Durante 18 días, millones de personas exigieron su renuncia. Es el final de una autocracia de 30 años. Ahora un consejo militar llevará al país a nuevas elecciones.
La revolución en Egipto finalmente lo logró y derrocó sin disparar un arma al dictador Hosni Mubarak. La fuerza de ese movimiento acabó virtualmente con 30 años de despotismo, asumiéndose como un faro que promete cambiar una región plagada de autocracias feudales.
El poder pasó completamente a manos de una camarilla militar que se aprestaba a disolver el Parlamento, cuestionado por todos aquí por la manipulación de las elecciones legislativas de diciembre pasado en las que el partido gubernamental logró el 90% de los votos.
La novedad de la caída del dictador –un multimillonario acusado de corrupción y ex militar– provocó un estallido de júbilo en todo el país con el principal epicentro en la celebre plaza Tahrir de El Cairo y en Alejandría, la segunda ciudad de Egipto. Fue un cambio tremendo en el ánimo de la gente que se había reunido ayer a la mañana para continuar la lucha después de que el régimen había vuelto a desafiar a la multitud asegurando que nada cambiaría.
Como era de esperarse, en todo el mundo hubo repercusiones sobre los hechos ocurridos en Egipto. Tal vez la más asombrosa haya sido la reflexión del expresidente argentino Fernando De la Rúa, quien dijo: "No entiendo cómo hizo este tipo para rajarse en helicóptero y que nadie haya sacado una sóla foto de ese momento. A mi me crucifican cada dos por tres con la foto de la huída en helicóptero. Al final, voy a terminar creyendo que tienen razón los que dicen que soy un boludo".
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