El diputado y ex candidato a gobernador dijo en televisión que la presidenta "está cucú", en sintonía con las especulaciones de los medios hegemónicos que al igual que Francisco utilizan el ataque infundado para argumentar sus columnas.
En sintonía con varios columnistas de los principales medios opositores, el diputado Francisco De Narcováez abonó a la estrategia que pretende instalar en la opinión pública supuestos problemas emocionales que se interponen en la gestión de gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Lo hizo en la pantalla de TN enmarcado con el gesto mezcla de sorpresa y sonrisa socarrona de los conductores del programa Código Político, Julio Blanck y Eduardo Van der Kooy.
"Si estaría en una mesa de café diría que Cristina está Cucú", disparó el ex candidato a gobernador bonaerense. "¿Qué es cucú?", le preguntaron los dos peridistas a coro, pero de nada importa. La intención ya estaba plasmada. Dejar flotando en la atmósfera esa idea, lejos, muy lejos de las argumentaciones políticas para discutir ideas. A Van der Kooy la "construcción" no le sería ajena ya que hace pocas semanas escribió que para entender al gobierno "la psiquiatría es también una buena fuente de orientación".
Por supuesto que Eduardo no es la única fuente de inspiración de la cual podría servirse De Narcováez para semejante afirmación "de café" que no dudó en soltar a cámara abierta. Carlos Pagni, de La Nazión, sería otro buen sostén de su poco académico concepto.
"En el discurso de ese mediodía apareció una Cristina Kirchner salida de su eje. Con argumentos incorrectos, desbordada, comunicó decisiones gravísimas mientras intentaba reprimir el llanto y disimular la ira. Si en Angola fue llamativa por lo eufórica, esta vez sorprendió por lo ansiosa y depresiva", escribió el periodista especializado del centenario matutino con horas de diferencia de la reflexión de su colega del pasquín envuelve huevos.
"Cristina Kirchner organiza su política alrededor de un supuesto principal: hay un enemigo. Ese enemigo está oculto y, en su racionalidad ilimitada, es capaz de orquestar operaciones en los más diversos planos. Tal vez la señora de Kirchner radicalice su encierro, ya que las brujas a las que teme se volverán más verosímiles. Porque, como dijo Henry Kissinger, 'también los paranoicos tienen enemigos'" añadió.
Para los interesados en bibliografía de esta especie, la obra de Silvina Walger debe ser de consulta permanente, casi un verdadero clásico. Por esos días la periodista que profesa el antikirchnerismo a ultranza escribía en Perfil: "De Cristina ya sabíamos que era un émulo de Sybil, aquel famoso libro de los 70, primer ejemplo novelado de personalidad múltiple (muy para el avión). Contaba la historia de una mujer que albergaba en sí a unas cuantas malvadas imaginarias que le susurraban en una oreja y una solitaria semibuena. Todo para desesperación de una paciente psicoanalista".
A este planteo coordinado se sumaron una semana después las columnas de Pepe Eliaschev en Perfil y la de Fernando Laborda en La Nazión. Pepe, habla de las “cada vez más habituales alusiones a desórdenes, excesos y peripecias emocionales atribuidos a la Presidenta”, para luego preguntarse si “será cierto que Cristina está mal medicada y reacciona desde arranques puramente emocionales”. Da por hecho, entonces, lo uno y lo otro: los “desórdenes, excesos y peripecias emocionales” y los “arranques puramente emocionales”.
Sin embargo, para finalizar redobla su apuesta y deja abierta otras preguntas: "¿Cristina está enferma?", "¿Es o se hace?", "¿Finge, tal vez, cuando pone emoción femenina y de estadista en sus anuncios y discursos?" Porque concluye: “lo de Cristina como ‘víctima’ de tormentas emocionales privadas o supuesta elegida por el infortunio es una pésima humorada argentina. Debe ser ponderada y examinada sin indulgencias ni subestimaciones, machistas o de las otras. Con o sin muñequitas, es lo que es. Y lo que es se ve con toda claridad”.
Por su parte, Fernando Laborda en La Nazión del día siguiente, repite el tópico al preguntarse apenas iniciada su columna: “¿Padece Cristina Fernández de Kirchner severos desbordes emocionales o todo es parte de una gran simulación? ¿Sigue gravemente afectada por la muerte de su esposo o teatraliza un dolor de viuda que la ayudó a obtener pingües resultados electorales? ¿Sufre ataques paranoicos cuando denuncia intentos ‘destituyentes’ por todos lados o bien forma parte todo eso de una estudiada sobreactuación con un fin político?”
Luego de calificar su luto como “exagerado”, el periodista da por hecha la “teatralidad” de la presidenta y subraya: “Una de las patologías más proclives a la teatralidad es la histeria”, observándose en Cristina el siguiente cuadro: “puede observarse la tendencia a hacerse la víctima echándoles la culpa a los demás”.
Y en su furia psicologista, Laborda va más allá: “Claro que detrás de estos rasgos bastante evidentes, como la teatralidad y la histeria, pueden ocultarse trastornos narcisistas, cuyas características suelen ser una preocupación constante por definir la propia identidad y por el saldo que, en términos de identidad y estima de sí, pueda resultar de la interacción con los otros; un sentimiento desproporcionado de la propia importancia; la carencia de empatía; la soberbia; la envidia, y la creencia en que se sufre la envidia de los demás”.
Es curiosa la "falta de la libertad de prensa y de expresión" que la dictadura kirchnerista ha instaurado en el país. Tan curiosa, que cualquier hijo de puta mal parido le puede faltar el respeto a la Presidenta de la Nación (que además es una dama, con lo cual demuestran que además de hijos de puta son poco hombres) y seguir por la vida como si nada.
Pero, además, no aprenden. Ya intentaron con lo mismo hace alrededor de un año y "la loca desquiciada y desequilibrada emocionalmente" les metió más del 54% de los votos en el ojete.
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