Los diferendos en la provincia de Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe plantean un debate de alcance nacional. Hay casos donde la valuación gravada es apenas un 10% de la real que se ha disparado por la rentabilidad. Una reforma necesaria.
La reforma que se busca aprobar en la provincia más grande y rica del país anticipa una discusión en el mismo sentido a nivel nacional.
En efecto, la subvaluación fiscal de la tierra es un problema que tiene un alcance general en la Argentina. Naturalmente, hay zonas geográficas donde el valor de mercado de la tierra se ha incrementado más que en otros pero, en general, dos tendencias se cumplen: subvaluación fiscal de los terrenos y la contribución marginal del inmobiliario rural en la recaudación impositiva de los estados provinciales o municipales. Esto plantea una reactualización del debate sobre el aporte tributario patrimonial en una nación cuya estructura impositiva sigue estando predominantemente basada en impuestos regresivos.
En Buenos Aires, el proyecto de reforma impositiva en la provincia permitiría incrementar la recaudación tributaria en más de 2000 millones de pesos por subas en Ingresos Brutos, Sellos e Inmobiliario Rural.
Esto motivó la protesta de entidades agropecuarias, en rechazo a una medida que consideran “injusta y confiscatoria”. Argumentando que la nueva valuación fiscal de los campos ascenderá a 300% en el impuesto inmobiliario rural, y más del 600% en la renta mínima presunta, los representantes del “campo” amenazaron con un nuevo lockout agropecuario, convocando durante la semana a un cese en la comercialización de granos y hacienda. La queja de los propietarios es porque la nueva valuación fiscal podría llevarlos a pagar ganancia mínima presunta y bienes personales a nivel nacional.
La reforma impositiva contempla un incremento del inmobiliario rural que sólo afecta al 40% de los propietarios de tierras. La “defensa de pequeños productores” que esgrimen las corporaciones agrarias para oponerse al proyecto encubre un respaldo a los intereses de grandes terratenientes, beneficiados durante años por el congelamiento de lo que tributan por sus dominios.
Las transformaciones del modo de producción en el sector agropecuario, propias del capitalismo agrario, hoy desvirtúan aquel imaginario de un “campo” argentino homogéneo y balanceado entre pequeños productores.
Nuevos actores del agronegocio, como los grandes pooles de siembra, actualmente dejan para el pequeño productor una participación marginal en la captación de la renta agraria, y la iniciativa para modificar el inmobiliario rural pretende gravar en consecuencia esos sectores.
Los agrogarcas otra vez al borde de un ataque de nervios.
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