“ME ROBARON MI PRIMER EMBARAZO”, DIJO LAURA ZARACHO, COCINERA COMUNITARIA, QUIEN SUFRIÓ LA PÉRDIDA DE SU BEBÉ LUEGO DEL BRUTAL ATAQUE POLICIAL EN EL COMEDOR INFANTIL “LOS CARTONERITOS” DE LANÚS.
Una de las cocineras del comedor infantil “Los Cartoneritos” de Lanús perdió a su bebé producto del ataque del que fueron víctimas por parte de las fuerzas policiales.
“Lamentamos informar que la compañera cocinera Laura Zaracho perdió su bebé como consecuencia del ataque policial. Mañana denunciaremos el homicidio”, había dicho el referente de Movimientos de Trabajadores Excluidos (MTE) Juan Grabois desde su cuenta de Twitter.
Tras la represión, el titular de Seguridad de la municipalidad de Lanús, Diego Kravetz, había asegurado que "la Policía hizo lo que tenía que hacer" y que "no hubo un caso de represión policial a un comedor, sino un hecho policial de una persona que tenía pedido de captura que se escondió en ese comedor".
Ahora, es la misma Laura, en primera persona, quien contó sus sensaciones en una dramática carta difundida por La Garganta Poderosa y que transcribimos a continuación:
"Después de una semana sufriendo esta angustia, de una semana reviviendo la represión en el comedor, de una semana padeciendo pérdidas por los golpes que recibí de la Policía, de una semana haciendo el más absoluto reposo, tal como indicaron los médicos, hoy necesito gritar para decirles que no sólo nos robaron la inocencia de los chicos: también me robaron mi primer embarazo, que llevaba dos meses de ilusión.
Como todos los días desde hace un año, ese jueves 30 de marzo fui a servirles la comida a los casi cien chicos que cenan ahí y a los cientos de vecinos que se llevan viandas a su casa. Pero lamentablemente, no fue una tarde más. De repente, ingresaron alrededor de diez efectivos, tiraron la puerta abajo, dispararon a mansalva balas de goma y llenaron el aire de gas pimienta. Ahí, frente a todos esos niños ansiosos por comer un guiso de pollo, tuve que interponerme ante los uniformados junto a mis compañeras y no dudaron en golpearme como bestias, ni empujarme hasta que caí al piso. Fueron cuarenta minutos eternos, que no terminaban.
Y que no van a terminar.
Desde entonces, no pude recuperarme del atropello, ni del dolor físico, ni del dolor que me atraviesa el alma. Sigo en cama, recordando los golpes en cada movimiento de cintura, mientras lloro la tristeza que me nace del corazón. Y sí, es incontenible la bronca que tengo, sumergida en esta horrible sensación de la injusticia, porque pisotearon mi vida. Pero eso no es todo: Diego Kravetz, secretario de Seguridad del municipio, no sólo mintió al decir que “de ninguna manera había 80 chicos”, sino que además prometió que vendría al comedor, donde obviamente jamás apareció. Ahora, si llegase a pasar algún día, debería explicar por qué sus fuerzas dispararon sin mirar, tirando incluso a una chiquita de su silla de ruedas.
Suena irreal, tan irreal como desearía que fuera esta pesadilla. Acompañados por organizaciones sociales, todo nuestro Movimiento de Trabajadores Excluidos marchó el martes pasado contra la represión, denunciando la responsabilidad política de Kravetz y del intendente, Néstor Grindetti, que han llegado demasiado lejos, cruzando un límite del que no se puede volver.
¿Y entonces? Entonces deberé afrontar este calvario y seguir, sí, seguir por mí y por todos esos chicos que me llenan de fuerza para levantarme. Mi mamá, cocinera del comedor desde hace seis años, me enseñó a pensar en mi barrio, Villa Caraza. A eso me dedico, impulsada por su ejemplo. Y a eso me dedicaré de aquí en adelante también, con el cariño y el aguante que me brindan mis compañeros y mi familia.
Por todos ellos, pero en especial por los enanos, volvimos a abrir las puertas destrozadas de “Sueños Bajitos.
No importa cuánto nos agredan, cuánto nos golpeen, ni cuánto miedo nos quieran meter.
Nunca, pero nunca, nos van a detener".
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