LA EX PRESIDENTA DE LA NACIÓN AFIRMA QUE NO ROMPERÁ EL BLOQUE, PERO LOS HISTÓRICOS NO QUIEREN OBEDECERLA.
La llegada de Cristina Fernández de Kirchner al Senado en diciembre próximo empezó a alterar el bloque del PJ que Miguel Pichetto conduce hace 16 años pero aun así fue desautorizado por sus pares en la última sesión, un síntoma de la interna peronista que domina la Cámara alta cada vez que esa fuerza se aleja de la Casa Rosada.
Nervioso, ese día Pichetto sobreactuó su furia cuando José Mayans (Formosa), José Alperovich (Tucumán) y la camporista María de los Ángeles Sacnun frenaron una ley para extender la tarjeta Argenta a los beneficiarios de planes sociales, que el rionegrino había acordado en su reunión semanal con Federico Pinedo y juraba haber comentado en la reunión de bloque.
"Voy a pensar bien qué hago en el futuro", gritó y nunca más apareció, ni siquiera al enterarse, en su despacho, que el radical Juan Carlos Marino había levantado abruptamente la sesión para evitar la anulación de un decreto presidencial. Ni siquiera fue a la reunión del bloque realizada minutos después, al lado de su despacho.
La escena, comentada hasta hoy en los pasillos, abrió un debate entre los senadores peronistas sobre cómo será la conducción de Pichetto con Cristina a su mando. Descartan que llegará más vanidosa si gana, pero nadie la imagina de perfil bajo si asume tras una derrota ajustada.
En el mejor de los casos controlará una decena de los 30 senadores que tendrá el bloque en diciembre, una cifra ficticia según los líderes de Cambiemos, porque persistirán aliados eventuales como santiagueños, misioneros o pampeanos.
"Siempre amagan con romper pero no rompen, porque no les gusta manejar la agenda", se escuchó a uno de los líderes oficialistas del Senado, donde Macri en el mejor de los casos superará la línea de 20 votos, lejos de los 37 necesarios para el quórum.
Cristina se hizo eco del ruido que provocó su retorno al Senado y tranquilizó a varios de sus emisarios, un grupo que jamás superó las 15 bancas y tuvo como fiel representante a la santacruceña Virginia García, cuñada de Máximo, con mandato hasta diciembre.
"Yo voy a hablar con todos y no voy a fracturar el bloque", tranquiliza a los propios, pero no a muchos de los históricos que no esperaban volver a verla y saben que no será fácil hacerla callar y mucho menos volver a echarla del bloque, como hace 20 años. "Esta vez la podemos acorralar si piden su desafuero. Nos va a necesitar", amenazaron esta semana, en uno de los almuerzos en el comedor de la Cámara alta.
Cristina no se quedó quieta. Retomó el diálogo con algunos gobernadores como el formoseño Gildo Insfrán, quien llamó a varios de sus colegas para evitar que echen de Julio De Vido en Diputados. Se alternó en la tarea con el diputado José Luis Gioja.
Insfrán también habla seguido con Pichetto pero no supo explicarle la desautorización de Mayans. Algunos creen que fue una orden suya y el histórico legislador se la tomó muy en serio. No se esforzó en rendir cuentas el tucumano Juan Manzur, quien sucedió al ahora rebelde Alperovich.
Mayans y Alperovich se turnaron con los kirchneristas para repudiar al régimen macrifascista en la última reunión de bloque y abrieron un insipiente tercer subgrupo que representaría a peronistas intransigentes, o sea, aquellos que no añoran los años K pero tampoco juegan todas sus fichas a un "pacto de la Moncloa" con el régimen, como proponen abiertamente Pichetto, Pinedo y el radical Ernesto Sanz.
El rionergrino hijo de puta está convencido en la necesidad de un acuerdo de gobernabilidad similar al de España en los '70 para conseguir demoradas reformas estructurales (la tributaria ya comenzó a discutirse en el Congreso) y evitar que el peronismo quede otra vez envuelto en sospechas de desestabilización. Trabaja a la par de Pinedo, casi como un equipo: acuerdan los temarios de cada sesión y comparten actividades, siempre con el lema de que romper la grieta es posible.
Se suman referentes de otros gobernadores, como el salteño Rodolfo Urtubey, hermano del gobernador de Salta, Carlos Espínola o el entrerriano Pedro Guastavino, que ya olvidó sus años K, tanto o más que Juan Manuel Abal Medina (con mandato hasta diciembre) y el chaqueño Eduardo Aguilar, ex ladero de Jorge Capitanich pero ahora sólo leal a su jefe de su bloque.
El santafesino Omar Perotti se mueve junto a los gobernadores y se anota a conducir el bloque si Pichetto se hace a un lado. "Va a tener que explicar porque su candidata (Alejandra Rodenas) pierde con Agustín Rossi", se preparan para apurarlo. Claro, el actual líder de la bancada no se a caracterizado por ganar elecciones.
A la discusión sobre Cristina se suman senadores que nunca se mezclaron en el bloque PJ por inercia antikirchnerista como Alfredo Luenzo, que reporta al chubutense Mario Das asco Neves; o Juan Caserio, ladero del cordobés Juan Schiaretti.
Schiaretti, que visitó a Pichetto ni bien se confirmó la candidatura de Cristina, es el principal gestor de una liga de gobernadores fuerte, que alimente una alternativa presidencial como Urtubey, prospere o no un ensayo criollo de la Moncloa española.
Los cristinistas cuentan que su jefa respeta la capacidad de daño del cordobés, encontró un nuevo amigo en Adolfo Rodríguez Saá (que renovará como senador, pero no tiene asegurado la segunda banca) y juran que retomó el diálogo con el pampeano Carlos Verna, a cargo de dos senadores y enfrentado como pocos a Mugrizio Macri por el reclamo de fondos previsonales. "Cristina reconoce que es el más capaz de todos los gobernadores", cuentan sus confidentes.
Verna fue uno de los senadores del PJ que la echó del bloque en los '90, porque además de cuestionar cada ley enviada por el turco mufa, las votaba en contra el recinto. El correntino Ángel Pardo le comunicó su apartamiento, una conducta poco habitual en el peronismo.
Pichetto la evitó aun cuando García, la cuñada de Máximo, la desafiaba en cada reunión de bloque junto a las camporistas Anabel Fernández Sagasti y Ana Almirón. "Si les molesta váyanse", les repetía. Pero no se iban. Cristina también quiere tenerlo cerca.
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