Columna de opinión.
Por Dante Augusto Palma.
La aparición de un nuevo grupo de referentes de la cultura que busca disputarle el espacio discursivo a Carta Abierta, fue anunciada con bombos y platillos por Clarín y La Nazión generando sin duda, una expectativa desmedida.
Se trata de un conjunto de individualidades que aun sin haber acordado un nombre común que denomine al incipiente colectivo, ofrecieron su firma para intervenir públicamente en uno de los temas que se ha instalado en la agenda de las últimas semanas. Si bien el documento fue acompañado por hombres y mujeres de distintas procedencias, buena parte de ellos apoyaron y fueron fuentes de consulta permanente de la malograda experiencia socialdemócrata de Raúl Alfonsín entre el 83 y el 89. Los firmantes, entonces, desde Beatriz Sarlo hasta Roberto Gargarella pasando por Jorge Lanata, Emilio De Ípola, Pepe Eliaschev y Luis Alberto Romero entre otros, dieron a conocer el documento titulado “Malvinas. Una visión alternativa” y hacer algunas reflexiones generales sobre el mismo es la intención de estas líneas.
Podría decirse que lo que primero salta a la vista en este documento es la suposición de que Malvinas es sólo una causa de nacionalismo chauvinista que estaría siendo azuzado por las huestes kirchneristas englobadas en el aluvión nacional y popular. Tal punto de vista es profundamente simplista y no parece tomar en cuenta las diferentes tradiciones nacionalistas que se han desarrollado en Argentina a lo largo del siglo XX. De este modo los firmantes parecen suponer que la disputa enfrenta a un único posible nacionalismo, el beligerante, con la visión utopista del cosmopolitismo que hace énfasis en los derechos humanos y en la moralidad compartida de los ciudadanos del mundo que buscan una paz duradera.
Otro fantasma que atraviesa el documento es un cliché bastante utilizado por cada uno de los firmantes en las intervenciones públicas que realizaron en los últimos años. Me refiero a la cuestión de la impostura y la incomprobable sospecha de que aun las mejores causas son utilizadas por el kirchnerismo con fines maléficos o, como mínimo, autointeresados. Tal recurso retórico es persuasivo pero muchas veces no es otra cosa que la herramienta distorsiva que permite confirmar falsos prejuicios. Al kirchnerismo, así, no se lo mide por sus actos, esto es, los hechos comprobables y las modificaciones del estado de cosas. Más bien se lo psicologiza y se buscan las razones ocultas que habría detrás de cada una de sus acciones. En este caso específico se acusa al gobierno nacional de utilizar la causa Malvinas con fines distractivos para evitar que los ojos de la ciudadanía se posen en lo que, suponen, serían tiempos conflictivos socialmente hablando.
La novedad, en todo caso, es que el documento parece pasarle una factura importante a la oposición que acompañó el acto de la presidenta a partir de entender que se trataba de un gesto relevante en el marco de una política de Estado. Tal pasada de factura se observa no sólo en que ningún referente de la dirigencia política opositora es incluido entre los firmantes (la excepción podría ser el caso de Fernando Iglesias con su mandato recién cumplido aunque es de suponer que su apoyo lo realiza en tanto hombre del deporte, más específicamente, del vóley), sino también en que se deja oler cierto tufillo a distinción entre un supuesto campo de intelectualidad objetiva, verdadera representante de la sociedad civil, y una clase política venal, transera y corrupta.
Por último, en cuanto a los contenidos más específicos, sinceramente resulta sorprendente que se hagan propios argumentos que podrían ser fácilmente rebatibles por ingresantes de la Carrera de Derecho. Así, afirmar que, en tanto la Argentina es producto de la autodeterminación de su pueblo se debe respetar la autodeterminación de los malvinenses, conlleva la insólita intención de aplicar un principio que fue vital para los procesos de descolonización a lo largo del siglo XX al caso de la fuerza opresora. En este sentido, el documento se mueve dentro de los parámetros de la argumentación del Premier inglés David Cameron en aras de victimizarse, y la repetición de tal punto de vista suscripto por los firmantes, no es una actitud cipaya sino simplemente una invitación, para nada despreciable, a tomarse esta intentona con menos indignación y mucha más risa.
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