Francisco le dijo que comparte "el dolor de tantas madres y familiares que padecieron y padecen la pérdida trágica de sus seres queridos" durante la dictadura. Es su primer pronunciamiento público sobre los delitos de lesa humanidad.
"El Santo Padre comparte su dolor y el de tantas madres y familias que han padecido y padecen la pérdida trágica de sus seres queridos en ese momento de la historia argentina, y con afecto les imparte una particular bendición, como signo de esperanza y aliento, a la vez que pide el favor de que recen por él".
La frase es el remate de una de las dos cartas que envió el Papa Francisco a Buenos Aires en los últimos días.
La primera, no fue destinada a las Madres del Dolor ni a los familiares de las víctimas de la tragedia de Cromañón, sino a la presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini.
El texto data del 10 de abril, pero fue leído el miércoles en la Radio de Las Madres. Lleva la firma del secretario de Estado del Vaticano, monseñor Antoine Camilleri, y busca devolver la "gratitud" del Obispo de Roma por el "amable escrito" que Bonafini envió el 21 de marzo, donde saludó el nuevo destino del ex cardenal porteño Jorge Bergoglio y le confió que, para su "sorpresa" recién se enteraba sobre "su entrega y trabajo en las villas": "Don Francisco, no sabía de su trabajo pastoral, sólo sabía que el máximo dirigente de la Iglesia argentina habitaba en la Catedral, esa Catedral que cuando marchábamos y pasábamos por delante, le cantábamos: 'Ustedes se callaron cuando se los llevaron'", recordó Bonafini.
La respuesta, firmada por el canciller de la Santa Sede, le plantea a Bonafini que el Papa Francisco "corresponde a esta delicada atención pidiendo a Dios la fuerza para luchar a favor de la erradicación de la pobreza en el mundo". La carta se transformó en el primer pronunciamiento público del nuevo Papa argentino sobre las violaciones a los Derechos Humanos cometidas durante la última dictadura militar, luego de la polémica que atravesó Bergoglio, a partir de una investigación realizada por el periodista Horacio Verbitsky, donde demostraba que el actual jefe del Vaticano habría desprotegido, luego del golpe militar del 24 de marzo de 1976, a los curas jesuitas Francisco Jalics y Orlando Yorio, secuestrados por un Grupo de Tareas de la Armada en 1976 y llevados a la ESMA donde fueron interrogados, torturados y pasaron seis meses en cautiverio.
La denuncia reveló en 2005 una serie de documentos secretos de la Cancillería, donde se podía apreciar un pedido formal del entonces provincial de los jesuitas, para conseguir dos pasaportes para los curas, pero a la vez solicitaba en forma reservada que no les dieran esos salvoconductos, por su relación "con la subversión". Bergoglio negó las acusaciones en 2005, lo volvió a hacer hace un mes, cuando fue electo Papa y ahora concretó un nuevo pronunciamiento sobre el tema con la respuesta a la Asociación de las Madres.
Dentro de la nueva colección de correspondencia papal, Francisco envió el miércoles otra misiva a Buenos Aires, urgente, para ser leída ante el casi centenar de obispos reunido desde el lunes en la localidad de Pilar, en el 105º plenario de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA).
En la carta, el ex cardenal justificó su primera ausencia en los plenarios episcopales durante los últimos 15 años, debido a "compromisos asumidos hace poco", en referencia a su elección como Papa, y les pide a sus ex colegas, "que toda la pastoral sea en clave misionera". "Debemos salir de nosotros mismos hacia todas las periferias existenciales y crecer en parresía", porque "una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga, se enferma en la atmósfera viciada de su encierro", y prefería "mil veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma".
En la inesperada comunicación, Francisco remarcó que "la enfermedad típica de la Iglesia encerrada es la autorreferencial, mirarse a sí misma (…). Es una especie de narcisismo que nos conduce a la mundanidad espiritual y al clericalismo sofisticado, y luego nos impide experimentar la dulce y confortadora alegría de evangelizar", advierte la carta papal, en la que le pide a la Iglesia local un trabajo más concentrado en las bases, que en las declaraciones políticas, como las que la CEA difundió el martes, cuando pidió plazos más amplios para la reforma judicial que impulsa la Casa Rosada.
El breve comunicado jurídico fue interpretado como una confrontación de la Iglesia con el gobierno, aunque fuentes eclesiásticas confiaron que el Episcopado primero había enviado ese comunicado al Poder Ejecutivo y luego lo difundió a la prensa. "No hubo sorpresas, ni peleas", aclararon a ambos lados de la Plaza de Mayo.
La frase es el remate de una de las dos cartas que envió el Papa Francisco a Buenos Aires en los últimos días.
La primera, no fue destinada a las Madres del Dolor ni a los familiares de las víctimas de la tragedia de Cromañón, sino a la presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini.
El texto data del 10 de abril, pero fue leído el miércoles en la Radio de Las Madres. Lleva la firma del secretario de Estado del Vaticano, monseñor Antoine Camilleri, y busca devolver la "gratitud" del Obispo de Roma por el "amable escrito" que Bonafini envió el 21 de marzo, donde saludó el nuevo destino del ex cardenal porteño Jorge Bergoglio y le confió que, para su "sorpresa" recién se enteraba sobre "su entrega y trabajo en las villas": "Don Francisco, no sabía de su trabajo pastoral, sólo sabía que el máximo dirigente de la Iglesia argentina habitaba en la Catedral, esa Catedral que cuando marchábamos y pasábamos por delante, le cantábamos: 'Ustedes se callaron cuando se los llevaron'", recordó Bonafini.
La respuesta, firmada por el canciller de la Santa Sede, le plantea a Bonafini que el Papa Francisco "corresponde a esta delicada atención pidiendo a Dios la fuerza para luchar a favor de la erradicación de la pobreza en el mundo". La carta se transformó en el primer pronunciamiento público del nuevo Papa argentino sobre las violaciones a los Derechos Humanos cometidas durante la última dictadura militar, luego de la polémica que atravesó Bergoglio, a partir de una investigación realizada por el periodista Horacio Verbitsky, donde demostraba que el actual jefe del Vaticano habría desprotegido, luego del golpe militar del 24 de marzo de 1976, a los curas jesuitas Francisco Jalics y Orlando Yorio, secuestrados por un Grupo de Tareas de la Armada en 1976 y llevados a la ESMA donde fueron interrogados, torturados y pasaron seis meses en cautiverio.
La denuncia reveló en 2005 una serie de documentos secretos de la Cancillería, donde se podía apreciar un pedido formal del entonces provincial de los jesuitas, para conseguir dos pasaportes para los curas, pero a la vez solicitaba en forma reservada que no les dieran esos salvoconductos, por su relación "con la subversión". Bergoglio negó las acusaciones en 2005, lo volvió a hacer hace un mes, cuando fue electo Papa y ahora concretó un nuevo pronunciamiento sobre el tema con la respuesta a la Asociación de las Madres.
Dentro de la nueva colección de correspondencia papal, Francisco envió el miércoles otra misiva a Buenos Aires, urgente, para ser leída ante el casi centenar de obispos reunido desde el lunes en la localidad de Pilar, en el 105º plenario de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA).
En la carta, el ex cardenal justificó su primera ausencia en los plenarios episcopales durante los últimos 15 años, debido a "compromisos asumidos hace poco", en referencia a su elección como Papa, y les pide a sus ex colegas, "que toda la pastoral sea en clave misionera". "Debemos salir de nosotros mismos hacia todas las periferias existenciales y crecer en parresía", porque "una Iglesia que no sale, a la corta o a la larga, se enferma en la atmósfera viciada de su encierro", y prefería "mil veces una Iglesia accidentada que una Iglesia enferma".
En la inesperada comunicación, Francisco remarcó que "la enfermedad típica de la Iglesia encerrada es la autorreferencial, mirarse a sí misma (…). Es una especie de narcisismo que nos conduce a la mundanidad espiritual y al clericalismo sofisticado, y luego nos impide experimentar la dulce y confortadora alegría de evangelizar", advierte la carta papal, en la que le pide a la Iglesia local un trabajo más concentrado en las bases, que en las declaraciones políticas, como las que la CEA difundió el martes, cuando pidió plazos más amplios para la reforma judicial que impulsa la Casa Rosada.
El breve comunicado jurídico fue interpretado como una confrontación de la Iglesia con el gobierno, aunque fuentes eclesiásticas confiaron que el Episcopado primero había enviado ese comunicado al Poder Ejecutivo y luego lo difundió a la prensa. "No hubo sorpresas, ni peleas", aclararon a ambos lados de la Plaza de Mayo.
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