Después de las burlas de Lanada al niño de 11 años que defiende las políticas del gobierno, la ensayista escribió una columna contra el antikirchnerismo furioso. Qué dijo.
La ensayista Beatriz Sarlo publicó una columna de opinión en la que analizó el fenómeno provocado por la aparición mediática de Casey Wander, el niño de 11 años que se hizo conocido después de participar en un homenaje a Néstor Kirchner semanas atrás.
En “Pobre angelito”, la intelectual opositora consideró que no es sensato preocuparse por el “adoctrinamiento” del chico y pidió concentrarse en las cuestiones materiales que condicionan el capital cultural de los alumnos de escuela primaria.
“Y un buen día apareció Casey, el chico blanco y cool que quiere ser presidente en 2050. Su infantil deseo me recuerda lo que decían los varones de mi generación y mi sector social: oscilaban entre policía, astronauta, jefe de bomberos y (también) presidente. En todo caso, prefiero escuchar a Casey que a chicos enfrascados como monomaníacos en el fútbol o en la televisión basura, que histeriza a las niñas (porque también hay que hablar de ellas) con las monerías de alguna botinera o de las novias de los políticos, más seductoras que la militancia del rubiecito”, escribió "Bety" la feaen el semanario Perfil.
A contramano de lo dicho por periodistas opositores como Jorge Lanada y Luis Majul, que compararon las opiniones de Casey con adoctrinamientos propios de regímenes totalitarios, Sarlo señaló que “se armó un tumulto mediático con Casey, subido a la apertura de todos los portales periodísticos, como si fuera la prueba de un adoctrinamiento difícil en la época en que vivimos”. Para reforzar su punto, compartió el propio “adoctrinamiento” que vivió en su juventud: “mi padre me adoctrinaba en los años 50. Me enseñaba el significado de la palabra ´demagogia´ cuando la Fundación Eva Perón repartía bicicletas y, de manera un poco insensata, me sacaba a pasear de noche para arrancar carteles peronistas. El resultado fue una infancia divertida y mi conversión al peronismo a los 16 años. De mi padre no heredé las ideas sino el interés por la política”.
“No es sensato armar ese lío con Casey ni dar clases de pedagogía cívica o psicología evolutiva, cuando hay decenas de miles de chicos en escuelas atrofiadas por carencias primarias. A Casey, su madre lo está preparando para la rebeldía adolescente bastante mejor que si se dedicaran juntos a escuchar música pop o decidir cuáles son los programas de televisión que verán después de hacer la tarea para el hogar”, remarcó Sarlo.
“Bueno sería que los escandalizados por lo que le enseñan a Casey pensaran en las condiciones materiales (el tipo de escuela, el medio familiar) que hacen posible que el chico K pronuncie frases completas, bien construidas, con sujeto y predicado. Esa destreza, hoy cada vez más rara, no depende del relato ni de la ideología sino del capital cultural”, concluyó Sarlo.
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