Vecinos del barrio porteño de Retiro exigieron el regreso de uno de los colectivos que recorre sus calles interiores y que fue secuestrado el jueves por el gobierno de la ciudad de Buenos Aires.
El otro colectivo presta servicio sobre la calle central de la villa desde hace un año y es propiedad de dos hermanos que antes trabajaban como choferes de una empresa de colectivos.
Valerio, el mayor de los hermanos, le contó a Télam que "nuestra familia llegó al barrio hace casi 30 años, y en la medida que el barrio crecía nos fuimos dando cuenta que surgía la necesidad de unir al barrio, sobre todo a los vecinos del fondo que están cómo a tres kilómetros de Retiro".
"Esto no es una comodidad, es una necesidad, hay gente que sale a trabajar a las cuatro de la mañana o que vuelve a las diez de la noche y que si no fuera por el colectivo queda a merced de los delincuentes", añadió.
"Al chofer del colectivo que secuestraron ayer (por el jueves) esto lo complica porque lo dejan sin la herramienta que le da de comer a su familia, pero además dejaron a pie a todos los vecinos de la parte de atrás del barrio que lo toman todos los días, sobre todo a personas discapacitadas o ancianas que no pueden andar saltando o esquivando los pozos y las roturas de las calles que nadie arregla", concluyó Valerio.
Ambos recorridos tienen su cabecera junto al supermercado COTO que está frente a la terminal de ómnibus de Retiro y tiene un costo de entre uno y tres pesos.
Máxima, una vecina que llegó desde Paraguay hace 32 años, le contó a Télam que "el colectivo fue la salvación para muchos vecinos, porque para ir a trabajar había que salir de casa a las tres de la mañana, y porque cuando llovía había que ponerse la ropa de trabajo en el baño de la YPF para no ensuciarla en los charcos".
"En el barrio lo estamos esperando a (Mauricio) Macri hace mucho tiempo, para que nos asfalte las calles como corresponde, para que haga los desagües y para que arregle las instalaciones eléctricas, pero ayer para lo único que aparecieron fue para llevarse un colectivo que es muy necesario para los vecinos", añadió.
Valerio lleva el colectivo con suma precisión por la angosta calle central de la Villa 31, esquivando pozos, baches y las mercaderías que algunos locales ponen en sus veredas.
Un grupo de personas reunidas bajo uno de los tantos postes enmarañados de conexiones eléctricas son la señal de una de las paradas del servicio.
Allí sube Gloria con su hija Ailín, de 4 años. Gloria cuenta que "estos colectivos nos salvan la vida a todos, no sólo a los que van al trabajo, porque hay muchos vecinos enfermos que tienen que ir seguido al hospital por algún tratamiento y no están para atravesar a pie toda la villa, sobre todo en invierno".
"Para las mamás tener estos colectivos también es una bendición, porque en época escolar sino teníamos que ir cómo mamá gallina con todos los chicos atrás desde el fondo del barrio hasta la escuela, y no terminábamos de volver a nuestras casas que ya estábamos saliendo de nuevo para ir a buscarlos", completó.
Jorge, un albañil que vive hace 27 años en la Villa 31, contó que "cuando empezamos a ver un colectivo circulando por el barrio todos nos dimos cuenta de que era un progreso, pero recién cuando lo empezamos a usar nos dimos cuenta de todo lo que habíamos ganado".
"Ahora no tengo que salir tan temprano de casa, y no llego cansado al trabajo; lo mismo a la vuelta, porque el colectivo me deja en la terminal y antes tenía que caminar desde allá andá a saber a que hora y con que frío. Sacarnos los colectivos es no querer que vivamos bien", subrayó.
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