Polémico, derechista como pocos (no hay más fanático que el converso, según dicen), el escritor peruano-español Mario Vargas Llosa estuvo en Rosario, donde brindó una charla muy política y poco literaria, acusando a todos los presidentes latinoamericanos de apoyar a las que él llama “dictaduras”.
Tras disertar en el seminario "América Latina: Desafíos y Oportunidades", organizado por la Fundación Libertad de Rosario para celebrar el 25º aniversario de ese organismo cuyas tendencias van en el mismo sentido que él, habló con la prensa y despachó su indignación.
Acompañado por el expresidente uruguayo Luis Alberto Lacalle y la legisladora venezolana María Corina Machado, vinculada a los republicanos norteamericanos, Vargas Llosa habló con la prensa y del "triste rol de los gobiernos de la región respecto de los regímenes autoritarios".
Para el premio Nobel, se trata del "espectáculo verdaderamente lamentable" de los presidentes democráticos "que en sus países impulsan gobiernos democráticos y de economía abierta", pero que en el plano internacional "apoyan regímenes populistas semidictatoriales, cuando no directamente dictaduras como la cubana".
El autor de “La tía Julia y el escribidor” disparó contra el ex presidente Lula da Silva, a quien mencionó como "el caso más escandaloso", ya que en Brasil "impulsó la inversión" y "ha respetado la libertad de prensa", pero a la vez "es un propagandista del chavismo".
También acusó al presidente peruano, Ollanta Humala, de “doble estándar”, al calificar a Hugo Chávez como "un modelo para la región".
Ni el mufa presidente chileno se salvó de la diatriba: Vargas Llosa lo definió como "patético" por haber apoyado Raúl Castro como presidente de la CELAC, "un organismo que cuenta con una Declaración Especial sobre la Defensa de la Democracia y el Orden Constitucional".
"La conclusión es muy triste; los países latinoamericanos que padecen dictadores sólo pueden contar consigo mismos porque los gobiernos democráticos les dan la espalda y a veces les dan puñaladas en la espalda", sentenció lúgubremente el ahora noble español.
¿Qué se puede esperar de un sorete que renegó de su propia patria?
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