En una columna de opinión, el periodista Ceferino Reato sostuvo que los organismos de derechos humanos “inflan” el número de víctimas porque “no les interesa la verdad”. Cuestiona las indemnizaciones del Estado y minimiza el horror de la represión.
En una columna de opinión publicada en La Nazión, el editor de Perfil dijo que los organismos de derechos humanos que denuncian la desaparición de 30.000 personas durante la última dictadura cívico militar le “recuerdan a los dirigentes de esas ONG truchas que se ponen contentos cuando aumenta el número de pobres porque imaginan que, de esa manera, podrán capturar mayores subsidios, ayudas y respaldos dentro y fuera del país”.
En la nota, titulada “Hablan de 30.000 desaparecidos y saben que es falso”, Reato afirma suelto de cuerpo que los organismos de derechos humanos “han hecho de los 30.000 desaparecidos una bandera de lucha política y ahora no quieren reconocer que el número es otro” porque “razonan con una lógica de poder y ya no les interesa la verdad”.
“Durante demasiado tiempo, en mérito a sus luchas valerosas del pasado, las líderes de Madres y Abuelas han podido decir y hacer prácticamente cualquier cosa”, escribe el periodista, sin especificar a qué se refiere cuando dice “cualquier cosa”.
Cabe recordar que nunca, en treinta años de democracia, las Madres, Abuelas o Hijos propusieron justicia por mano propia y siempre reclamaron que los genocidas se sentaran en el banquillo de los acusados con todas las garantías constitucionales de las que no gozaron sus familiares.
“El presente las encuentra con mucha influencia en la alianza gobernante, pero con la legitimidad dañada; son los beneficios y los perjuicios de haberse encolumnado en una opción política partidaria”, agrega el hijo de puta de Reato sin poder sostener sus afirmaciones en datos de la realidad.
El autor de varios libros sobre la década de 1970 -uno sobre el asesinato de José Ignacio Rucci, otro con una entrevista al dictador Jorge Rafael Videla, etcétera- sostiene que las víctimas del terrorismo de Estado fueron 7158 personas. Ni una más ni una menos.
Reato parece ignorar que durante la dictadura que él defiende se desató un proceso de represión conocido como la “peculiaridad argentina”, en el que los opositores al régimen no eran encarcelados o asesinados sino directamente desaparecidos de la faz de la Tierra. La desaparición forzada de personas implica que muchos familiares aún no sepan dónde están los cuerpos de sus seres queridos, porque fueron arrojados al Río de la Plata por aviones de la Fuerza Área o enterrados como NN.
En estos años de lucha, las Abuelas de Plaza de Mayo recuperaron la identidad de 109 nietos que habían sido apropiados y esperan que aparezcan los que faltan -que estiman en cerca de 400-.
El último párrafo de la columna publicada por Reato muestra toda la brutalidad de su razonamiento. Luego de decir que el número de 7158 víctimas está “inflado”, lanza: “Podemos suponer que los herederos de todas esas personas han cobrado la indemnización prevista originalmente para las víctimas del terrorismo de Estado, que en estos momentos asciende a 1.700.000 pesos aproximadamente (…) Cifras que no son ciertas, víctimas que no fueron tales, pagos irregulares de dineros que salen del presupuesto público: demasiadas opacidades para una historia que merecía otro desenlace y que ha sido corrompida por el recurso político del relato”.
El “recurso político del relato” parece ser el suyo, que minimiza el horror de la dictadura, se burla de sus víctimas y trata de reinstaurar un relato más amigable con los represores.
Reato es editor de la revista Fortuna en Editorial Perfil, pero se lo puede ver asiduamente en la pantalla de TN, del Grupo Clarín -el jueves fue el invitado estrella de Eduardo van der Kooy y Julio Blank- y ahora en las páginas de La Nazión. Clarín y La Nación, investigados penalmente por la adquisición de Papel Prensa en la dictadura, están satisfechos porque saben que de ellos Reato no va a decir una sola palabra.
El relato de Reato no busca incomodar al poder económico que sostuvo a la dictadura sino cuestionar a sus víctimas y defender a sus perpetradores. Para muestra basta un botón: en la presentación de su último libro se pudo ver a una exultante Cecilia Pando, activista en defensa de los represores. Las víctimas del terrorismo de Estado no estaban invitadas al convite.
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