Por Tali Goldman, para Revista Veintrés
Un trabajo de la consultora Ibarómetro muestra que a las transformaciones económicas y sociales registradas desde 2003 se suman cambios ideológicos y en el plano de los valores. Opinan políticos e intelectuales. Mirá la galería de fotos.
En un ejercicio fugaz de la memoria colectiva, al pensar en la Argentina de los años noventa, es probable que la mente hiciera un recorrido en clave cultural: la pizza con champagne, el neoliberalismo, el individuo por sobre lo colectivo, el escepticismo y descreimiento, el valor sublime del libre mercado, las relaciones carnales con Estados Unidos y la economía por sobre la política. En definitiva, lo que el recuerdo aflora no son detalles puntuales o pormenores específicos, por el contrario, el inconsciente colectivo conserva rasgos de una atmósfera ideológica, impregnada de un fuerte clima de época. Si el mismo ejercicio se realizara pensando en la Argentina del siglo XXI, especialmente desde el 2003 hasta la fecha, el ecosistema cultural manifestaría la ponderación de lo político por sobre lo económico; a la política como herramienta de transformación y a la militancia como bastión de las conquistas.
En una encuesta que Veintitrés consiguió en exclusiva, contundentes datos cuantitativos reflejan el verdadero cambio en la cultura política de los argentinos. Confeccionada por Ignacio Ramírez, sociólogo y director de Opinión Pública y Mercado de la consultora Ibarómetro, de Doris Capurro, el trabajo tiene como objetivo describir algunas actitudes políticas de los argentinos, conceptualizar el ecosistema cultural actual y aportar elementos para una explicación en clave cultural del kirchnerismo. Por caso, el análisis aborda cuatro ítems: la politización, el consenso ideológico, el nuevo consumo de medios y la preeminencia de la política.
“El kirchnerismo es mucho más que un gobierno, es un ecosistema cultural que en el transcurso de estos años no sólo produjo transformaciones económicas y sociales sino también cambios en el plano de los valores, de la ideología”, introduce Ramírez, que presentó la encuesta en Madrid, en el marco del primer Congreso Internacional en comunicación política y estrategias de campaña, de la Asociación Latinoamericana de Investigadores en Campañas Electorales (ALICE).
El trabajo se realizó en el Área Metropolitana de Buenos Aires (según representatividad electoral de CABA 24, Primer Cordón de GBA 29 y Segundo Cordón de GBA 47), tomando como muestra una población de mil casos, mayores de 18 años residentes en hogares particulares con teléfono fijo.
Resulta indispensable deslizar algunos resultados, recogidos en junio del 2012, para poder comprender la dimensión del fenómeno. El 68,1 por ciento “siempre” o “algunas veces” habla o discute de política con otras personas. La “conversación política” se incrementó desde el 2010, en la que alcanzaba el 61,1 por ciento, y en el 2011 se acomodó el 67,2. Por otra parte, al 50,5 por ciento le interesa “mucho” o “bastante” la política, teniendo en cuenta que de ese porcentaje, el 56 por ciento se da en menores de 30 años. Otra de las consignas tiene en cuenta que el 62,6 por ciento “siempre” o “algunas veces” intenta convencer a sus amigos, familiares o compañeros de trabajo para que compartan su punto de vista. Esto es lo que Ramírez denomina “actitud militante” que también aumentó sus valores desde el 2010 –con un 56,3– y el 2011 –con un 58,2–.
“La actitud militante no tiene que ver con militar en un partido político ni estar pintando carteles en una unidad básica. Esto tiene que ver con un subsuelo de valores, de convenciones, de ideas, redes de sentidos, debates sociales –explica Ramírez–
. Este dato condensa la idea de que la gente tiene un ‘punto de vista’. Es decir, conversar de política es también una práctica política porque se trata de difundir ideas y pensamientos”.
Estos datos resultan interesantes para compararlos con los valores de una encuesta similar que realizó en España el Centro de Investigaciones Sociológicas. En el país europeo, el 31 por ciento se declara interesado en política, el 43 por ciento conversa frecuentemente de política y sólo el 16 por ciento intenta convencer frecuentemente a sus conocidos.
Las causas de la magnitud de los números, según el sociólogo de Ibarómetro, son varias. “La cultura política cambia, en parte, gracias a la transformación de las elites políticas. En el buen sentido, ahora hay una elite que va contaminando e impregnando a la sociedad con valores. El eje de la identidad del kirchnerismo está basado en el compromiso, en la juventud, en la militancia, en la participación, en la política y en lo público”.
Para el senador nacional Daniel Filmus,
“es evidente que el proceso que se inició en el 2003 recupera la posibilidad de participación política y la centralidad de la política. Néstor Kirchner comienza a tomar medidas que despiertan el debate, la discusión y permite que muchísimos actores que se habían mantenido al margen intervengan en el debate”. Y continúa:
“Veníamos de una década en donde se hablaba del fin de las ideologías, de los relatos, donde no había posibilidad de transformación”. En el mismo sentido, el filósofo Ricardo Forster entiende que
“pasamos de una época en donde primaba un lenguaje del gerenciamiento, del hiperindividualismo pragmático, a volver a pensar en el interior de experiencias colectivas, de espacios compartidos, de recreación de lo político y lo público. Es decir, se puso de nuevo en boga que el lenguaje político no es aséptico, sino que la idea de un relato implica que detrás de las palabras hay historias y acontecimientos”.
Para Roberto Bacman, director ejecutivo de la consultora CEOP,
“si esta encuesta la hubiesen hecho veinte años atrás hubiera dado igual o peor que los números de España. En la Argentina se construyó un relato en donde se pueden resignificar ciertas cuestiones que parecían no tener vuelta atrás, como volver a creer en la política como transformación, pensar en una independencia económica, respetar los derechos humanos y los derechos de las minorías”.
Jorge Rivas, diputado nacional de la Confederación Socialista, sostiene que “la militancia comienza en el 2001 con las experiencias de las asambleas de barrio, de las fábricas recuperadas. Pero con la aparición de Néstor Kirchner ayudó a que renaciera la idea de la militancia política como instrumento de progreso y de justicia”.
Otro de los datos interesantes que arroja la encuesta de Ibarómetro tiene el eje puesto en la “eficacia política interna”. En el 2010 un 65,4 por ciento pensaba que “la política tiene una gran influencia en la vida de cualquier ciudadano”. En 2011 esa cifra se elevó a un 67,3 por ciento y en 2012 alcanzó un 68,7.
Si en 2010 un 48,6 por ciento se consideraba “un ciudadano que entiende de política”, en 2011 ese número se elevó a un 55,7 por ciento para terminar en un 60,1 por ciento en 2012.
Esta encuesta, según explicó Ramírez, se diferencia de otras que se concentran especialmente en datos duros políticos o económicos.
“En este caso recorrimos el camino, para tratar de desentramar la anatomía discursiva, conceptual e ideológica del kirchnerismo. La columna vertebral de sus hitos conceptuales que le dan una identidad”, advirtió.
Por caso, hay algunos valores de la “atmósfera ideológica” que merecen ser reflejados. Para el 76,3 por ciento el rol del Estado en la economía debe ser “activo”, contra un 11,3 por ciento que considera que “no debe ser activo”. El 68 por ciento cree que los juicios por violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura militar “deben continuar”, mientras que un 18,8 por ciento entiende que “no deben continuar”. Un 64,6 por ciento percibe que la Argentina necesita alianzas políticas y económicas con Latinoamérica, mientras que el 17,6 por ciento considera que la Argentina necesita alianzas con Estados Unidos y Europa. Para un 59,6 por ciento, la democracia argentina tiene mayores inconvenientes con la falta de “igualdad”, y para un 26,8 por ciento la democracia argentina tiene más inconvenientes con la falta de “libertad”.
Para Analía del Franco, de la consultora Analogías, “hay más participación a nivel discursivo y a nivel de las manifestaciones. Esto es algo que benefició tanto a los kirchneristas como a los opositores. Genéricamente se abrió la idea de que se puede hacer política”.
Otro de los datos destacados de la encuesta tiene que ver con el rol de la juventud. Desde la muerte de Néstor Kirchner comenzó una efervescente ola de militancia juvenil en contraposición a la típica mirada de una juventud abúlica y apática, hija del “no te metas”. En todo caso, basta con mirar los datos. El 58,4 por ciento cree que “últimamente los jóvenes están más involucrados en política y le parece bien”, ante un 25,2 por ciento que “no siente que los jóvenes últimamente estén más involucrados en política”. Por último, un 2,6 por ciento piensa que “últimamente los jóvenes están más involucrados en política y le parece mal”.
Para Dante “el Canca” Gullo, actual legislador porteño e histórico militante peronista, “tenemos un Estado activo que resignifica en las nuevas generaciones un entusiasmo, una responsabilidad, una entrega y una participación en política. Los jóvenes están comprendiendo que la política es el eje y eso se percibe todo el tiempo”. En sintonía, Marcelo Koenig, referente de la Corriente Peronista Descamisados, comprende que “la apropiación de la política se da en la juventud. Durante muchos años se escuchaba que el país estaba perdido porque los jóvenes estaban perdidos, y denostaban a la juventud. Por eso creo que la transformación a través de la política es la gran bandera de estos jóvenes que hoy se vuelcan en un proyecto transformador”.
Por último, la encuesta refleja que un 65,4 por ciento se considera “muy” y “bastante” feliz, en contraposición con un 32,2 por ciento se siente “poco” o “nada” feliz.
El año que viene se cumplirán diez años desde que Néstor Kirchner se sentó por primera vez en el sillón de Rivadavia. Una década. Nada más y nada menos. Mucho se puede criticar, mucho se puede coincidir. Pero si hay algo que nadie puede dejar de soslayar, al menos, es el cambio de paradigma cultural que generó el kirchnerismo, en una sociedad que en el 2001 había perdido cualquier tipo de esperanza.
Otro de los pilares de la encuesta de Ibarómetro para configurar la cultura política de los argentinos tiene que ver con el “nuevo consumo de medios”. Veintitrés ya había tenido acceso a los resultados del informe, tras dos años de haberse sancionado la Ley de Medios, que no está en plena vigencia. Allí se refleja un antes y un después en materia de percepciones y actitudes de la sociedad en relación con los medios masivos de comunicación. Por caso, los números reflejan que un 43,6 por ciento ve como “positivo” el impacto que tuvo la aprobación de la ley en la calidad democrática contra un 17 por ciento que la consideró “negativa”. Otro de los datos interesantes tiene que ver con que el 69 por ciento considera que es “mucha o bastante” la influencia de los medios en la opinión pública, aunque sólo un 12 por ciento le tiene “mucha confianza”, mientras que un 41,5 por ciento resguarda una “confianza selectiva”. Por otra parte, el 61 por ciento cree que las noticias que dan los principales medios están influenciadas por intereses comerciales y organizaciones poderosas y, en consecuencia, el 34 por ciento cree que los periodistas están condicionados por las empresas en las que trabajan.