Un fenómeno que involucra a entidades de bien público tanto como a instituciones estatales. Miles de hombres y mujeres colaboran como voluntarios de Organizaciones no Gubernamentales en alguna parte del mundo. En ciertos lugares y determinadas circunstancias, son imprescindibles, porque cubren el papel que el estado no puede o no quiere cumplir. Pero también reciben furibundas críticas no solo políticas sino ideológicas, porque aparecen como sustituto de soluciones políticas.

Las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) aparecieron a mediados del siglo XIX. Y en 1840 se reunió por primera vez la Convención Mundial contra la Esclavitud, que propició una movilización internacional para acabar con el comercio de esclavos. El crecimiento de este tipo de organizaciones fue vertiginoso: en 1900 había unas 200 en todo el mundo. Hoy son miles, con ocupaciones de lo más diversas: ciencia, religión, Derechos Humanos, emergencias sanitarias y asuntos humanitarios.
Tal como lo dice su nombre, las ONG son, formalmente, entidades de carácter civil e independientes de los gobiernos locales, regionales y nacionales. ¿Pero en la realidad es así? El caso de la USAID, un organismo que se declara autónomo pero que, en los hechos, está controlado por el Departamento de Estado de EE UU, indica lo contrario.
Fundada en 1961, esta ONG tiene como principal objetivo reforzar la política exterior estadounidense: "Promover nuestros valores fuera del país", es su lema. Según repiten sus autoridades, su intención es "construir un futuro mejor, respaldar los Derechos Humanos y promover una sociedad civil que crezca". Sin embargo, para la abogada y escritora Eva Golinger, que se dedica a investigar la injerencia de Estados Unidos en Latinoamérica, el único objetivo de la USAID es desestabilizar a los gobiernos progresistas que "no se subordinan a su agenda y a sus intereses".
Efectivamente, la organización fue acusada infinidad de veces por trabajar en colaboración con la CIA y realizar actividades destituyentes junto a grupos opositores de la región. Algo que fue reconocido por la propia USAID en junio de 2012, cuando el administrador del organismo para América Latina y el Caribe, Mark Feierstein, reiteró su disposición a financiar a aquellos que se alinearon contra los gobiernos de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).
El funcionario, un connotado agente de la inteligencia estadounidense y jefe de proyectos en la guerra sucia de Estados Unidos contra el gobierno sandinista nicaragüense en los '80, confirmó que la Casa Blanca mantiene una estrecha relación y entrega fondos a sectores antigubernamentales radicados en Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua. Feierstein también fue pieza clave en el apoyo al prófugo ex presidente Gonzalo Sánchez de Losada, autor intelectual de la masacre de 67 personas en octubre 2003.
Desde Bolivia, el vicepresidente Álvaro García Linera ya había sido muy crítico, sobre todo con aquellas ONG de carácter ambientalista que no blanquean sus vínculos políticos y económicos. En su trabajo Oenegismo, enfermedad infantil del derechismo, Linera sostiene que las ONG opositoras a los proyectos de infraestructura con argumentos medioambientales están integradas por "personas con intereses extranjeros, que en sus países de origen han destruido los bosques en el altar de la explotación industrial, y que ahora buscan conservar los recursos medio ambientales que equilibren su acción depredadora en otros países que no son los suyos". Linera concluye: "éstos son los intereses transnacionales que quieren convertirnos en guardabosques, sin derecho a luz, carreteras, servicios básicos, sin derecho a utilizar, en una relación de diálogo, a la naturaleza para satisfacer moderadamente nuestras necesidades".

En Gran Bretaña el tercer sector maneja un 3% del PBI nacional. Una cifra que le permite al especialista Barry Knight decir que "las sociedades civiles son un gran negocio". Sobre todo, en un país que pasó de tener 150 mil ONG en 1980, a unas 200 mil en la actualidad.
Pero no todas las ONG cumplen un rol dudoso. Ya sea a nivel internacional, con grandes aportes económicos y fenomenales despliegues publicitarios, como a nivel regional o local, con un "trabajo de hormiga", hay organizaciones que ponen el cuerpo para socorrer a quienes más lo necesitan.
Allí aparecen, entre otras, la Cruz Roja Internacional, con presencia en más de 80 países para brindar ayuda humanitaria en territorios con violentos conflictos armados; o Amnistía Internacional, una organización que se dedica a la defensa de los Derechos Humanos en todo el mundo y también a la asistencia a víctimas de tragedias.
En el ámbito local, el CELS, junto con Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, desarrolló una titánica tarea durante la dictadura militar al denunciar las sistemáticas violaciones a los Derechos Humanos. Su trabajo fue clave para hacer públicos los crímenes y en el posterior enjuiciamiento de los responsables de la represión.
Las ONG fueron también fundamentales en los '90, cuando el Estado se diluía como regulador de la vida pública. En el ámbito de la Salud, la Fundación Huésped desarrolla desde 1989 una tarea reconocida en todo el mundo por su contribución a la lucha contra el Sida. Desde 1995, la Red Solidaria brinda ayuda a millones de personas en situaciones de extrema necesidad. Esos son sólo algunos casos y el debate para determinar cuál es el rol de las ONG en el mundo actual, de hecho, ocupa bibliotecas enteras.
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