lunes, 27 de octubre de 2014

Mi recuerdo de Néstor, a 4 años de su partida.

El 27 de Octubre de 2010 Néstor Carlos Kirchner cerraba sus ojos y abría los de millones de argentinos. No hay mucho para decir de "Lupín" que no se haya dicho ya. Por eso hoy quiero homenajearlo con mi recuerdo de aquel día y de un par de anécdotas personales.


Es común que frente a hechos de trascendencia histórica, uno recuerde, a pesar del paso de los años, qué estaba haciendo cuando esos hechos sucedieron.

Para los argentinos, resulta fácil recordar qué estábamos haciendo aquel 27 de octubre de 2010 cuando nos enteramos de la muerte de Néstor, porque estábamos haciendo todos lo mismo: esperando al censista.

Una sola vez en los 19 años que este redactor -hombre de acostarse cuando ya ha despuntado el sol- lleva junto a su compañera, ésta osó despertarlo temprano. Fue aquel día, para decirle "despertate, dicen que murió Néstor"

Nótese la inconsciente negación. No dijo "murió Néstor"; dijo "dicen que murió Néstor". Y ni que hablar de mi negación. "Dejate de joder Marcela. ¿Qué estás mirando? ¿TN? ¿Cómo se va a morir Néstor? ¿Sos boluda o te hacés?".

El siguiente recuerdo que tengo es el del zaping permanente durante dos horas, de un canal a otro, esperando que en alguno apareciera un médico diciendo que Néstor había sufrido una descompensación, pero que estaba estable. 

Recuerdo también que el zaping era selectivo, cuidando prolija y esmeradamente, en cada ida y vuelta, saltearme Crónica TV por miedo a ver la placa roja anunciando que "Murió Néstor Kirchner".

Cuando ya la realidad me pasó por encima, lloré. Lloramos. Mi compañera, yo y millones de argentinos. Lloramos como pocas veces habíamos llorado en nuestras vidas.

A eso de las 11 de la mañana llegó el censista, un pibe de unos veintipico de años y entonces en casa fuimos tres a llorar. "¿Por qué se tuvo que morir?", me preguntó el muchacho con lágrimas en los ojos. "Porque la vida es una mierda, pibe y la renegrida concha de su madre", le respondí.

Fueron días enteros de lágrima fácil. Ante cada cosa que uno veía en la televisión o escuchaba en la radio, el llanto era inevitable.

Y recién entonces maldije no haberme sacado una foto alguna de las dos veces que, en el 2004, tuve la oportunidad de estar con él por breves minutos, cuando por dos actos fue al club en el que yo trabajaba y tuve que recibirlo.

Permítame, amigo lector, contrar dos anécdotas. La primera vez, Néstor fue a una jornada que organizaba el ministerio de Justicia (por entonces a cargo de Gustavo Béliz) para los familiares de víctmas del delito. El evento se hacía en un salón contiguo a mi oficina. Cuando llegó la custodia y se presentaron, les mostré el lugar y le dije al responsable que si alguno de ellos necesitaba ir al baño, me golpearan la puerta que los hacía pasar al de mi oficina. 

Al rato, el jefe de la custodia me golpea la puerta: "el Presidente quiere ir al baño". Le dije que lo trajera y cuando entra, lo acompaño. Mi oficina estaba en un primer piso y había que ir a la planta baja por una escalera interna. Le señalo la puerta del baño al final del pasillo y lo espero, para volver a subir.

Cuando subíamos la escalera de uno en fondo porque era angosta como para ir los dos a la par -Néstor adelante, yo atrás- se da vuelta y me dice "Je, le vas a poder decir a tus amigos que llevaste a mear al Presidente de la Nación". Y fue en ese momento que yo sentí y supe que el tipo era uno más de nosotros; que era igual a vos, a mi, a cualquiera de nosotros.

Menos de dos meses después, tuvo que volver al club para otro acto. Lo recibí al pie del helicóptero (después de recontra putear porque me llenó de tierra el traje con la tierra que levantó al aterrizar en la cancha de fútbol que tenía menos pasto que el desierto de Atacama). "Presidente, bienvenido nuevamente al club. Si sigue viniendo tan seguido se va a terminar haciendo socio", le dije y él me respondió "tenés razón flaquito, le voy a decir a Cristina, porque la verdad que nos queda cerca" (el club queda en Vicente López, a pocas cuadras de la quinta de Olivos).

Esa vez, la institución le había hecho una plaqueta para darle, en recuerdo por su visita. "Presidente, tengo esta plaqueta para usted, pero se la doy cuando se vaya, para que no tenga que andar cargando con ella". Y entonces, volvió a salir con otra de las suyas. "Me llamo Néstor, no Presidente. ¿Primero me llevás a hacer pis y ahora te hacés el que no me conocés y querés poner distancia?", me dijo, mientras caminábamos hacia el microestadio con su mano en mi hombro. "Y la plaqueta dásela al 'bigotón' (Aníbal Fernández) y que la cargue él, que se joda". Ese día me terminó de enamorar para siempre.

Así de simple, así de sencillo, así como vos, como yo, como cualquiera de nosotros era el hombre que vino a proponernos un sueño y a decirnos que no iba a dejar sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada.

Así de simple, así de sencillo, así como vos, como yo, como cualquiera de nosotros era el hombre que vino a cambiar para siempre la historia de este país.

Así de simple, así de sencillo, así como vos, como yo, como cualquiera de nosotros es el hombre que no se va a morir nunca, porque vivirá para siempre en el corazón de millones de argentinos como vos, como yo, como Él.

El Director y Editor Responsable de Currín

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