Científicos argentinos -esos a los que Cavallo mandó a lavar los platos en los '90- investigan en unos 2.000 compuestos moleculares que cedió la farmacéutica Sanofi al Conicet, un mecanismo terapéutico contra la enfermedad de Chagas y "en cualquier momento habrá novedades sobre su futuro desarrollo", afirmaron los especialistas.
"Es un tema trascendente porque nadie en 50 años había logrado que en Argentina se estuviera buscando en fase 'in vitro' un mecanismo terapéutico contra la enfermedad de Chagas, sin motivo comercial y con investigadores argentinos", dijo el director médico de Sanofi, Cristian von Schulz.
Una experiencia anterior con otras moléculas "permite ajustar el mecanismo y la forma de estudiar estos compuestos, y si las 300 primeras llevaron tres años de trabajo, en menos de un año podrán analizarse estas 2.000: los compuestos ya están en Rosario (en el Conicet e Instituto de Biología) y en cualquier momento habrá novedades sobre un futuro desarrollo", estimó.
El proceso de búsqueda se inició en 2011, cuando Sanofi encontró un "target terapéutico", es decir, "un mecanismo en particular con el que se busca lograr con una molécula impactar como blanco al parásito Trypanosoma cruzi", dijo.
"Dimos con el grupo de investigadores en Rosario que había estudiado el mecanismo, buscamos en nuestro banco de compuestos moléculas que pudieran impactar y había 300", contó.
Posteriormente, "junto a (el ministro de Ciencia y Tecnología Lino) Barañao se hizo una convocatoria de innovación en enfermedades olvidadas que requirieran una inversión adicional para llegar a un evento, y otro grupo de Rosario ganó 800.000 pesos para seguir haciendo un prototipo de vacuna para el Mal de Chagas".
Así se consolidó el trabajo conjunto entre el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas-Conicet y la compañía farmacéutica francesa Sanofi.
El monto fue recibido en 2013 por investigadores del Conicet y las universidades de Rosario y el Litoral en un acto en la Embajada de Francia, donde detallaron la búsqueda de un prototipo de vacuna oral contra la enfermedad de Chagas.
El proyecto presentado por los investigadores Christian Magni, Ana Pérez e Iván Marcipar "está enfocado a desarrollar un prototipo de vacuna oral con un sistema de 'delivery' (transporte) de antígenos, que va a ser introducido en el ser vivo a través del Lactococcus lactis, que ya se usa en los alimentos y es segura para uso humano", contaron.
En el largo camino hasta ahora infructuoso de hallar una vacuna eficaz para el Chagas, uno de los desafíos fue encontrar "un buen antígeno que genere respuesta de memoria en el organismo a largo plazo" y, por lo tanto, protección del organismo al parásito que infecta a la vinchuca.
"Es un prototipo que no se hace de un día para el otro, pero la ciencia es eso: para nosotros ha sido un montón de plata recibida para hacer ciencia básica y tratar de encontrarle la vuelta para ser aplicada, y en estos años ha habido un impulso importante", plantearon.
Las entidades involucradas son los institutos de Biología Molecular y Celular de Rosario, y de Inmunología Médica de la Universidad Nacional de Rosario, y el Laboratorio de Tecnología Inmunológica de la Universidad Nacional del Litoral.
El grupo de Marcipar es el encargado de generar los nuevos antígenos para ser introducidos en ratón; el equipo de Magni, el del "delivery" de los nuevos antígenos en Lactococcus lactis; y el de Pérez, el de probar "in vitro" en ratones la efectividad.
Con la fórmula de "invertir, hacer la búsqueda, e insistir", Schulz enfatizó que "ahora hacemos una apuesta mayor a las 300, que no lograron transformarse en un fármaco, y transferimos 2.000 moléculas para encontrar una".
Y resumió la historia de vida de una molécula: "para una enfermedad infecciosa como el Chagas, causada por el parásito Trypanosoma cruzi, el primer paso para encontrar una molécula es identificar un compuesto que lo mate y no ataque al hombre", dijo.
Luego sigue la fase de aislarlo de un organismo para, "in vitro", medir la cantidad de parásitos que mueren partiendo del máximo nivel de concentración hasta llegar a la dosis mínima posible de impacto.
"Si se encuentra el componente, se pasa a la fase de experimentación animal, infectándolo con Trypanosoma cruzi y probando el compuesto; si fuera exitoso, se busca que no sea tóxico y, si se logra, se sigue ensayando en quienes tienen la patología, para pasar luego al registro sanitario", en un proceso que implica en promedio unos diez años", concluyó Schulz.
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