predominantes en una y otra expresión son evidentes. De un lado la aspiracional de ser Estados Unidos; o mejor, Nueva York; o mejor aún la elite de Washington. Por eso, se llega al extremo de instalar en el despacho presidencial dos sofás enfrentados y una mesa ratona rectangular, con silloncitos en un extremo, igual que en el Salón Oval. Pero claro, admirar no es copiar.
Del otro lado se transita el largo camino de conocer la piel profunda del poder que existe, no el que se imagina o se pretende crear. No son los chicos malos del peronismo, pero acaso empiezan a transitar en ese camino, mas educado por supuesto, no olvidemos que esto es el PRO. Un camino que traza una línea de puntos con Emilio Monzó en la Cámara de Diputados y Federico Pinedo en el Senado. Son los hombres del presidente que garantizan las leyes imposibles.
¿Qué modelo prevalecerá? Es la gran pregunta. Frigerio suma a su arsenal el manejo -por ahora más promesa que realidad- de la parte del león de la obra pública. Pero Macri, como antes Cristina, ha demostrado un notable talento para enviarle paracaidistas al paracaidista, en un juego fractal que busca la suma cero del poder, o mejor, que la única acumulación posible sea sobre su decisión final.