Cuando faltan cinco días para que la cremación devuelva a un segundo plano la figura de Margaret Thatcher, los británicos siguen divididos entre los que celebran su muerte y preparan un festival para el sábado y los que quieren homenajearla, quizás poniéndole "Puerto Margaret" a la capital de las Malvinas.
Es que la guerra que la tuvo en la retaguardia, ordenando las más polémicas acciones bélicas, ha quedado en el centro de todo, al igual que el alto costo –15 millones de dólares– que insumirán sus pompas fúnebres.
El primer ministro David Cameron se erigió en la primera figura oficial en referirse a las manifestaciones de júbilo que desató la muerte de la mujer, a las que consideró "de mal gusto".
En la misma línea, algunos legisladores del Partido Conservador insinuaron la conveniencia de que la policía prohíba la celebración del Día de la Alegría con el que múltiples organizaciones quieren festejar el sábado en la emblemática Trafalgar Square de Londres.
El costo del funeral también es tema de polémica. Ante las críticas, el canciller William Hage dijo que "Gran Bretaña puede permitirse ese gasto" que no es nada comparado "con lo que ella consiguió cuando en 1984 logró que Europa adoptara una decisión que hasta ahora le ha significado al país ingresos por 115 mil millones de dólares".
No es el dinero, en cambio, lo que divide al establishment cuando se habla del homenaje de fondo: levantarle un monumento en Trafalgar Square o cambiarle el nombre a la capital de las Malvinas.
Parecería que, al final, ante la certeza de que el monumento será blanco diario de las bombas de pintura y los huevos podridos, las autoridades optarán por cargarle el homenaje al activo moral de los kelpers.
Según trascendió a través de fuentes del Foreign Office, habría llegado una propuesta de Bartolomé Mitre (h) para sumarse al los homenajes, poniéndole el nombre la conchuda hija de puta al edificio del dirario La Nazión.
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