martes, 20 de agosto de 2013

Justicia plena

Por Estela de Carlotto
 
Fue tan lamentable ese retroceso, esa claudicación de Raúl Alfonsín en esos años, que los organismos de Derechos Humanos nos convocamos en las calles frente al Parlamento donde se gestaban esas leyes esperando que con nuestro reclamo no llegaran a la mayoría.
 
Vimos llorar a diputados porque la obediencia estaba presente. Era el sacrificio de un pueblo.
 
Recuerdo que, cuando se sancionaron las leyes, a las Abuelas de Plaza de Mayo nos dieron el consuelo de que el robo de bebes no había sido perdonado. Eso nos indignó más todavía porque queríamos justicia plena, porque nuestros nietos no nacieron de un repollo, tenían padre y madre.
 
Después vinieron los indultos, la impunidad completa y la convivencia del pueblo con los asesinos por más de 20 años.
 
Los hemos cruzado en las calles, los hemos visto en la televisión, como al "Turco" Julián, victimizando al hijo de una de sus víctimas. Trajeron la profundización de los delitos porque el no castigo incita a continuar con los desmanes.
 
Luchamos siempre para que esas leyes fueran declaradas inconstitucionales. El único presidente que nos escuchó fue Néstor Kirchner quien, si bien no tuvo injerencia sobre otro poder, mandaba sus mensajes sobre la vergüenza que era la vigencia de esas leyes sobre un pueblo.
 
Se consiguió por fin que las declarara inconstitucionales el Congreso de la Nación y la Corte Suprema de Justicia también.
 
A partir de ahí tenemos justicia plena y podemos ejercer el derecho a acusar con pruebas y ver en la cárcel a asesinos de 30 mil personas, a ladrones de 500 bebés y esto es un ejemplo de nivel mundial. 

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