EL PRINCIPAL ASESOR DE POLÍTICA EXTERIOR DE BRASIL DE LAS PRESIDENCIAS DE LUIZ INÁCIO LULA DA SILVA Y DILMA ROUSSEFF Y UNO DE LOS PROMOTORES DE LOS BRICS (LA INTEGRACIÓN DE BRASIL, RUSIA, INDIA, CHINA Y SUDÁFRICA) Y DEL FORTALECIMIENTO DE LAS RELACIONES SUR-SUR A NIVEL INTERNACIONAL MURIÓ AYER DE UN INFARTO, A LOS 76 AÑOS.
García, nacido en la ciudad de Porto Alegre, sufría desde hace unos años de problemas cardíacos que en 2013 se agravaron y llevaron a sus médicos a realizarle una delicada operación de corazón, en la que le fueron colocados dos puentes de safena y dos arteriales.
Durante las gestiones de Lula y Rousseff, fue un hombre clave en la política exterior de Brasil y muy en especial en todo lo relacionado con América Latina, una región a la que dedicó buena parte de sus estudios y su vida política.
Se inició en la política en su juventud, cuando se vinculó a los comunistas que dominaban los centros universitarios de Porto Alegre, y en tiempos de la dictadura militar se exilió en Francia, donde participó en los movimientos de mayo de 1968. Regresó luego a Brasil para salir al exilio nuevamente y residió en Uruguay, Chile, Argentina, México, hasta que retornó a su país en 1979, con una apertura política promovida por la dictadura.
Participó en 1980 en la fundación del Partido de los Trabajadores (PT) junto a Lula y también fue uno de los promotores del Foro de Sao Paulo, que congrega a organizaciones de izquierdas de América Latina.
Su protagonismo en la política exterior del Gobierno de Lula en todo lo relativo a América Latina y su amistad con muchos de los líderes regionales de la época llevó a que muchos lo tildarán de "canciller en la sombra", frente a lo cual siempre dijo que no era más que un mero "colaborador" del presidente.
Fue, sin embargo, un importante mediador en conflictos que ya entonces enfrentaban al fallecido presidente venezolano Hugo Chávez con la oposición o en diversas negociaciones de paz intentadas con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
También fue uno de los promotores del Foro Social Mundial, una de las últimas grandes experiencias de la izquierda internacional y que fue plataforma de muchos de los líderes latinoamericanos del arco socialista que llegaron al poder en los últimos 15 años.
Durante su último reportaje con la AM750, el 6 de abril pasado, Marco Aurélio analizó los movimientos progresistas en la región, las necesarias autocríticas que adeudan, la necesidad de frenar las “contrareformas neoliberales” y la trascendencia de la victoria del candidato de Alianza País, Lenín Moreno, en las elecciones del domingo pasado en Ecuador.
En diálogo con el programa “Te quiero a las diez”, Marco Aurélio también se refirió a la crisis política y económica de Brasil, y explicó que las acusaciones de corrupción contra Lula y Dilma forman parte de una creciente “judicialización de la política” a nivel regional.
“Creo que hoy una de las misiones del movimiento popular y del progresismo es resistir a esa ola de contrareformas neoliberales, este segundo consenso de Washington que se está intentando implantar en muchos países y, por otro lado, dibujar un proyecto alternativo”, había agregado entonces el principal asesor del Partido de los Trabajadores.
En aquella oportunidad, García detalló la causa de la débil imagen positiva del actual presidente golpista, Michel Temer, y señaló que “en un primer momento la idea de legitimidad era compartida por un sector aún minoritario de la sociedad, pero en la medida en que el gobierno fue aplicando con una ferocidad y con una velocidad increíble su contrareforma, se fueron dando cuenta”.
Asimismo, señaló como punto de quiebre el congelamiento del gasto público por 20 años, al que calificó de "recesivo y profundamente antidemocrático” y, por otro lado, la llegada al poder de “un grupo de la clase dominante” que “sin fusiles ni tanques, recuperó los trozos de poder que había perdido” a través de un golpe parlamentario.
Por último, había calificado al juez Sergio Moro como “el pop star de la derecha” y había criticado el accionar de varios fiscales, que impulsan denuncias por corrupción contra los líderes del PT: “él es el principal personaje de una tendencia muy complicada que se está desarrollando en varios países pero en Brasil de una forma más fuerte, que es lo que llamamos la judicialización de la política”.
"Están utilizando mecanismos muchas veces ilegales para tratar de conducir una investigación con un sesgo netamente político, más que político, partidario, con una articulación muy fuerte con los medios para crear una presión de opinión pública en sentido de una condena previa”, había dicho.
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