viernes, 6 de diciembre de 2013

Nelson Mandela, un gran hombre

Nelson Mandela (Umtata, Transkei, 1918) lideró los movimientos contra el apartheid y tras una larga lucha y 27 años de cárcel, presidió en 1994 el primer gobierno que ponía fin al régimen racista.
 
 
Renunciando a su derecho hereditario a ser jefe de una tribu xosa, Nelson Mandela se hizo abogado en 1942. En 1944 ingresó en el Congreso Nacional Africano (ANC), un movimiento de lucha contra la opresión de los negros sudafricanos. Mandela fue uno de los líderes de la Liga de la Juventud del Congreso, que llegaría a constituir el grupo dominante del ANC; su ideología era un socialismo africano: nacionalista, antirracista y antiimperialista.
 
En 1948 llegó al poder en Sudáfrica el Partido Nacional, que institucionalizó la segregación racial creando el régimen del apartheid. Bajo la inspiración de Gandhi, el ANC propugnaba métodos de lucha no violentos: la Liga de la Juventud (presidida por Mandela en 1951-52) organizó campañas de desobediencia civil contra las leyes segregacionistas.
 
En 1952 Mandela pasó a presidir el ANC del Transvaal, al tiempo que dirigía a los voluntarios que desafiaban al régimen; se había convertido en el líder de hecho del movimiento. La represión produjo 8.000 detenciones, incluyendo la de Mandela, que fue confinado en Johannesburgo. Allí estableció el primer bufete de abogados negros de Sudáfrica.
 
En 1955, cumplidas sus condenas, reapareció en público, promoviendo la aprobación de una Carta de la Libertad, en la que se plasmaba la aspiración de un Estado multirracial, igualitario y democrático, una reforma agraria y una política de justicia social en el reparto de la riqueza.
 
El endurecimiento del régimen racista llegó a su culminación en 1956, con el plan del gobierno de crear siete reservas o bantustanes, territorios marginales supuestamente independientes, en los que confinar a la mayoría negra. El ANC respondió con manifestaciones y boicoteos, que condujeron a la detención de la mayor parte de sus dirigentes; Mandela fue acusado de alta traición, juzgado y liberado por falta de pruebas en 1961.
 
Durante el largo juicio tuvo lugar la matanza de Sharpeville, en la que la policía abrió fuego contra una multitud desarmada que protestaba contra las leyes racistas, matando a 69 manifestantes (1960). La matanza aconsejó al gobierno declarar el estado de emergencia, en virtud del cual arrestó a los líderes de la oposición negra: Mandela permaneció detenido varios meses sin juicio.
 
Aquellos hechos terminaron de convencer a los líderes del ANC de la imposibilidad de seguir luchando por métodos no violentos, que no debilitaban al régimen y que provocaban una represión igualmente sangrienta. En 1961 Mandela fue elegido secretario honorario del Congreso de Acción Nacional de Toda África, un nuevo movimiento clandestino que adoptó el sabotaje como medio de lucha contra el régimen de la recién proclamada República Sudafricana; y se encargó de dirigir el brazo armado del ANC (la Lanza de la Nación). Su estrategia se centró en atacar instalaciones de importancia económica o de valor simbólico, excluyendo atentar contra vidas humanas.
 
 
En 1962 viajó por diversos países africanos recaudando fondos, recibiendo instrucción militar y haciendo propaganda de la causa sudafricana. A su regreso fue detenido y condenado a cinco años de cárcel. Un juicio posterior contra los dirigentes de la Lanza de la Nación le condenó a cadena perpetua en 1964. Ese mismo año fue nombrado presidente del ANC.
 
Prisionero durante 27 años en penosas condiciones, el gobierno de Sudáfrica rechazó todas las peticiones de que fuera puesto en libertad. Nelson Mandela se convirtió en un símbolo de la lucha contra el apartheid dentro y fuera del país, una figura legendaria que representaba la falta de libertad de todos los negros sudafricanos.
 
 
En 1984 el gobierno intentó acabar con tan incómodo mito, ofreciéndole la libertad si aceptaba establecerse en uno de los bantustanes a los que el régimen había concedido una ficción de independencia; Mandela rechazó el ofrecimiento. Durante aquellos años, su esposa Winnie simbolizó la continuidad de la lucha, alcanzando importantes posiciones en el ANC. El ferviente activismo de Winnie no estuvo exento de escándalos; años después, ya en los 90, se vería envuelta en un polémico juicio en el que fue acusada de asesinato, si bien salió absuelta.
 
Finalmente, Frederik De Klerk, presidente de la República por el Partido Nacional, hubo de ceder ante la evidencia y abrir el camino para desmontar la segregación racial, liberando a Mandela en 1990 y convirtiéndole en su principal interlocutor para negociar el proceso de democratización. Mandela y De Klerk compartieron el Premio Nobel de la Paz en 1993.

Las elecciones de 1994 convirtieron a Mandela en el primer presidente negro de Sudáfrica; desde ese cargo puso en marcha una política de reconciliación nacional, manteniendo a De Klerk como vicepresidente, y tratando de atraer hacia la participación democrática al díscolo partido Inkhata de mayoría zulú. Mandela impulsó asimismo la redacción de una nueva constitución para el país, que fue finalmente aprobada por el parlamento en 1996. Un año después cedió la dirección del ANC a Thabo Mbeki, destinado a convertirse en su sucesor en la presidencia. En 1998, dos años después de haberse divorciado de Winnie, contrajo matrimonio con Graça Machel.
 
Junto con el arzobispo Desmond Tutu, que presidía la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, Nelson Mandela presentó en junio de 1998 el informe con las conclusiones de la Comisión.
 
La talla del dirigente africano quedó patente una vez más cuando, frente al parecer del ANC, avaló las conclusiones del informe, que señalaban no solamente los abusos y crímenes del régimen segregacionista, sino también los cometidos por los diversos grupos de los movimientos de liberación, incluido el Congreso Nacional Africano.
 
Tres meses antes de finalizar su mandato, Mandela anunció que no pensaba presentarse a la reelección. Le sucedió en la presidencia Thabo Mbeki, vencedor en las elecciones de junio de 1999.
 
Retirado de la vida política desde ese año, recibió múltiples reconocimientos, si bien sus problemas de salud hicieron cada vez más esporádicas sus apariciones públicas. Todavía en 2010 estuvo presente en las ceremonias del Mundial de Fútbol de Sudáfrica, y recibió el caluroso apoyo de la multitud. 
 
Elevado a la categoría de uno de los personajes más carismáticos e influyentes del siglo XX, el fervor que despierta en sus compatriotas sigue vivo: este año, estando el líder gravemente enfermo, la población sudafricana se lanzó a las calles para celebrar su cumpleaños número 95.
 
Ayer su vida se apagó, pero se encendió para todos los tiempos la luz de su legado. ¡Chau, "Negro" querido. Hasta siempre".

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