Editorial. Por Soledad Sganga
Hoy la palabra relato
está en boca de todos, muchos de los cuales ni siquiera saben que significado
darle. Se habla del relato oficialista, en referencia a lo expresado por los
llamados medios o comunicadores oficialistas.
Del otro lado del
relato oficialista, nos encontramos con los medios, comunicadores y actores
políticos o no, autodenominados independientes.
Al comparar ambos
relatos, si realmente existieran, se podría ver una diferencia cualitativa
sustancial: su contenido.
El “relato
oficialista” está basado en realidades, en hechos, en acciones, en políticas
públicas puestas en marcha para profundizar un modelo que desde hace 10 años
cuenta en su historia con un crecimiento económico sostenido, con una mejora en
la distribución del ingreso, con la baja de los niveles de desempleo, pobreza e
indigencia, con una soberanía política e independencia económica gracias a la
reestructuración de la deuda, con medidas elogiadas no solo por los países de
la región sino a nivel mundial.
Éste modelo, es tomado
y analizado en la actualidad por países como Grecia, sumergido en una profunda
crisis, agravada gracias a las recetas caducas y fallidas del FMI y de alguna
economía central que las imponen, más allá de sus consecuencias, para salvaguardar
sus propios intereses.
El “relato
independiente” está vacío. Son solo quejas, y denuncias vacuas. Palabras
cargadas de odio, mentiras y más mentiras. Sin embargo, y lamentablemente,
quizás tengan más repercusión y más impacto, o tengan mayor visibilidad ya que
su exposición se produce a través de los medios masivos de comunicación.
Éstos medios que se
muestran como independientes, y en muchos casos como víctimas del
“avasallamiento y autoritarismo del gobierno”, son los que instalan en la
sociedad ideas y conceptos, sin un contenido sólido y muchas veces falsos. Por
lo tanto, no son argumentados y son fácilmente refutables.
Tanto periodistas como
“referentes” de la oposición, se fogonean las ideas de la inseguridad, dando
como actual un crimen cometido hace años; ocultando los crímenes sucedidos
desde hace un tiempo en la provincia de Santa Fé, repitiendo hasta el hartazgo
la misma muerta, el mismo robo y la
inflación y la suba de precios, sin contar como es realmente el proceso del
control de precios y quiénes participan en la formación de los mismos.
Se regodean ante un
fallo adverso, como fue el fallo del juez Thomas Griessa o el fallo de la
justicia de Ghana respecto a la Fragata
Libertad en relación a los fondos buitre, malinformando
deliberadamente, que esos fallos no son adversos al gobierno sino que son
adversos al país entero, más allá del gobierno de turno.
Ocultan detrás de ese
relato, sus propios intereses. Predicen situaciones de caos, un rodrigazo, etc.
Pero aún así teniendo de su lado, una de las herramientas más poderosas como
son los medios de comunicación en la actualidad, el relato es silencioso.
El relato muere al
pronunciarse la última palabra de la queja. Y muere porque a la queja no le
sigue una posible solución, una idea, una propuesta alternativa o contraria,
pero propuesta al fin.
“Queremos salir
tranquilos a la calle”, se escuchó en la marcha del 8 de noviembre de 2012.
Todos toman el slogan y lo repiten. Pero no hay una propuesta de cómo frenar la
delincuencia. Eso sí, cuando la inseguridad toca a algún “amigo” se oculta o se
le da poca difusión, como el caso de Santa Fé o el caso de CABA.
Hablan de stalinismo,
de dictadura, de corrupción, del diario de Yrigoyen, de la inseguridad
jurídica, etc. Ahora; si todo esto fuera cierto, no tendríamos una ley votada
en el 2009 frenada en parte para su aplicación en beneficio del grupo más
poderoso de medios gracias al beneplácito de los jueces “amigos del poder”, y
ese poder no se encuentra en el gobierno precisamente. Lo único cierto es la
real inseguridad jurídica, pero a diferencia de otros gobierno, no viene de
jueces amigos del ejecutivo, sino de los jueces amigos de los poderes
concentrados que todavía están enquistados y no fueron desarticulados.
Vemos desfilar por los
canales y escuchamos por la radio o leemos en diarios, a los “referentes”
políticos más importantes de la supuesta oposición, que por cierto es una
oposición a todo. Ellos si van por todo. Sólo se escuchan críticas, nunca
soluciones.
En el 2009 cuando se
formó el grupo A, la oposición perdió la oportunidad de formarse como tal. Ni
una sola propuesta, solo palos en la rueda, el 82% móvil de las jubilaciones,
luego vetada por el ejecutivo porque hubiera fundido las arcas del Estado,
dejar sin presupuesto al país por un año. Nunca un proyecto. No estuvieron en
su momento ni lo están ahora a la altura de las circunstancias ni de la
coyuntura política y social actual.
Ni una sola propuesta,
ni una sola alternativa, ni una sola sugerencia, ni hablemos de acompañar
desinteresadamente una medida o una ley claramente favorable.
Son conceptos que
luego se ven repetidos por mucha gente, sin tomarse unos minutos para
analizarlos. Eso quedó claro en los cacerolazos. “Que vuelva la Fragata ”, reclamaban. La Fragata volvió, sin someter
al país a los intereses carroñeros y especulativos, tanto internos como
externos. Pero cuando la
Fragata volvió, hicieron otro cacerolazo, al menos yo sigo
preguntándome la razón.
Me gustaría escuchar
después de cada queja, una propuesta para cambiar esa realidad de la cual se
quejan. Me gustaría saber la solución que proponen a todos y cada uno de los
problemas que platean como reales. Porque mirar desde la vereda de enfrente,
quejarse y cruzarse de brazos es fácil.
Y siguen
desaprovechando oportunidades, así como en el 2009, hoy siguen teniendo en sus
manos la visibilidad que le dan los medios, y aún así no lo hacen. Seguimos
teniendo una oposición que está cegada por la ambición y por sus intereses
individuales, ya creo que ni siquiera partidarios. El único objetivo que tienen
es “derrocar” al kirchenerismo. Como dijo Macri en su momento: “Tirar a Kirchner
por la ventana porque no lo aguantamos mas”.
Ésa es la meta. No les alcanza la
experiencia de la Alianza ,
que siguen intentado conformar nuevos acuerdos con partidos totalmente
opuestos; esto lo vimos en la famosa caminata por la playa de Tumini, Donda y
Prat Gay. Todo vale. Parece cierta la frase de Eduardo Buzzi, “nos une el
espanto”.
Quizás en este caso sea la desesperación, porque evidentemente no
abunda el espanto por parte del socialismo de aliarse a un liberal como Prat
Gay. Y lo mismo pasa con los intentos del PRO con la UCR.
Ellos son parte de un
relato ruidoso por su repercusión pero silencioso en su contenido.
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