Grupo Clarín: el fracaso de Jorge Rendo. Lo responsabilizan por el equivocado manejo de la confrontación con el Gobierno nacional. Críticas fuertes en la redacción, cortocircuitos con José Aranda y Marcela Noble.
En psicología se lo explica como el “desarreglo emotivo”. Es cuando una persona cree que puede actuar según el pensamiento de un superior, quien ejerce una alta influencia sobre su persona. Para el vulgo sería como “apropiarse del cerebro de su jefe” y proceder en consecuencia. Si se lo tuviera que explicar en términos de divulgación científica, sería el desarreglo emocional por el cual un individuo (en la práctica suele afectar a los altos ejecutivos de compañías o secretarios de políticos), acostumbrado a diario a manejar con solvencia situaciones de poder en beneficio de su superior directo, en un determinado momento sobrepasa la línea del sentido común y comienza a tomar decisiones –en general, porque el superior ha adquirido tal grado de confianza en su línea argumental– como si fuera el propio CEO o el propio presidente o ministro. Adopta criterios propios creyendo que son los de su superior, toma decisiones estratégicas convencido de que su jefe hubiera procedido bajo esos mismos criterios.
¿Cuándo y cómo fue que Jorge Rendo cayó en esa trampa de la mente, en ese desarreglo emocional que lo llevó a proceder en la toma de decisiones estratégicas como si él fuera el mismísimo Héctor Magnetto?
Un rastreo sobre su carrera profesional en el grupo Clarín muestra hasta el año 2006 una foja impecable, casi sin mácula. Desembarcó en 1998 (cuando el sueño de la re-reelección de Carlos Menem ya se tornaba inviable y los efectos de la recesión económica combinados con el agotamiento de la Convertibilidad hacían presagiar un final desastroso para el modelo neoliberal), con la misión de hacerle un refreshing a la imagen del Grupo y lidiar con la coyuntura política cotidiana, dejándole a Magnetto las manos libres para operar sólo en circunstancias extraordinarias que ameritaran su presencia.
De hecho, mantuvo el mismo cargo que venía ejerciendo en la automotriz Fiat: director de Relaciones Externas de AGEA. Un año después, su eficiencia para surfear y hacer lobby ante el establishment de la entonces “prometedora” Alianza entre el radicalismo y el Frepaso de Carlos “Chacho” Álvarez, fue premiada con la incorporación en el directorio del Grupo y como bonus track le otorgaron su primer beneficio “especial” en la empresa: ser un tenedor de acciones clase A. Después de su graduación a finales de los ’80 con un APM en la Wharton School de la Universidad de Pensilvania, que le dio peso específico a su carrera, para Rendo esa muestra de confianza que le otorgó Magnetto marcó un punto de inflexión.
Se sintió por primera vez un hombre tan consustanciado con la empresa como nunca antes lo había sido en Celulosa Argentina, Editorial Abril, Acindar y Fiat, sus cuatro destinos previo a Clarín. Ese ascenso vertiginoso se terminó de consolidar con los avatares de la crisis de 2001-2002. Se puede decir sin temor a error alguno, que la crisis económica, política y social de la Argentina potenció en iguales dosis al Grupo Clarín (tanto que de ahí en más ya se lo conocería como El Grupo, a secas) como a la persona de Jorge Rendo. Cada uno de los tres mil millones de dólares licuados por la pesificación asimétrica se correspondió con una medalla más en su haber y una silla más en los directorios de las distintas subsidiarias de Clarín, incluida la estratégica Papel Prensa.
Lobbysta aguerrido frente a la dirigencia política local siempre tan temerosa de las tapas de Clarín, Rendo, en ese fin de año apocalíptico de 2001, se animó a decirle al entonces presidente Adolfo Rodríguez Saá: “No queda otra que devaluar: estamos hasta los huevos. Clarín debe 3 mil millones de dólares. Si seguimos con este dólar a un peso, no tenemos forma de pagar y los bancos se van a quedar con nuestras empresas”, según consignó el periodista Pablo Llonto en su libro La Noble Ernestina.
Cultor de un perfil público bajísimo, nunca cambió su domicilio “fiscal”, un departamento en el barrio porteño de la clase media, Caballito. Así, mientras su jefe Héctor Magnetto vive en Recoleta –el barrio La Nazión por excelencia–, él siempre conservó su “casa” en el corazón de la clase media lectora de Clarín.
¿Pero dónde y cuándo se produce ese trasvasamiento emocional que lo lleva a elevarse hasta la estatura de su alter ego, Héctor Magnetto? Entre 2006 y 2007, el histórico CEO de Clarín recibió el diagnóstico de cáncer bucoorofaringeo. Un golpe demoledor para una estructura empresarial que pivoteaba sobre sus decisiones, pese a que en los papeles muchas de ellas eran compartidas con José Antonio Aranda y Lucio Rafael Pagliaro. La recuperación implicaba una o dos operaciones (finalmente fue una) y radicarse en Chicago, Estados Unidos.
En este punto de la historia, sobre las espaldas de Rendo recayó la faena más compleja de su carrera: la de regular la noticia de que Héctor Magnetto, el líder del grupo mediático-económico más poderoso de la Argentina, tenía cáncer. Una palabra, un gesto desacertado y todo el holding podría ponerse en riesgo. Clarín ya cotizaba en Wall Street y en esas ligas la salud de los CEO es casi una cuestión de Estado que repercute en el tablero de cotizaciones.
Y él, Jorge Rendo, dosificó con mucho timming esa información sensible. Creó el mito del Magnetto invencible, aún por un cáncer. En cada off de récord con el establishment de AEA o con algunos poquísimos editores de diarios y revistas, les contaba cómo su jefe, después de operado, le escribía instrucciones a través de una pantalla y que de la misma se podía escuchar una voz “mecánica”. La construcción de ese personaje con una entereza sobrehumana fue su “operación mediática” más exitosa, pero al mismo tiempo, la que lo llevó a creer que sería él mismo, el único capaz de interpretar el pensamiento de Magnetto.
Por primera vez en las reuniones con Ernestina Herrera de Noble, la Señora ya no usaba su clásica muletilla ante un dilema empresarial engorroso.
–Y…¿qué hacemos, Magnetto?
Ahora, la viuda de Noble se dirigía directamente a él y le espetaba:
–¿Qué hacemos, Rendo?
Misión anti K. Y Rendo, interpretando el pensamiento profundo de Magnetto– o, mejor dicho, creyendo que lo interpretaba– avanzó en su cruzada más audaz: intentar doblarle la mano a Néstor Kirchner, buscando imponerle miedo a través de las tapas de Clarín.
En esas reuniones del grupo chico, Rendo fue quemando las naves. Ensoberbecido por el clima anti K que capeó entre las clases medias urbanas (el público que Rendo creía cautivo para Clarín), entre lo que fue desde el voto no positivo de Julio Cobos por la 125 hasta la derrota de Kirchner en la Provincia de Buenos Aires, en 2009, a manos de Francisco De Narcováez, Rendo fue sumando poder interno y pasó casi imperceptiblemente de vocero a voz.
Sólo que cuando el viento político cambió y el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner transitó el segundo semestre de 2009 y se dictaron las leyes centrales de su recuperación electoral y política –la Asignación Universal por Hijo, el traspaso de los fondos de los jubilados de manos privadas a la ANSES, y los avances en la Ley de Medios–, Rendo comenzó a quedar descolocado en la interna del Grupo.
¿Era Magnetto o era Rendo el que bajaba la línea para que más del 80 por ciento de las tapas del diario estuviera dirigida a colisionar contra el gobierno kirchnerista en los últimos tres años?
En la actual redacción, hay por lo menos dos grupos bien diferenciados entre editores y redactores de primera línea. Y cada uno a su turno, responsabiliza a Rendo por la ruidosa caídas en las ventas y en la credibilidad del diario.
1) Los “Históricos”, que sienten una frustración personal muy alta, porque saben que se hizo realidad la premonición de Néstor Kirchner en tiempos de la 125, cuando dijo que Clarín “no hacía periodismo, sino la defensa corporativa de sus intereses económicos”. En la sección Deportes, por ejemplo, los “Históricos” no soportan que durante casi una década se hayan tenido que “tragar” sin publicar notas contra Julio Grondona y hoy el presidente de la AFA sea un enemigo al que hay que castigar sí o sí. En la sección de Investigaciones, el resquemor con la camada de jóvenes periodistas que ingresaron entre finales de 2010 y 2011 es cada vez más alto. La tensión es casi insoportable, ya que los acusan de ser funcionales a la fiebre anti K que baja Rendo a través de la mano dura de Carlos Roa.
2) Los “Profesionales a ultranza”, que sienten que las directivas surgidas de la oficina de Rendo, unidireccionales en el castigo sistemático al gobierno de Cristina, los deja sin el capital más valioso: su credibilidad periodística. Al tiempo que advierten que la caída en la ventas terminará en una crisis de despidos.
Pero aún en medio de este clima enrarecido y de discusión por lo bajo en la redacción sobre directivas como las de dedicar las 5 ó 6 primeras páginas del diario a hacer una oposición salvaje aunque haya que forzar la información al límite de lo razonable, no son éstos los motivos del stress que intenta sobrellevar sin desbordes –por lo menos públicos– Jorge Rendo.
Sus peleas abiertas con Marcela Noble, que lo acusa de haberla embarcado en una guerra demencial que terminó ventilando a toda la sociedad argentina la cuestión de su identidad personal, es quizás la más preocupante. La heredera del holding se siente violada en su derecho a la intimidad y responsabiliza a Jorge Rendo con nombre y apellido, por no haber sabido manejar con “sensatez y cordura” una cuestión tan sensible. Cada foto que aparece en los medios, cada declaración pública, cada llamado del juzgado, revive en Marcela el desprecio que siente por Rendo y el manejo a su juicio “irracional” que se hizo de su tema personal.
Sólo apenas un escalón por debajo viene el estallido de ira de José Aranda. “Tu pelea estúpida con los del Grupo Veintitrés me hizo perder una sociedad con Soros y un negocio de quinientos palos verdes”, dicen que le soltó en uno de sus arranques, que también son un tiro por elevación hacia Magnetto.
En noviembre del año pasado, George Soros puso punto final a lo que podría haber sido una multimillonaria inversión y un negocio “redondo” para todo el Grupo Clarín. Ambos grupos habían formado una UTE para impulsar el proyecto Ayuí Grande, en Corrientes, para producir alimentos por medio de la construcción de una represa ubicada sobre el arroyo del mismo nombre.
Algo olió mal para Soros y su imperio, que prefirió desistir de la UTE. Ahí fue cuando estalló la ira de Aranda, aunque él tiene claro que por más “juego propio” que tenga Rendo, no haría nada sin el aval de Magnetto. En ese punto, es uno de los pocos dentro del diario que no hace leña del árbol caído con la hoy devaluada figura de Rendo. Aranda no pierde de vista que si bien muchas decisiones estratégicas erradas las tomó Rendo, en especial cuando Magnetto estaba concentrado en recuperar su salud, fue el CEO del Grupo que siempre lo dejó “hacer”.
Por ejemplo, el estrepitoso fracaso de la estrategia anti-ley de Servicios Audiovisuales, que pergeñó y llevó adelante Rendo con una veintena de diputados de la oposición en la Cámara de Diputados, a la mirada de Aranda no sólo debería ser cargado a la mochila de éste, sino que debería ser compartido con Magnetto, quien ya por ese entonces había logrado atravesar lo peor de su enfermedad.
Ni siquiera el fantasma de en algún momento ser desplazado por Martín Echeverz (su número dos en la oficina de Relaciones Institucionales del Grupo y un activo militante del desgaste sutil cada vez que se sienta en off de récord con algún periodista influyente de otros medios), lo desvela tanto como el miedo visceral a comenzar a desfilar por la Justicia. Jorge Rendo conoce de memoria los mecanismos de autopreservación del establishment empresarial. Los líderes como Héctor Magnetto siempre encontrarán un resquicio, una salida, para preservarse. Y en esquema preventivo, los alter ego siempre resultan funcionales.
Por eso, el temor profundo, hoy, para Jorge Rendo, pasa por vigilar de cerca el destino de una causa radicada en un juzgado federal del Sur del Conurbano bonaerense. Allí aparece mencionado, por lo menos en una treintena de veces, en escuchas a jueces, políticos y periodistas (incluso del propio Clarín). Y Rendo sabe que de esa investigación sólo se puede salir herido, en el mejor de los casos.
Informe: Pablo Noto
Por lo visto, están m-as que nerviosos. Están desesperados.
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