El nuevo spot de Ricardo Alfonsín comienza con una sutileza nada menor: la Unión para el Desarrollo Social (UDeSo) no le tiene miedo a la CGT.
Acto seguido, montado sobre un discurso explosivo que raya el infarto (el del propio Alfonsín) y vociferando a los presentes, aclara que la UDeSo no se va colocar en contra a los trabajadores porque él "aumentará salarios, mejorará la salud, la educación, generará mayor empleo", etc.
Una vez más, sus asesores publicistas lo aconsejan mal. Tal vez aún esté a tiempo para corregir su estrategia comunicacional, porque lo que los argentinos y argentinas necesitan –y más aún las clases víctimas de una exclusión casi bicentenaria– son políticos más serenos, maduros, consecuentes, con elevada autocrítica y, fundamentalmente, mucha vergüenza.
Su apellido y procedencia partidaria específicamente le demandan esto último. “¿Cómo nos vamos a colocar en contra a los trabajadores?”, pregunta frenética y retóricamente Alfonsín a la muchedumbre. Respuesta: los trabajadores son quienes están en su contra, Ricardo Alfonsín, porque a diferencia suya, los trabajadores tienen memoria.
El movimiento obrero y trabajador abandonó el radicalismo (si alguna vez tuvo real afinidad con este partido) con la muerte del último y único gran caudillo radical, Don Hipólito Yrigoyen. Desde entonces, radicalismo –y más aún alfonsinismo– son sinónimos de hambre, miseria y exclusión para el pueblo trabajador.
Recuerde, por favor. La dictadura militar modificó la Ley de Contrato de Trabajo sancionada por el peronismo, infringió los beneficios establecidos en las Convenciones Colectivas de los trabajadores estatales, reglamentó la Ley de Asociaciones Profesionales tendientes a debilitar o atomizar al gremialismo, suspendió a los docentes su Estatuto y abolió el de los empleados bancarios y del seguro; asimismo, suspendió la vigencia de la Ley 14.250 sobre Convenciones Colectivas de Trabajo y el régimen de los trabajadores gastronómicos. Y, finalmente, anuló el Estatuto del Peón y del Trabajador Agrario, a la vez que dispuso el cierre de más de 200 delegaciones de Trabajo. ¿Qué hizo la UCR con todo esto? La “democracia” alfonsinista adoptó la política laboral de los genocidas porque ni la vetó, ni la revisó ni la modificó. En 1983, su padre denunció el pacto militar-sindical.
Al poco tiempo siguieron: la intentona del proyecto de reordenamiento sindical de Mucci (frenado en el Senado), la suspensión de la Ley de Convenios Colectivos de Trabajo, el veto presidencial de leyes obreras y los sistemáticos intentos por despojar a las entidades gremiales de sus obras sociales y reglamentar el derecho de huelga.
¿Acaso Ud. no recuerda todo esto? ¿Alderete le dice algo? ¿No recuerda los 14 paros generales durante el gobierno de su padre? ¿Y los ajustes a la población mientras año tras año pagábamos religiosamente al FMI unos 5.000 millones de dólares? La deuda externa pasó de 45.069 millones de dólares en 1983 a 63.300 millones en 1989. Entre 1983 y 1989, el desempleo y subdesempleo sumados saltaron del 13,9% al 16,2%, mientras que la participación de los asalariados en el ingreso cayó del 27% en 1988 al 20% en 1989 (43% estaba en 1974).
Sr. Alfonsín, el pueblo obrero y trabajador no lo quiere de vuelta, porque Ud. administra para los representantes de la Argentina del Centenario, la misma que su padre tanto anhelaba. Recuerde sus palabras: “(Sobre el proyecto de país) …todos queremos vivir de otra manera y entrar en el siglo XXI con la misma gallardía con que traspusimos el umbral del siglo XX” (Discurso en la Asamblea Legislativa - 01/5/85).
Si bien resta mucho por hacer, hemos entrado al siglo XXI con un modelo de desarrollo basado en la justicia social, la redistribución de la riqueza, la soberanía económica y cultural, el desendeudamiento y la modernización del aparato productivo. No, el pueblo argentino no dejará que la reacción alfonsinista, antiobrera y antinacional, vuelva a gobernar el país. No se trata de tenerle o no tenerle miedo al pueblo, sino aprecio e infinito respeto.
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