La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos ha señalado a Chile como el país más desigual en materia social entre los veintisiete que la integran.
Mientras el presidente chileno intenta recuperar la sonrisa perdida por la derrota que la derecha sufrió en los últimos comicios municipales, con números favorables en la mano sobre el devenir económico, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ha señalado a Chile como el país más desigual entre los veintisiete que la integran.
El gobierno chileno se apresuró a blandir exultante las cifras difundidas por el Banco Central de Chile, que muestran un crecimiento del 6,7% de la economía durante el mes de octubre pasado y augura entre un 4,75% y 5,25% para todo el 2012.
Sin embargo, la OCDE publicó un informe en el que da cuenta sobre la profunda brecha en la distribución de la riqueza que existe en la nación trasandina al señalar que “el 10% más rico gana 27 veces más que el 10% más pobre”.
En base a la aplicación del coeficiente Gini, que mide la desigualdad en el reparto de los ingresos, el organismo internacional ubica a Chile con el 0,5 del índice de Gini, donde 0 equivale a un reparto justo y 1 a donde los ricos se apropian de todas las ganancias.
Gonzalo Durán, economista de la Fundación Sol, declaró en Radio Universidad de Chile que este trabajo demuestra que “el retroceso en la igualdad en los países de la OCDE viene de la mano con un retroceso en los niveles de sindicalización de los trabajadores”. Durán sostiene, asimismo, que la disparidad es peor en el ámbito laboral “al punto a que por ejemplo entre el año 2000 y 2006 el 100% del crecimiento económico se lo llevo el diez por ciento más rico del país”.
Una semana atrás, en la emisión de su programa televisivo, el candidato independiente a las presidenciales del 2013 Franco Parisi, reveló que el ingreso del 20% de las familias chilenas promedia los cuatro mil dólares anuales, los que las pone a niveles del Congo. En contraste, los sectores más adinerados tienen entradas mayores a los US$ 80.000 equivalentes a ciudadanos de Luxemburgo. Parisi apunta a las bases del llamado “Milagro Chileno” (término acuñado por Milton Friedman, padre del neoliberalismo) por su inequidad, que contradice la imagen ejemplar donde el libre mercado a ultranza garantizaría el desarrollo de la sociedad.
La profusión de conflictos laborales en Televisión Nacional de Chile, Salud UC (la red de atención médica más grande que depende de la Facultad de Medicina) y Cencosud ha servido de ejemplo a los críticos del sistema implantado por Augusto Pinochet.
El profesor de Derecho Laboral de la Universidad Diego Portales, José Luis Ugarte, reseñó que “el modelo laboral chileno es el mismo de la dictadura y el último día de gobierno de Bachelet habían menos trabajadores –proporcionalmente– sindicalizados y negociando colectivamente que el último día de Pinochet”. "José Piñera (uno de sus ideólogos, hermano del actual mandatario y Ministro de Trabajo de Pinochet) considera una participación paupérrima de los trabajadores en las empresas: el salario y punto”, agrega
Hoy, bajo el influjo de las masivas movilizaciones estudiantiles que cuestionan las bases de la educación legadas por el dictador, los sindicatos buscan recuperar el terreno perdido en sus conquistas pero con temor ya que las leyes de la tiranía están vigentes. Al respecto, Ugarte destaca que “Chile tiene en esto un merito único en el mundo: permite el reemplazo de los trabajadores en huelga, lo que, como es fácil advertir, es la negación de la misma huelga”.
En 1973, año del derrocamiento y muerte del presidente Salvador Allende, la tasa de desempleo era del 4,3% y diez años después de instalado el “Milagro” alcanzaba al 22% de la población económicamente activa. La dictadura abolió el salario mínimo, prohibió a los sindicatos las negociaciones colectivas (algo que tuvo que retrotraer en 1982), privatizó las pensiones y 212 industrias estatales, además de eliminar las cargas impositivas sobre patrimonios y beneficios de las empresas. Así y todo, la aplicación de las recetas de los Chicagos Boys, discípulos de Friedman que lo asesoraban, no pudo evitar que el PBI cayera un 19% entre 1982 y 1983.
Para salir de esa crisis que ya provocaba protestas gremiales, aún bajo el terror dictatorial, Pinochet volvió a nacionalizar bancos e industrias. “El general expropió a placer, ofreciendo pocas o ningunas compensaciones. Aunque muchas de las empresas acabaron por ser reprivatizadas. El Estado retuvo la propiedad de una industria: el cobre”, escribió Greg Palast, periodista del diario inglés The observer. La Corporación Nacional del Cobre (Codelco), cuyas minas fueron embargadas por Allende las multinacionales Anaconda y Kennecott, genera el 55% de las utilidades por exportaciones, bastante lejos del 75% de 1970, de las cuales el 10% van a parar a las arcas de las Fuerzas Armadas. No obstante sigue ocupando un rol primordial en el desenvolvimiento económico de Chile, desde el Palacio de la Moneda buscan tentar a capitales chinos para privatizar la parte accionaria que todavía atesora el Estado.
Esto último, más la reforma tributaria y de sanidad, junto a una tibia mejora educativa que acabará pagando el conjunto de la ciudadanía, parece ser la pauta de un libreto dispuesto a no abandonar por la derecha gobernante ni gran parte del espectro político chileno. Luces y sombras sobre una profundización del rumbo trazado hace cuatro décadas a sangre y fuego, pero que ahora encuentra otros actores dispuestos a recuperar en las calles lo que se perdió entre cuarteles, directorios de bancos y empresas privadas.
Ese es "el modelo a imitar" para muchos de nuestros beneméritos políticos opositores. Según ellos, nuestro país se va al carajo por no seguir el modelo chileno.
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