El incumplimiento de los horarios, la insuficiente cantidad de formaciones, el deterioro de las estaciones y la alta conflictividad gremial, son algunos de los padecimientos que soportan a diario casi 800 mil usuarios.
Baltasar, un joven administrativo oriundo de la localidad bonaerense de Caseros que todos los días usa la línea B para ir al trabajo y la línea A para ir a estudiar, dijo a Télam que "el subte siempre es complicado, yo lo tomo porque es rápido, pero tengo que rezar para que venga en horario y para que me pueda subir porque viene hasta la manija".
"Desde que se inauguraron las dos nuevas estaciones de la línea B es casi imposible subirse al subte, antes en Dorrego siempre se subía tranquilo, ahora hay momentos en los que no se puede entrar al vagón ni empujando", explicó.
"La línea A cambió un poco con los vagones nuevos, hay menos olores pero las demoras siguen siendo las de toda la vida. Es un absurdo que hayan duplicado el costo del pasaje cuando el servicio es tan deficiente cómo lo fue siempre", concluyó Baltasar.
La red de subterráneos, que tuvo sus orígenes hace casi cien años con un trayecto que unía Plaza de Mayo con la Estación Once, está compuesta en la actualidad por seis líneas que tienen una extensión total de 50 Km y 81 estaciones en operación.
El servicio de subtes desde 1994 se encuentra concesionado a la operadora privada Metrovías, que en los últimos 10 años recibió subsidios millonarios de parte del estado nacional, a cambio de que el precio de la tarifa se mantuviera en valores accesibles para los usuarios, situación que cambió cuando pasó a manos del gobierno de la ciudad de Buenos Aires a principios de año.
Patricia, una estudiante que usa la línea D para ir a estudiar, relató a Télam que "lo más feo del subte es que en las horas pico uno siente que se asfixia, yo soy chiquita y siempre quedo aplastada entre la gente, a veces hasta no llego a bajar del vagón a tiempo y me termino pasando".
Sergio, un abogado de Caballito que usa habitualmente la línea D, contó que "después de un tiempo uno se acostumbra a viajar así, porque a veces para moverse rápido por el centro no hay otra cosa, pero el servicio es cada vez más caótico".
"Hace tiempo ya que los monitores de los andenes no informan sobre las frecuencias de los trenes, deben creer que así no nos damos cuenta de los retrasos que se hacen obvios cuando los andenes se llenan de gente", señaló.
Laura, una tucumana que ayer realizó su primer viaje en subte, contó a Télam que "una amiga a la que fui a visitar en Parque Centenario me recomendó que volviera al hotel en subte: tengo que reconocer que es mucho más rápido, pero no hay dignidad en viajar todo apretado y sin aire".
Marcos, guitarrista rionegrino que pasa la gorra en la línea B, explicó que "es difícil entender a los porteños, tienen una facilidad para adaptarse a estas situaciones que da miedo, yo estoy acá con la guitarra y los veo viajar cada día un poquito peor y sin embargo ninguno se indigna".
"Dos por tres los parlantes anuncian demoras o suspensiones de servicio, o si no, uno ve como viajan todos apretados y sin embargo todos se lo toman como muy natural, creen que es normal que esto funcione así", añadió.
Roberto, un mecánico que trabaja en los talleres de la línea E, aseguró que "la gente a veces no se queja porque no quiere perder tiempo ni en eso, encima cada vez hay más vagones con problemas técnicos y eso dificulta mantener las frecuencias".
"Los coches de la línea C deberían haber ido a una inspección general hace por lo menos un año, pero con todo esto del traspaso el gobierno porteño dice que no le corresponde hacerse cargo de esa tarea y ahí andan los vagones, esperando que alguien se haga cargo de su puesta a punto", concluyó el trabajador.
En la Línea H, la más nueva, Francisco, un comisionista de 18 años, señaló que "viajo bien", aunque "los trenes deberían venir con más frecuencia" y coincidió en eso Miguel, un mozo de 20 años que toma todos los días esa línea para ir a su trabajo, que "a veces viajo muy incómodo porque me empujan y hay demasiada gente".
Romina, una joven de 20 años que estudia periodismo y viaja todos los días en la línea C, sostuvo que "he visto gente que se les enganchan las mochilas o los sacos en la puerta y viaja así, es muy peligroso" y opinó sobre la necesidad de incorporar "más vagones" para que "entre más gente, porque en la hora pico la gente se amontona hasta quedar pegada a la puerta".
Por su trabajo como comerciante ambulante, Marcelo, de 45 años, frecuenta habitualmente todas las estaciones del subte, pero a la hora de señalar el mayor problema del servicio afirmó que "te roban todo el tiempo, e incluso ya conocés las caras de algunos que los ves en horarios pico".
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